LA SABIDURÍA DEL NO-YO.
El resto es esclavitud
A partir del día de hoy, vuestra reverencia solo deberá aplicarse a la comprensión que trasciende toda práctica y, cuando se halle profundamente impregnado de ella, los principales obstáculos y pensamientos ilusorios desaparecerán gradualmente por si solos…. Nuestra escuela subraya la importancia de la comprensión inmediata de lo esencial, sin necesidad de recurrir a la lectura de numerosos textos.
SHEN HUI
Prefacio
La dificultad aparente solo se debe a nuestros condicionamientos y lo que se nos presenta como misterio solo refleja la incapacidad para percibir lo evidente a causa de un reflejo condicionado que siempre nos lleva a mirar en la dirección equivocada.
Nota: sobre los términos volición y causalidad.
Solo un objeto puede sufrir pues se necesita un objeto para experimentar el sufrimiento y solo un objeto puede sufrir el efecto de una causa.
En consecuencia solo los objetos pueden hallarse implicados en la causalidad y en el condicionamiento, puesto que en ese proceso, el sujeto fenoménico se convierte en un objeto.
I. LA ILUMINACIÓN Y LA EXTINCIÓN DEL “YO”.
La misma idea de la liberación inhibe automáticamente la simple comprensión de que ya somos libres.
I. PENSAMIENTO
La represión del pensamiento constituye el aspecto negativo de la dualidad “pensamiento/no-pensamiento”, que no es sino otra modalidad de pensamiento.
WU NIEN: la presencia de la talidad del pensamiento que se expresa en la acción espontanea (la acción pura que dimana de la no-acción) o Wu wei.
La presencia de la ausencia del no-pensamiento.
II. LA VERDAD
Solo existe un modo real de ver, que es en sí mismo, la verdad.
La percepción del objeto es siempre una proyección.
Todo ser es en sí mismo, sujeto y objeto, por cuanto solo es en tanto que objeto proyectado e interpretado y en la medida en que se convierte en un objeto de percepción.
El no-libre busca un objeto proyectado, para percibir que el otro objeto proyectado también existe de manera independiente, pero en tanto que objeto proyectado no puede ver nada porque en sí mismo, no es más que una percepción. Si decimos que puede percibir es porque su percepción constituye una función del anfitrión (su verdadera identidad), pero la función de percepción atribuida al anfitrión es en sí misma una proyección (creación).
Proyección: se refiere al proceso de interpretación a través del que las percepciones se convierten en objetos fenoménicos, percibidos sensorialmente y conceptualizados como tales.
III. INCONCEBIBLE
El universo fenoménico, constituido por el sujeto-objeto y por el espacio-tiempo, es una manifestación de la mente, de la que el sueño y la vigilia son ejemplos de segundo orden.
El resultado de este proceso de individualización basada en la serialidad, que los soñantes conocen como “realidad”, no tiene la menor semejanza objetiva con aquello que es causa de su aparición, porque dicha causa carece de toda cualidad objetiva.
Por consiguiente es inaccesible a cualquier modalidad de conocimiento objetivo o descriptivo. Las únicas palabras que pueden señalarlo son esto, aquí y ahora y lo-que-es.
El método negativo es provisional, se aparta del positivo y luego los niega a ambos hasta acabar con cualquier rastro de objetividad y dejar solo una vacuidad que representa la plenitud, una ausencia total que constituye la presencia total. En tal caso el proceso de pensamiento concluye en una ausencia que es inconcebible. Inconcebible para quien quiera concebirla… ¿Pero quien dijo que debemos hacer tal cosa?
IV. ESO: LA REALIZACIÓN DE LA MENTE.
Cuando el tiempo se detiene el universo desaparece. Está aquí de continuo porque se encuentra más allá del alcance del tiempo, pero no puede ser asido porque el tiempo es discontinuo.
Se halla presente en cada instante entre el tictac de la manifestación secuencial, gracias a la cual puede funcionar indirectamente.
Lo reconocemos eternamente porque no solo es el fundamento del proceso de pensamiento, sino también de todos los actos de la vida. Por esa razón es pura función. Es demasiado evidente y, por ello, resulta tan difícil de ver.
“Un necio busca el fuego con una antorcha encendida.
Si hubiese sabido lo que es el fuego no hubiera tardado tanto en cocinar su arroz.”
MUMON
Esa función cuya manifestación dual y temporal constituye la ejecución de toda acción, el origen de todo pensamiento, el fundamento de toda percepción, no es directamente lo que hacemos, pensamos y vemos, (es decir lo que proyectamos secuencialmente en los sentidos en tanto que objetos fenoménicos sometidos al tiempo), ni tampoco es el modo en que vivimos la vida objetivamente, sino la vida misma.
El individuo despierto puede vivir directamente, pero “nosotros” solo vivimos indirectamente. Incluso esta vivencia indirecta es, en un sentido último eso, porque eso y no el objeto (un mero muñeco de madera) es lo último que somos.
V. SIN CABEZA (cerebro).
Mi cabeza (cerebro) es el centro del universo. Todo lo que veo está centrado en mi cabeza (cerebro). Todos son objetos de mi cabeza (cerebro), que es el sujeto (sujeto mediado en tanto que cabeza (cerebro) y sujeto ultimo en tanto que “yo”).
Yo no puedo ver, sentir ni conocer mi cabeza (cerebro) y la inferencia de su existencia resulta sensorialmente injustificable. Yo no percibo tal objeto, puedo percibir los demás, pero no ese. Aisladamente mi cabeza (cerebro) no constituye mi objeto de percepción. Porque es sujeto y, del mismo modo que el ojo no puede percibirse sensorialmente a sí mismo, el sujeto no puede conocerse a sí mismo, pues todo lo que puede ser conocido es un objeto. Y el sujeto no puede ser su propio objeto.
Todo lo que es objeto parece existir, pero el sujeto aislado no parece existir.
El objeto no puede existir separado del sujeto, ya que es su aspecto manifiesto. Por consiguiente, este sujeto aparentemente inexistente es lo que es, y el objeto aparentemente existente es lo que no es.
Pero, puesto que el objeto es el sujeto y el sujeto es el objeto, entonces, todo lo que somos y todo lo que podemos ser intemporalmente, constituye la ausencia de mi cabeza (cerebro), lo que también significa la presencia de todo.
¿Dónde estoy yo?... nosotros somos nuestra ausencia.
VI. ESTA AUSENCIA FENOMENICA
Yo no soy en ningún lugar en el que aparezca como objeto. Ninguna parte de “mi” que pueda ser objeto forma parte de mí y tampoco es mía. Yo solo soy realmente donde no puedo ver nada (salvo el universo objetivo), y lo que soy es una mera ausencia de objetos.
Cuando lo comprendo, también dejo de ser un “yo” individual, porque cualquier cosa individual es, consecuentemente, un objeto. Mi ausencia objetiva es la presencia de la no-objetividad pura, que no es más que eso.
Mi única existencia no solo no es objetiva, sino que es la no-objetividad misma. No puedo retratarme o ser descrito en modo alguno. Lo que impersonalmente soy no posee cualidades ni se asemeja a ningún sujeto u objeto individual, que siempre será un mero concepto.
Mi yo objetivo solo tiene una existencia conceptual. En términos no objetivos soy el universo aparente. La esclavitud consiste en la identificación con mi objeto conceptual. La comprensión de que mi objeto conceptual solo existe en la medida en que el objeto y su sujeto son, aquí y ahora, esta ausencia fenoménica, constituye la liberación.
Yo soy mi ausencia fenoménica.
VII. NUESTRA NATURALEZA BUDICA
No existe ningún misterio, solo nuestra incapacidad para percibir lo evidente. El supuesto “misterio” se debe a la inexistencia objetiva de la no-objetividad que es la naturaleza del buda, porque la objetividad solo puede ser conceptual, mientras que la no-objetividad es incompatible con ningún tipo de definición positiva.
El Ser es pura presencia, autónoma y espontánea. Es esto que se busca a si mismo cuando lo buscamos y que no podemos encontrar porque es lo que somos. Objetivamente, no está ahí.
VIII. LO QUE SOMOS
Puesto que utilizamos un lenguaje dual, debemos extremar la precaución de utilizar las palabras de un modo verificable, es decir de un modo etimológicamente correcto.
El verbo percibir significa “aprehender completamente” aunque desde una perspectiva metafísica, no exista nadie que pueda aprehender ni nada que pueda ser aprehendido. Es por ello que la percepción es el primer estadio del proceso de conceptualización. Y ambos elementos, percepción y conceptualización, constituyen una totalidad que pone en marcha el mecanismo a través del cual creamos el samsara.
Lo que se nos pide es lo contrario, es decir, despojarnos de todo, no ser nada, y renunciar por completo a todo proceso de conceptualización. De este modo, dejamos de ser lo que nunca fuimos, somos, ni podremos ser. Eso, es el nirvana, y puesto que no hay nada que esté siendo concebido, tampoco hay nada que sea percibido ni nada que sea “proyectado” por el aparato psicosomático que también es en sí mismo, una percepción conceptualizada.
En ese mismo instante y, en lo que respecta a nosotros, el universo fenoménico deja de existir y nos hallamos “sentados en el bodhimandala”, en un estado de perfecta disponibilidad. Así dispuestos y espontáneamente, tenemos que volver a ser lo que siempre hemos sido, somos y seremos. Y eso, que también es esto, nunca puede ser pensado ni expresado ya que, al ser puramente no-objetivo, constituye una pura “orientación” muy distinta a toda dimensión conceptual, por cuanto que es la fuente del resto de las dimensiones y de todos los fenómenos.
Es similar a la luz del sol resplandeciendo a través de la dualidad de lo negativo y lo positivo y cuyos rayos (que son ello mismo) parecen escindirse en negativo (nirvana) y positivo (samsara) haciendo surgir todos los fenómenos, es decir, el universo perceptual-conceptual que también nos incluye a nosotros.
“Yo soy el que soy”, dice Yahvé que también quiere decir “lo que soy”. También nosotros somos “lo que somos”, porque eso es todo lo que siempre hemos sido y todo lo que podemos llegar a ser.
IX. REALIDAD POTENCIAL
El extravertido cree que las cosas solo tienen una existencia objetiva y no subjetiva. Ese es, el sentido más aceptado de estos términos y constituye el fundamento teórico y experimental del quehacer científico.
Lo cierto es precisamente lo contrario, es decir que no existe nada objetivamente a no ser como un concepto y que subjetivamente cada cosa tiene una existencia potencial o dicho de otro modo, que existe permanentemente en tanto que potencial.
Cuando los Maestros insisten en que las cosas “existen y no existen”, quieren decir que su única existencia es potencial, esto es, la integración entre el sujeto y objeto, entre lo positivo y lo negativo o entre cada uno de los opuestos interdependientes que ha sido obviado.
El término “realización”, en el sentido de” hacer real una cosa”, solo es lógicamente aplicable al proceso ilusorio de asumir que los objetos conceptuales existen porque no tienen otra realidad.
Lo que, en última instancia, somos y lo que podemos llegar a ser no es la Realidad ni la Realidad relativa sino la Realidad Potencial (con P mayúscula).
X. PLENO POTENCIAL
La fórmula constante de los maestros y su “enseñanza” esencial, la cual afecta a todos los dharmas, afirma que estos “ni son ni no son”, significa de hecho que “no son positivos ni negativos”. Resulta absurdo por esta misma razón, intentar localizar lo que es (o la “realidad”), puesto que en el planteamiento de la cuestión, se nos acaba de decir que no es eso.
Aquello que no es positivo ni negativo es el resultado de la extinción mutua o de la negación de ambos polos (la doble negación de Shen Hui), gracias a la cual cada cualidad se ve anulada por su opuesto, dejando un vacío fenoménico que, si bien constituye una perfecta vacuidad objetiva, suele recibir el desafortunado nombre de “el vacío”.
Shen Hui afirma que para la persona despierta, la vacuidad ya no aparece como tal, lo cual significa que no se presenta como un objeto. Pero eso que visto objetivamente, es vacío, nunca puede ser otra cosa como, por ejemplo “plenitud”. Eso cuya identidad es la vacuidad de los objetos no puede estar nunca vacío de objetos sin dejar de ser lo que es. Mientras es un objeto, la vacuidad debe permanecer vacía de objetos pero, cuando deja de ser un objeto, deja de ser ella misma y, en consecuencia, regresa al sujeto, al potencial puro y, como tal, al pleno potencial.
Nota: ¿no podríamos generalizar entonces y decir que lo mismo es aplicable a todos los objetos?
Cualquier objeto cuando deja de ser el mismo, es decir objetivo, y deviene por consiguiente, vacío, regresa al sujeto y reasume su potencialidad, que es todo lo que es.
La “potencialidad” no es más que una orientación y no una “cosa”, pues fenoménicamente siempre es una ausencia total, mientras que no-objetivamente constituye una presencia total, de igual modo que lo que objetivamente está vacío, es subjetivamente considerado, una plenitud.
XI. SER POTENCIAL
El retorno del objeto al sujeto, (regreso a la función de “anfitrión”), consiste en devolverlo a su potencialidad. Por otra parte la proyección (u objetivación) de los fenómenos, es decir el universo sensorialmente percibido, tiene lugar a través de una división dual de la temporalidad que escinde la potencialidad (que es unitaria) en los polos sujeto y objeto, los cuales devienen, por un lado un pseudosujeto que “percibe” en términos negativos y positivos y, por el otro, una interpretación intelectual de esa imagen proyectada que es aceptada como realmente existente.
Así pues la “percepción” misma es considerada como un proceso dual en el tiempo, un dato informal asumido en tanto que forma e interpretado objetivamente a continuación. El dato informal al que en ocasiones se denomina “percepción pura” también puede ser considerado como “bodhi”, mientras que nuestra percepción habitual y su interpretación intelectual tienen un carácter psicosomático e ilusorio.
La “identidad” entre Forma y Vacuidad, que propugnan los Sutras, constituye una expresión de este aspecto dual de la “percepción informal” que acaba articulándose en la “forma” a través del mecanismo de los skandhas, siendo interpretado posteriormente por el sexto sentido o la denominada “conciencia mental”.
Sin embargo, la comprensión objetiva de este proceso reviste escaso valor práctico. Se trata de algo que debe sucedernos y que de hecho está ocurriéndonos continuamente. Esa es la causa por la cual puede decirse que “nosotros” estamos siendo “vividos”. Sin embargo, si en lugar de limitarnos a “dejarnos vivir”, tratamos de vivir completamente, descubriremos que eso es todo lo que somos.
XII. EN FIN
Quizá se haya repetido demasiado el que los objetos no existen ni ningún yo y esto ha acabado convirtiéndose en una formula vacía. Podría ser el caso de que esta expresión no fuese completamente verdadera, ya que nada que pueda ser expresado por una mente dividida es completamente cierto.
¿No sabemos acaso que todo dharma (cosa, u objeto) ni existe, ni no existe?
La frase “un objeto no es un objeto” no equivale a decir que “ningún objeto existe”. La razón es que tal aseveración podría significar que un objeto es otra cosa distinta. La inexistencia es un modo de existencia. Ambos constituyen opuestos interdependientes, “la mitad de un par”, que no pueden existir aisladamente el uno del otro, y que en consecuencia, deben encontrar su solución en su negación mutua.
Un ejemplo clásico en este sentido, es la afirmación de que el ego no existe y que no es absolutamente nada. ¿Pero qué es lo que hay si nada existe ni no existe? La parte oscura de la cuestión es que el ego no es ningún tipo de ego ¿Y qué es lo que eso significa? Quiere decir que el “ego” nunca es un objeto, lo que no quiere decir que no pueda ser otra cosa
Todo lo que podemos decir es que la indicación más próxima de que algo no es un objeto, porque incluso el sujeto se convierte en objeto para nosotros cuando lo objetivamos como tal a través del pensamiento, es referirnos a él como un no-objeto.
Así pues y puesto que los objetos no son en modo alguno, objetos tal vez podrían ser considerados como no-objetos y, por su parte también podríamos considerar al “ego” como un no-ego. ¿Pero que puede ser entonces el no-objeto o el no-ego?
II. El corral
¿Qué es eso? ¿No se trata precisamente del objeto, el ego o el yo cuando no lo consideramos como un objeto, un ego ni un yo? ¿No es este el motivo por el cual los maestros Ch´an nos sacuden con cometarios que afirman que los fenómenos son reales y que incluso los conceptos también lo son? Después de todo, nada es más o menos real que cualquier otra cosa, porque la realidad (al ser un concepto o un objeto) no es, en modo alguno, “real” (puesto que es objetiva) y, de ese modo, solo puede ser auténticamente real en su negación.
Lo que nos resta preguntarnos, por tanto es ¿qué es lo que es cualquier cosa? ¿Qué son todas las cosas, “materiales” o “psicológicas”, cuando no son eso, es decir cuando están despojadas de todo rastro de objetividad?
Obviamente, no son ninguna cosa objetiva a la que podamos, en la secuencialidad del tiempo, asignar un nombre que defina lo que son, pues sea cual fuere el nombre que les otorguemos, las convertiríamos en lo que no son. Así que, desde el punto de vista dual, esa respuesta solo puede ser negativa.
¿No podríamos decir que si bien resulta engañoso pensar que “todas las cosas son nada”, es suficientemente revelador como para ayudarnos a percibir que “toda cosa es una no-cosa, es decir, que no es una cosa”? y las cosas son precisamente esto y no eso porque todas ellas son no-objetividad no conceptual.
XIII. BUSCAR AL BUSCADOR
Ese a quien buscamos sin poder encontrar es el buscador. La razón por la que el “Dharmakaya” no puede ser encontrado o descrito es que, en última instancia, es el buscador, el descriptor, el que está buscando y, por ello, se puede decir que es el sujeto haciendo de sí mismo un objeto. Cada vez que tratamos de nombrar este-aquí-y-ahora, somos como el ojo que trata de verse a sí mismo. Pero no podemos objetivar lo-que-somos, puesto que lo único que podemos objetivar es lo-que-no-somos.
El que está buscando es lo buscado y lo buscado es quien está buscando.
El Dharmakaya no es más que la “Mente” (que no puede ser localizada porque lo buscado es el buscador), mientras que “Shunyata” (vacuidad) es lo que el ojo no puede ver cuando trata de verse. Pero no hay Dharmakaya, ni Mente, ni Shunyata, ni ninguna cosa en absoluto que pueda ser buscada, como tampoco hay ninguna cosa capaz de buscar. No hay nadie para experimentar la ausencia total de estos conceptos, que es también la suya propia. Cuando Bodhidharma dijo a Hui K´o que le mostrase su mente para poder serenarla y este no pudo encontrarla, dijo “ya está serena”, (frase que expresaba que se había dado cuenta de que lo buscado es el buscador y de que el buscador es lo buscado).
Y esa es también la verdad esencial que Huang Po estaba señalando: “No podéis utilizar la Mente para buscar a la Mente, el Buda para buscar el Buda o el Dharma para buscar el Dharma”. Lo buscado no puede buscar, porque lo buscado solo puede ser el buscador.
Por su parte Padma Sambhava dijo: “El buscador y lo buscado no son dos cosas diferentes (y lo mismo podríamos decir del pensamiento y el pensador). Cuando este punto ha sido plenamente comprendido, se descubre que lo buscado es uno con el buscador. Cuando somos incapaces de encontrar al buscador por más que lo busquemos, se alcanza el objetivo de la búsqueda y de la práctica. Entonces ya no hay nada más que buscar ni necesidad tampoco de búsqueda. Y luego añade: “Considerando que desde el sin principio, no hay nada que practicar, tampoco hay necesidad de caer bajo la influencia de los métodos erróneos”.
Todas esas afirmaciones permiten traslucir la comprensión de lo que debe y necesita ser comprendido y tal vez incluso de todo lo que puede ser comprendido porque ¿existe otra cosa que sea fundamental y completamente real? La comprensión integral de este punto equivales, por si misma, al estado del despertar.
Y la única practica posible consiste en comprender, es decir, en darse cuenta del motivo por el cual el ojo no puede verse a sí mismo.
La práctica estriba en profundizar en la comprensión, porque la comprensión es el primer atisbo intuitivo de esta verdad; luego hay que obtener este atisbo intuitivo a voluntad y, finalmente, el establecimiento permanente de esta intuición “al caminar, permanecer de pie, sentarse y acostarse”, en público y en privado, dormido y despierto.
XIV. PURA FUNCIÓN
El que busca es lo buscado y lo buscado es el que busca.
No hay buscador ni tampoco hay cosa buscada alguna.
La función de la “búsqueda” en la mente total es conceptualizada dividiendo a la mente en el buscador y lo buscado.
Lo que objetiva es lo objetivado y lo objetivado es lo que objetiva.
No hay objetivador ni tampoco cosa objetivada alguna.
La función objetiva de la mente total es conceptualizada dividiendo a la mente en sujeto y objeto.
Lo que actúa es la acción y la acción es lo que actúa.
No hay actor ni tampoco acto alguno.
La función de la mente total es conceptualizada escindiendo a la mente en actor y acción.
Lo que piensa es lo pensado y lo pensado es lo que piensa.
No hay pensador ni objeto de pensamiento alguno.
La función del “pensamiento” de la mente total es conceptualizada dividiendo a la mente en pensador y pensamiento.
El practicante es lo practicado y lo practicado es el practicante.
No hay practicante ni practica alguna.
La función de la “practica” de la mente completa es conceptualizada dividiendo a la mente en practicante y práctica.
Nota: la única justificación posible para la expresión el justo “medio” que en cualquier otra acepción, constituye un absurdo metafísico, se inserta dentro del contexto de la “búsqueda”, es decir de la pura función.
Representa el “término medio” entre el buscador y lo buscado y por tanto parece sugerir la pura función.
Esta última expresión significa la función químicamente “incontaminada” por cualquier otro tipo de “objeto”, es decir, la función espontanea e incondicionada del “anfitrión” o simplemente la Inmediatez.
XV. ULTIMO
Desde el principio nada existe. Hui Neng
Lo que soy es eso (que no soy)
Lo que no soy es esto (que soy).
No hay ni esto ni eso.
Yo no soy ni no soy (puesto que no hay un yo que sea ni un yo que no sea)
No hay una mente total ni una mente dividida
No hay nada que ejerza una función ni existe función alguna.
No hay ausencia ni presencia.
¿Acaso solo hay una espontaneidad inmediata?
Eso tampoco ni es ni no es.
¿Entiendes ahora que no hay nada que comprender?
¿Quién comprende? ¿Qué es lo que no ha sido comprendido?
¿Quién ha sido vivido todos estos años y quien es el que ha sufrido?
Requiescat in pace: de mortuis…
XVI. “UNA VEZ MÁS EN LA BRECHA, QUERIDOS AMIGOS…”
No hay ego ni yo objetivo. Nada de esa índole puede ser convertido en un objeto. Ni siquiera el lenguaje puede admitirlo.
¿Quería el Buda transmitirnos algo cuando insistía en la completa inexistencia del “yo”?
Yo soy, pero yo no soy, nunca he sido y nunca seré un objeto.
Nuestro estado de esclavitud aparente se origina en la identificación con una objetivación imaginaria del “yo”. Así es como me identifico con mis yoes y así es como también todos los seres sensibles devienen en mis yoes. Cuando pensamos o hablamos dese el objeto con el que nos identificamos ilusoriamente, estamos convirtiendo al sujeto en un objeto.
Es por ello que la desidentificación o el despertar del sueño objetivo de la vida, no puede ser el resultado del pensamiento ni del lenguaje.
¿Qué es lo que soy, puesto que nunca puedo ser un objeto? Esto es algo que nunca puedo llegar a pensar y menos a nombrar, sin convertirme, para ello, en eso que no soy.
Quizá podemos decir, “Soy un yo si mi” o “Soy el yo puro”, ya que no existe el tú. Lo cierto es que yo soy, aunque de hecho, no hay yo.
Nos pasamos la vida buscándonos como si fuésemos un objeto separado de nosotros mismos, la idea del yo o del ego es manifiestamente absurda, un imposible lingüístico. No obstante, aunque no hay “yo”, yo soy.
Lo que estamos buscando no es eso, sino esto… y que esto únicamente es “yo soy”. Yo no soy un objeto, mientras que tú eres el yo puro. Yo no soy sino una completa ausencia.
Hemos completado el círculo: lo buscado es el buscador y no existe ninguno de ambos. El resto es esclavitud.
XVII. GÉNESIS
Me muevo.
El espacio aparece (como resultado de mi movimiento).
El tiempo nace (como medida de mi movimiento en el espacio).
Puedo poseer objetos (pues me transformo en el sujeto del espacio y del tiempo)
Y de ese modo se establece la dualidad.
El universo emerge,
Me identifico con mis objetos (y existen egos ilusorios)
Y sufro ilusoriamente (con lo que el sufrimiento alcanza proporciones universales).
II. Metanoia
Reposo.
El espacio se desvanece (porque he dejado de moverme).
El tiempo cesa (pues no hay movimiento que medir).
No hay objetos (puesto que he dejado de ser un sujeto).
La dualidad ha desaparecido.
Ya no hay egos ilusorios.
No existe sufrimiento.
Soy un yo sin “mi”.
XVIII. ?
¿Qué soy yo?
Hasta donde alcanzo a comprender soy la ausencia de mi presencia y la ausencia de la presencia de mi ausencia.
¿Qué significa eso?
Quiere decir que soy mi ausencia fenoménica y también la ausencia de lo que sigue siendo la ausencia fenoménica en sí.
La ausencia resultante es fenoménicamente completa, aunque no sea nouménicamente nula o lo que, se denomina nihilismo puro.
Soy la ausencia de toda posible presencia fenoménica, que es, en sí misma, nouménica.
Esto en modo alguno es una cosa, por lo cual no puede ser nombrado ni descrito, lo que también significa que no es ni “eso” ni “ello”, ni los términos que acabo de utilizar para referirme a ello.
Sin embargo, el establecimiento de “su” completa inexistencia en tanto que fenómeno u objeto sensorial o mental, es decir, en tanto que cosa en sí, no implica en modo alguno su nadidad intemporal.
Al contrario, su misma inexistencia temporal en tanto que objeto de conciencia señala y exige su ipseidad intemporal.
XIX. AETERNITAS El universo no-conceptual
El universo fenoménico es esencialmente temporal, siendo el tiempo la medida del movimiento en el espacio. Y decimos “esencialmente” porque su fenomenalidad se debe enteramente a que se halla condicionado por el espacio-tiempo, esto es, por los eventos que parecen extenderse en el espacio y secuencializarse en la duración. En tanto que tal y percibido como objeto de un sujeto, el universo fenoménico es lo que la ciencia reconoce como real a pesar de su temporalidad y fenomenalidad. La realidad es “coseidad”, mientras que la comprensión implica el reconocimiento de la “cosificación” o “el reconocimiento de que algo es una cosa” y que no hay realidad ni comprensión que no sea fenoménica. Algo semejante sucede con la temporalidad.
Básicamente, la intemporalidad no es diferente; no se trata de una cosa distinta, sino del universo temporal despojado de extensión espacial y de secuencialidad temporal y que, como tal, no puede ser percibido como dotado de forma o atributos y aparece necesariamente como vacuidad. Intemporalmente, el universo no puede ser percibido en modo alguno, excepto como el Despertar, porque no es una cosa ni un objeto y, en consecuencia, tampoco se le puede aplicar la categoría de “real”.
Dejando de lado este punto, el término “real” se utiliza correctamente, puesto que realidad e irrealidad son conceptos tan fenoménicos y objetivos como el mismo universo que percibimos y no pueden ser aplicados correctamente al noúmeno no-objetivo ya que este, al no ser real ni irreal, no puede ser concebido como “cosa”, ni como poseedor de atributos que, en tanto que tales, deben ser necesariamente objetivos.
De todo ello se deduce que, a diferencia del universo temporal, el universo intemporal no puede ser percibido como si fuese un objeto del sujeto. Y el motivo de ello es evidente, ya que no es el objeto de ningún sujeto, puesto que el ojo no puede verse a sí mismo.
Y tampoco puede ser sujeto porque, como tal, hasta el sujeto acaba convirtiéndose en un objeto y en un concepto.
En consecuencia, si nos referimos a él, convenga denominarlo Eternidad.
Todo ser sensible puede decir “lo que soy no es un concepto”, pero no existe nada en el universo temporal que no tenga su yo en la intemporalidad. El universo intemporal es la potencialidad de la que el universo temporal es la actualización, la manifestación de lo no manifestado, la subjetividad de la objetividad.
No hay dos. Solo existe un universo y esto-es-lo-que-somos.
II.
Esta aeternitas o intemporalidad, que es todo lo que es el bodhisattva, y todo lo que es cualquier ser sensible, carece, tanto fenoménica como nouménicamente, de toda existencia objetiva porque “ni existe ni no existe”, lo cual significa que es un objeto meramente conceptual.
Por eso el bodhisattva y el escarabajo carecen de yo.
El bodhisattva y el escarabajo pueden buscar el yo durante largos años sin encontrar jamás el menor rastro de él. Y la razón de este fracaso es la misma por la que fracaso Hui K´o y el resultado el mismo, esto es el despertar a la verdad.
A partir de ahí, comprenden lo que Hui K´o comprendió, es decir, que el objeto conceptual que estaba buscando es, en sí mismo y desde toda la eternidad, el buscador de dicho objeto.
Pero del mismo modo que no es posible encontrar al objeto buscado, tampoco es posible encontrar al buscador de dicho objeto porque, cuando buscamos al buscador, lo estamos convirtiendo en un objeto y, una vez más, lo buscado es el buscador, del mismo modo que el buscador es lo buscado.
Ese es el sentido en el que decimos que no existe un yo y que nunca podrá existir, porque el yo jamás puede ser convertido en un objeto o en un concepto que lo transforme automáticamente en tal. Todos los seres son, pero no en tanto que seres sensibles.
¿Qué somos entonces? No somos cosas: somos, pero no existe ningún nosotros. Intemporalmente somos lo inmanifestado, la fuente de la fenomenalidad.
Temporalmente, sin embargo, todos los fenómenos parecen existir y también ocurre lo mismo con nuestro yo.
III.
Descripción del no-tiempo
Intemporalmente, no hay presente, pues el futuro se convierte en pasado antes de que pueda completarse el proceso de percepción e interpretación temporal. El “presente”, al igual que el ecuador, es una mera demarcación teórica.
Intemporalmente no hay futuro porque, no existe ningún evento objetivo que pueda devenir tal, ni lugar alguno del que pueda proceder.
Ni siquiera nos parece extraño que una idea como la secuencialidad del tiempo (compuesta de un pasado, presente y futuro meramente teóricos) pueda haber llegado a convertirse en una creencia común.
Descripción del no-espacio
Informalmente no puede haber espacio porque no existe entidad objetiva que pueda ocupar una extensión espacial, mientras que las percepciones conceptualizadas solo pueden extenderse conceptualmente.
Informalmente no hay movimiento porque no existe cosa objetiva que pueda moverse y, por consiguiente, tampoco existe tiempo para medir el movimiento, puesto que movimiento y tiempo son meros conceptos.
Informalmente no hay forma, color, tamaño, dimensión o separación, porque todas ellas son interpretaciones conceptuales efectuadas sobre las percepciones y estas carecen de validez objetiva, puesto que su validez, es exclusivamente no-objetiva y en consecuencia también informal.
Creer en el Buda
No hay existencia ni ser que no sea conceptual, como tampoco hay existencia ni ser que no sea fenoménico.
No existen estados tales como la existencia o el ser, ya que solo son cognoscibles en tanto que experiencias fenoménicas, es decir, como conceptos temporales.
Conceptualmente, todas las cosas parecen ser objetos en el universo temporal y no hay ninguna cosa que parezca estar en el universo intemporal, porque ahí no puede haber cosa alguna.
Todas las cosas se hallan potencialmente en el universo intemporal en el que solo existe una pura subjetividad incondicionada e incognoscible como tal. Esta no puede ser experimentada en modo alguno, porque ni siquiera la pura conciencia incondicionada de uno mismo puede llegar a ser consciente de la conciencia.
Tanto si creemos en el Buda como si lo vemos directamente, en cualquier caso necesariamente debe ser así.
XX. EL RESTO ES ESCLAVITUD
Si el Sujeto fuese cualquier forma, configuración o sonido, estos no podrían ser conocidos. Si el Sujeto fuese algún tipo de objeto material o conceptual no podría existir ningún otro objeto material ni conceptual. ¿Por qué? Porque si el Sujeto fuese un objeto no podría ser el sujeto de ese objeto ni de ningún otro.
El Sujeto, por tanto, debe ser transparente para que lo opaco pueda aparecer.
Para que las cosas puedan tener una existencia aparente, el Sujeto no debe ser una cosa. Para que los fenómenos puedan ser perceptibles, el Sujeto debe ser noúmeno (apercepción).
Para que pueda haber presencia fenoménica, el Sujeto debe ser ausencia.
El Sujeto es el significado de todas las grandes palabras que tratan de señalar a lo Ultimo (Absoluto, Tao, Realidad, Mente Única, Esencia de la Mente, Conciencia Pura, Dharmakaya, Atman, Brahman, Uno), y asimismo, hay otras grandes palabras que se refieren a aspectos y funciones del sujeto, como Sat, Chit, Ananda, Prajna, todas las cuales apunta exclusivamente al Sujeto, esto es, a aquello que nunca puede ser convertido en objeto.
Pero, puesto que los objetos no existen como cosa-en sí, solo parecen existir como el objeto del Sujeto.
Y como tal, no puede ser una cosa: no es sino Sujeto y, fenoménicamente hablando, el Sujeto no es sino sus objetos.
Por tanto hay uno y no hay “uno”.
¿Es posible que eso sea lo único que debamos comprender?
El Sujeto es siempre ausencia de la presencia fenoménica mientras que el objeto (presencia) siempre es presencia de la ausencia nouménica.
La intemporalidad siempre es ausencia del tiempo fenoménico y la temporalidad siempre es la presencia de la ausencia fenoménica del no-tiempo.
Pero ninguna de estas palabras encierra la verdad, a menos que nos hallemos impregnados de la comprensión de que no existe sujeto ni objeto, tiempo ni no-tiempo, presencia ni ausencia de nada.
La verdad es la ausencia nouménica de estas ausencias fenoménicas, así como de sus presencias, la completa ausencia conceptual y por encima de todo, la completa ausencia de una cosa tal como la Verdad en sí y también de su ausencia.
Porque la ausencia integral, tanto nouménica como fenoménica, constituye el resplandor cegador de la gran luz blanca que ha sido llamado Sat-Chit- Ananda y que no es más que lo-que-somos.
II.
Mientras sigamos identificándonos con un objeto, seguiremos sumidos en la esclavitud.
Mientras pensemos, actuemos o vivamos a través de un objeto o como un objeto, seguiremos sumidos en la esclavitud.
Mientras nos percibamos a nosotros mismos como un objeto o pensemos que somos tal (y el “yo” es un objeto), seguiremos sumidos en la esclavitud.
Eso es lo que los Maestros denominaban la posición del “invitado” o la posición “funcional”.
Cuando sabemos que solo somos sujeto y vivimos y actuamos únicamente como tal, era lo que los Maestros denominaban la posición del “anfitrión”, o la “potencialidad”.
El resto es esclavitud.
Y si decimos que todo lo demás necesariamente debe ser esclavitud es porque la esclavitud es solo eso, es decir, la identificación ilusoria del sujeto con su objeto.
Operar con el concepto conocido como nuestro “yo” es operar a través de la falsa identificación de la que estamos intentando escapar. Y probablemente ese no sea el camino de salida del problema, sino de entrada en él.
Ese no era el camino de los Maestros, cuya regla, nunca fue la de hablar desde la posición “funcional” del “invitado”, sino desde la posición del objeto fenoménico identificado.
Su enseñanza no consistía en la transmisión del conocimiento conceptual, sino de un proceso de persuasión y estrategia gracias a la cual el discípulo llegaba a percibir el modo de abandonar su identificación respondiendo directamente y asumiendo espontáneamente la posición de maestro, o anfitrión.
Entonces era cuando el discípulo podía golpear amablemente al maestro, o bien lo destronaba de su sitial, mientras que el maestro reía desbordado de alegría, porque ahora el discípulo había cobrado conciencia de lo que eran ambos desde toda la eternidad.
XXI. EGO
Desde una perspectiva metafísica, el termino ego (traducido como “yo”) implica al sujeto, el sujeto absoluto, el sujeto de cualquier objeto manifiesto ya sea físico o mental.
Ese sujeto último carece de atributos, o cualidades que no sean, la de no poseer ningún atributo, o característica, es decir, la de no ser nunca un objeto, puesto que en él radica la subjetividad pura.
Toda manifestación es el objeto del sujeto y, en consecuencia, es posible afirmar que toda manifestación, es decir, toda objetivación, no es sino sujeto, pues no puede haber ninguna otra cosa para permitir que algo sea. Así pues, el sujeto es el potencial de todo lo que aparece. Pero no existe cosa fenoménica a la que podamos asignar la categoría de “sujeto” porque, de ser así, el sujeto solo sería un objeto, el objeto del sujeto que así lo concibe y ese sujeto del sujeto pasaría a ser entonces el sujeto “en sí” que no puede ser concebido “por sí mismo”. Nunca podemos, por tanto, asignar al sujeto el nombre de tal, porque no puede ser pensado ni nombrado en modo alguno, ni podría serlo bajo ninguna circunstancia, puesto que no se puede llegar a percibir lo que no es.
Pero, si nos vemos en la necesidad de concebirlo, lo más adecuado sería utilizar algún término como “potencial”, que puede servirnos para señalar lo que pretendemos expresar. No debemos olvidar que eso a través de lo que tratamos de señalar solo puede ser esto que señala y que nunca puede ser conocido como una cosa, puesto que carece de cualquier tipo de existencia objetiva.
Toda manifestación no es sino esto que es aquí y ahora y que transciende el espacio, el tiempo y el movimiento, meros conceptos que aparecen con los objetos sensibles y que dan lugar a las apariencias del universo percibido por nuestros sentidos. En el curso de este proceso de manifestación, el potencial subjetivo absoluto se identifica con cada ser sensible manifestado y, de ese modo, todos los seres sensibles se consideran a si mismos en tanto que sujetos independientes dotados de libertad de decisión y de acción. Y eso que pretende elegir y actuar como un ser individual separado, que se halla sometido a la identificación con su objeto y limitado por la objetividad, es lo que conocemos como “ego”, es decir, la dualidad del pseudosujeto y del objeto y también la causa de todo sufrimiento que existe y que ha existido en el mundo de las apariencias.
Es por ello que no existe cosa tal como un “ego”, puesto que este no es más que el resultado ilusorio de la identificación del sujeto, (que en sí mismo, constituye la misma sensibilidad de los seres) con el objeto aparente que también es sensible. En tanto que sensibilidad, el ser aparente no es más que pura potencialidad subjetiva pero, en tanto que objeto identificado con su sujeto, es una monstruosidad generada por el ego, vinculado a los conceptos del bien y del mal y establecido por medio de la comparación entre conceptos opuestos. Esta es la causa de todas las formas conocidas de sufrimiento originadas en el intento de explotación, ya sea individual o colectiva, de sus semejantes y de todos los aspectos del mundo sensorialmente percibidos a los que en teoría, se halla supeditada nuestra supuesta vida independiente.
Además, cada vez que un objeto así identificado piensa o actúa como tal está objetivando su propia subjetividad y poniendo en marcha el proceso conocido como karma, que se manifiesta tanto en el sufrimiento que inflige como en el que debe soportar.
Esto es la esclavitud, mientras que la liberación de la esclavitud consiste en la disolución de la limitación ilusoria originada en la identificación de lo que uno es en tanto que sujeto con respecto a un objeto y que no es y nunca puede ser un “yo”.
XXII. HOMENAJE A HUI HAI
Hui hai expone, toda la verdad en una frase. Él dice: “La iluminación supone la comprensión de que la iluminación no es algo que pueda ser alcanzado”.
La iluminación no es una cosa, puesto que no es un objeto y no es que “no pueda ser alcanzado” porque ya la poseamos, sino porque es lo-que-somos.
En lo que respecta a lo que estamos buscando, es ilusorio porque, de hecho, es el “nosotros” que estamos buscando. Y este “nosotros” que busca no puede ser encontrado, puesto que no podemos encontrar lo-que-somos a través de la búsqueda.
La comprensión de lo que “significa” la iluminación es el resultado de descubrir que el buscador, que es lo buscado, no puede ser encontrado en ningún lugar. ¿Por qué no puede ser encontrado? Porque el buscador no existe como un objeto y tampoco hay lugar alguno donde pueda ser localizado.
“No hay iluminación ni ausencia de iluminación. No hay nadie que se halle esclavizado o liberado. Solo existe una mente que, en modo alguno, se asemeja a un objeto y que, por consiguiente, careciendo de sujeto jamás puede incurrir en efecto o condición objetiva de ninguna índole.
Es mi objeto fenoménico, identificado como “yo”, el que se concibe a si mismo como “esclavizado” y busca la liberación” pero, como jamás ha estado realmente esclavizado, jamás será liberado. En el mismo momento en el que el “yo” deja de referirse a un “eso” (sujeto a su objeto) deja de haber esclavitud” y “libertad” porque tales nociones carecen ya de aplicación.
XXIII. LA RESPUESTA A LA ÚNICA PREGUNTA
- ¿Quién practica y para quien debemos practicar?
Usted y para usted mismo
- Me he buscado y jamás he encontrado el menor rastro de nada salvo diferentes objetos.
¿Por qué ha ocurrido esto?
Lo que usted busca es quien lleva a cabo la búsqueda.
- ¿Así después de todo, uno se encuentra a sí mismo?
Nunca
No hay nada que pueda ser encontrado. El buscador es lo buscado y lo buscado es el buscador y nada semejante puede existir en tanto que objeto.
Ese es el final de la búsqueda. No hay nada más que buscar ni tampoco se necesita encontrar nada más.
Es la respuesta a todas las preguntas.
- No lo entiendo.
No puede entenderse. La comprensión es el resultado de un proceso que utiliza la mente objetivamente. La comprensión es fenoménica, personal…. Y muerta.
- ¿Entonces uno debería tratar de no comprender?
La Mente es nouménica, impersonal y subjetiva. En consecuencia, eso es todo lo que usted es, todo lo que cualquier cosa es y, al mismo tiempo, nada en sí mismo.
- ¿No soy más que eso?
No, usted no es eso ni tampoco esto. Usted sencillamente es y, al mismo tiempo, lo desconoce. Todo es y, al mismo tiempo, no lo sabe. Así son las cosas cuando uno despierta.
XXIV. LA RESPUESTA NOUMENICA
- ¿El principal obstáculo, pues, es la identificación con el cuerpo, es decir, la idea de que yo-soy-el- cuerpo?
La identificación con cualquier objeto constituye un serio obstáculo, porque el “yo” está absolutamente desprovisto de cualquier rastro de objetividad.
- ¿Uno debe tratar de comprender lo que es o lo que no es?
Solo podemos conocer lo que no somos. Lo que somos es incognoscible, por el mismo hecho de serlo ya que, si pudiésemos conocerlo, se convertiría en un objeto. Por tanto, no hay “ello” y tampoco hay “yo”.
- ¿Acaso somos y no somos al mismo tiempo?
Ni somos ni no somos. El “yo” no existe porque, si existiera, sería un objeto. Yo no soy en absoluto de ningún modo, manera, forma o dimensión concebible. Y, por el mismo motivo, tampoco existen cosas tales como la Realidad, la Verdad, el Absoluto o cualquier otra noción similar.
- ¿Pero entonces existe el no-yo?
Tampoco existe el no-yo. No existe nada en un sentido positivo ni negativo, ni su presencia ni su ausencia. El Sutra del Diamante representa la autoridad escritural que así lo certifica, si es que tal autoridad fuese necesaria, que no lo es puesto que cada ser sensible es un yo que puede llegar a conocer directamente. Ser y conocer son lo mismo.
- ¡Pero si no existen ni el ser ni el conocer!
No hay ninguna cosa, nada “visto” o “conocido”. Todo lo que yo puedo ser o conocer es eso y no una cosa.
- ¿En qué consiste la “doble negación” de Shen Hui?
La ausencia de (la ausencia que es) la contrapartida de la presencia y la ausencia de (presencia que es) la contrapartida de la ausencia. O, si lo prefiere, la ausencia de los conceptos de ausencia de la presencia y de presencia de la ausencia.
- ¿Qué son los objetos?
Los objetos son el yo. La totalidad del universo sensorialmente perceptible, cognoscible e imaginable, es el yo.
- ¿Así que somos el universo?
De ningún modo: el universo es el “yo”.
Dios no es el universo, sino que el universo es Dios.
- ¿Cuál es la diferencia?
Desde la perspectiva de la física ninguna pero, desde el punto de vista de la metafísica, la diferencia entre el sujeto y el objeto es absoluta. El Universo no es el sujeto de Dios.
- ¿Así pues somos Dios?
En absoluto, “Dios” es un objeto o un concepto y, en ese sentido es posible decir que es el “yo”. Sin embargo, en lo que a nosotros respecta, lo-que-somos no es ningún objeto.
- ¿Entonces no existe Dios?
Todo concepto es una cosa aunque, como tal, no es. Ni “Dios” ni el “yo” pueden ser convertidos en objetos.
- Usted sostiene que el universo es el yo ¿cómo puede saberlo?
Dije que el universo es el yo. Usted puede decir eso y cada ser sensible puede decirlo porque ¿Qué otra cosa podría ser o donde más podría estar? El movimiento, el espacio y el tiempo no son más que conceptos. Solo puedo ser “yo”, pero yo no soy, sin importar quien lo diga.
- ¿Entonces por qué somos diferentes el escarabajo, usted y yo?
- No somos diferentes, solo lo parecemos. Nouménicamente somos uno, pero en tanto que fenómenos (o apariencias), es decir, en tanto que objetos de otro, percibimos sensorialmente e interpretamos mentalmente a uno y a otro como el escarabajo, como usted o como yo. Pero, en cuanto a lo que somos, no somos.
- ¿así que no somos ni nouménicamente ni fenoménicamente?
Fenoménicamente, nosotros somos entidades y nouménicamente no somos conceptos…. Que también son objetos. Lo que somos no es ningún tipo de entidad o concepto, ningún tipo de objetividad, por lo cual no podemos pensar ni decir que somos cualquier cosa… porque eso es lo que no somos.
¿Entonces no podemos conocernos?
Nosotros no podemos “conocer” nuestros yoes, porque no somos cosas que sean conocidas, nosotros solo podemos ser nosotros mismos, es decir, que “nuestros yoes” sean lo-que-son.
¿y cómo puedo hacer tal cosa?
No es algo que pueda hacerse. Es. Todo es tal y como es.
¿Y existe algún tipo de referencia o autoridad en la que poder apoyarnos?
Sí que la hay, pero confiar en otro es equivocarse implícitamente, aunque no siempre se haya afirmado claramente.
¿Considerarnos, pues a nosotros mismos como una cosa es el obstáculo?
Eso es lo que genera la “esclavitud”.
¿Y cuál es el remedio?
¡Dejar de considerar al universo como un objeto (puesto que es un yo), a los objetos como entidades (puesto que no existe ninguna entidad) y a “usted mismo” y a “los demás” como tales (porque tal cosas nunca existió)! Hay que mirar en la dirección adecuada, mirar hacia arriba y hacia dentro, allí donde no existe ninguna dirección… hasta que no quede ninguna cosa que deba ser medida (ni buscada) ¿ Quien hara entonces que permanezca esclavizado y que podría esclavizarlo?
¿Y eso es la liberación?
¿Liberación de quién? ¿Liberación de qué? Nunca han existido tales cosas
¿Y en ese caso que es lo que se comprende?
Es como es. Como decía Maharshi “Eso es todo lo que podemos decir”.
¿Lo que significa que no existe ni entidad, ni objeto, ni nosotros, ni siquiera “yo”?
¡Ni siquiera no-yo! ¿Cómo podría ser tal cosa? ¡Piense! ¿No se une acaso el pensamiento con la intuición en esta visión última? ¿Cómo podría ser tal cosa…?
¡Ja, ja, ja ¡
Esa es la respuesta que el lenguaje dualista no puede dar, la respuesta que solo puede ser percibida nouménicamente, es decir, mediante la aprehensión intuitiva. Estoy completamente de acuerdo
¿Pero es la risa la reacción correcta ante esta comprensión?
Muchos han reído, algunos han llorado, otros han rezado. Bodhidharma dijo al emperador que no había ninguna doctrina y ninguna cosa santa al respecto, pero el emperador era un hombre demasiado ansioso por comprender.
¿Y esto es todo lo que es?
Se dice que un moje hizo este mismo comentario. En tanto que risa, la reacción fenoménica es correcta, pero la vivencia nouménica suele describirse como beatitud y expresarse como bendición universal.
XXV. NO –ENTIDAD
Solo un objeto puede estar “esclavizado”. El sujeto no puede permanecer esclavo ni liberado, herido ni afectado, tocado ni descuidado.
El “yo” nunca puede ser un objeto en ningún lugar y bajo ninguna circunstancia. El “yo” solo puede ser sujeto, siempre, en todas partes y en todas las circunstancias. Pero, en lo que concierne al sujeto, no existe el “siempre” puesto que no hay tiempo, ni donde, ni tampoco espacio, ni “circunstancias”, porque no hay movimiento.
Solo soy el Sujeto eterno y jamás podré ser conocido como una entidad, ya sea en la eternidad o en el tiempo aparente.
II.
EL yo-sujeto no puede ver, oír, sentir, oler, saborear o conocer, pues solo los objetos pueden poseer órganos o atributos y no hay nadie ni nada que pueda ser aprehendido sensorialmente (visión, audición, sabor, olfato y conocimiento son manifestaciones fenoménicas heterogéneas del aspecto funcional, llamado prajna, del yo absoluto, que siempre “retornan” al aspecto inmutable o Dhyana, que en realidad, jamás han abandonado).
El universo aparente es una estructura onírica informada por el sujeto y, por tanto, no puede ser nada salvo el yo-sujeto. Por esa misma razón, nada de lo que ocurre en él es capaza de afectar o alcanzar al sujeto que realmente es. El vidente y lo visto, el oyente y lo oído, todos son el Sujeto, pero no como dualidades sino como unidades. El hombre que me odia y me golpea y el yo que es odiado y golpeado no son dos “yoes” sino uno. Y a su vez, el yo al que odio y devuelvo el golpe y el yo odiado y golpeado también son el mismo “yo” pues toda posible manifestación fenoménica es objetiva y se halla informada por el yo-sujeto, mientras que el yo está completamente despojado de todo rastro de objetividad.
¿Soy entonces pura subjetividad? Ciertamente no. L a subjetividad es un estado o condición conceptual, es decir, una entidad y, en consecuencia, un objeto. Pero yo no soy nada de eso, ninguna cosa de ninguna clase. El “yo” no puede ser concebido, afirmado, sugerido, ni conocido. Así pues en lo que concierne a lo-que-soy, no soy.
Sin embargo, nunca puede haber un momento durante el cual pueda ser otra cosa que “yo”, ni usted otra cosa que “yo”. “Yo” estoy eternamente despierto y “yo” soy una no-entidad.
Nota.
NUNCA HA HABIDO UNA GALLINA QUE PUSIERA UN HUEVO,
Pero hay un inmenso número de huevos puestos por las gallinas.
NUNCA HA HABIDO UN SER HUMANO QUE ESCRIBIESE UN LIBRO,
Pero hay un inmenso número de libros escritos por seres humanos.
NINGUN CUERPO HA HECHO JAMÁS NADA,
Pero son innumerables las acciones que se han llevado a cabo.
XXVI. VIVIR NOUMENICO
Ser ( o vivir nouménica o subjetivamente) no significa dejar de objetivar, porque ese es el aspecto funcional del sujeto, sino dejar de objetivarse a uno mismo y, en consecuencia, dejar de considerar a los objetos en tanto que entidades independientes, como si fuesen un aspecto diferenciado de uno mismo en tanto que sujeto.
Ello implica que uno es profundamente consciente de que no es en modo alguno un objeto conceptual y ni siquiera un “ser”. Esta ausencia integral, tanto fenoménica como nouménicamente, es la conciencia necesaria de la talidad a la que suele denominarse Despertar.
XXVII. EL SUEÑO VIVIENTE
El buscador es lo buscado,
Lo observado es el observador,
Lo que escuchamos es quien escucha lo escuchado,
El aroma es quien huele,
Lo degustado es quien degusta lo saboreado,
Lo que se toca es aquello que toca
Y el pensamiento es el pensador de lo pensado.
Todo lo que percibimos sensorialmente, en suma,
Es el perceptor cuyos sentidos perciben
Y, obviamente, no podemos encontrar perceptor
En percepción sensorial alguna,
Ni agente en ninguna acción.
II.
Oye a las personas hablando, huele el aroma, sabe que está almorzando… pero aunque todo esto pueda ser percibido sensorialmente nuestros sentidos solo lo captan aparentemente porque tal cosa solo está ocurriendo en nuestra mente y, por consiguiente, nada de eso ocurre realmente como una secuencia de eventos externos experimentados por nosotros.
Y usted mismo, en tanto que entidad independiente cuyos sentidos parecen experimentar esos eventos, no puede ser localizado en ningún lugar.
Respuesta que Hui Neng dio a los monjes que estaban discutiendo sobre si era el viento o la bandera lo que se movía. Dijo: “lo que se mueve no es el viento ni la bandera, sino tu mente”.
III.
No hay seres sensibles que puedan ser liberados por el Tathagata. ¡Si ni siquiera el yo tiene existencia objetiva, cuanto menos la tendrá algo distinto al yo! Así que ni el Buda ni los seres sensibles existen objetivamente.
Huang Po
No existe tal “cosa” como un sueño (como tampoco existe un espejismo, una ilusión o una alucinación). El sueño, en tanto que cosa-en-sí, no tiene nada que ver con eso. Solo hay los fenómenos del ensoñar aparente, del mismo modo que existen diez mil fenómenos debido a la visión, la escucha, el olfato, el gusto y el conocimiento aparentes, pero los objetos aparentemente percibidos a través de los sentidos no son, en modo alguno, entidades.
Solo existe una percepción de objetos aparentes moviéndose en un espacio aparente y en una secuencia temporal también aparente.
En la vida cotidiana los aparentemente “otros” seres sensibles que perciben sensorialmente los mismos fenómenos que nosotros, sincronizados en el mismo tiempo aparente, son también fenómenos, mutuamente percibidos o mutuamente no percibidos, pues no existe nada salvo la percepción, de igual modo que en un sueño no hay sino el soñar. Cuando el soñante despierta, el sueño finaliza y carece de toda importancia cuestionarse por el “ser” de los fenómenos oníricos o preguntarse si siguen aferrados a sus actividades oníricas o si, por el contrario, están despiertos. Quien despierta no considera si sus semejantes sumergidos en el sueño-de-la-vida está despiertos o si siguen inmersos en el sueño, puesto que ahora sabe que ellos y lo que parecía ser él mismo no son más que objetos fenoménicos del supuesto soñante. En ambos casos, la realidad aparente del evento soñado se desvanece para siempre.
En lo que respecta a la ensoñación de segundo grado, es evidente, porque nosotros éramos el supuesto soñante y ahora estamos despiertos pero, en el sueño de primer grado o sueño-viviente, que es esencialmente idéntico, tenemos dificultades para comprenderlo porque nos hallamos inmersos en nuestro sueño e ignoramos que estamos soñando.
Sin embargo, dentro del sueño-viviente de primer grado tenemos la posibilidad de cobrar conciencia de este hecho y, en tal caso, cada uno que lo logra, puede reconocer que él no es la entidad aparente de su sueño particular que creía ser, sino el aparente soñante de su sueño, un reconocimiento al que se denomina Despertar”. No obstante, él no puede despertar a los “demás” de su sueño último, porque son solo sus objetos y no entidades que existan por sí mismas, igual que ocurría con él cuándo estaba dormido.
Cada soñante, por tanto, solo puede despertar de su propio sueño, es decir, del sueño en el que participaba como él mismo. “Los demás”, por consiguiente, no son sino nuestros objetos. Tal y como los conocemos, no son entidades dotadas de existencia propia y solo parecen ser tales en tanto que soñantes de su propio sueño, es decir, subjetivamente.
Al despertar, todo soñante descubre que era el aparente sujeto de todos los objetos de su sueño “viviente”, pero ahora ya no existe como objeto excepto en el sueño “viviente” de “los demás”. Él es pura subjetividad incondicionada mediante la cual ha sido soñado, en la misma medida en que los demás seres aparentemente sensibles también son soñados y cuya aparente sensibilidad no es más que eso.
Cuando despierta de su sueño descubre que no era él quien soñaba, sino que era soñado. Nunca ha habido ningún soñante, lo único que existe es el fenómeno del soñar.
Eso es el sueño “viviente”, es decir, una objetivación en la mente en la que las entidades aparentes no son tales, cuyo soñante nunca existe como objeto y nunca puede ser objeto, puesto que no hay tal “cosa”.
XXVIII. OBJETOS PERDIDOS
-¿Existe usted?
Nouménicamente siento que soy, pero no puedo encontrarme a mí mismo. Y lo mismo ocurre con usted y con el resto de los seres vivos.
-¿Cómo puede ser tal cosa?
Por la misma razón que no podemos ver nuestro propio rostro
-Pero usted puede ver mi rostro y yo puedo ver el suyo.
¡Eso es completamente absurdo! Nosotros no vemos nada de eso. Lo que vemos cuando miramos a otro o a cualquier cosa que podamos ver, no son más que objetos. Y nuestros objetos forman parte de nosotros, puesto que somos su sujeto.
Nadie puede vernos, porque no tenemos ningún tipo de existencia objetiva y no podemos ver a nadie porque los otros tampoco tienen ningún tipo de existencia objetiva.
Lo único que podemos ver son nuestras propias objetivaciones, sean estas cuales fueren.
-¿Entonces no existimos como objetos?
Ninguna cosa existe como objeto. Ese es el motivo por que el que no existe nada que posea entidad. El espacio y el tiempo son exclusivamente mentales, meros conceptos mentales.
-¿Entonces ningún objeto es independiente?
Ningún objeto es dependiente tampoco. Los “otros” son usted, sea lo que fuere lo que “ambos” sean y su aparente otredad forma parte de su mente fenoménica.
Considerada nouménicamente, la existencia fenoménica del ser es no-ser y podría ser denominada talidad.
-¡Empiezo a comprender!
Como…… cuando riendo preguntó, el monje a su maestro al alcanzar súbitamente el despertar o dicho de otra forma, cuando se descubrió a si mismo despierto, diciendo: “¿Eso es todo lo que es?”
-¿No existe nada por derecho propio? ¿Ni siquiera nosotros?
Absolutamente nada. De hecho, no hay ningún nosotros”, porque “nosotros” solo somos el objeto de algún otro como “nosotros”.
-¿Entonces que somos?
Una completa ausencia objetiva o dicho de otra forma, la presencia de ese-que-soy que es esto-que-soy.
-¿Todos nosotros somos eso?
Todos nosotros no somos “eso”, ni “esto” ni ningún otro tipo de concepto. No hay nada misterioso. Únicamente negaciones fenoménicas y la ausencia de todo concepto en relación (a la negación).
-¿Así pues no poseemos ningún tipo de ser positivo?
Positivo y negativo son conceptos fenoménicos y nosotros no somos, en modo alguno, conceptos.
-¿Entonces quién es el que vive?
Usted jamás podrá encontrar al agente de una acción, al pensador de un pensamiento ni al perceptor de una percepción.
Nosotros somos lo que no puede ser descubierto y lo que no puede ser descubierto es lo encontrado.
Mientras sigamos aferrados a la idea de que algo existe objetivamente, aunque sea más pequeño que la centésima parte de un grano, ni siquiera el perfecto dominio del Canon de Mahayana no permitirá vencer a los Tres Mundos.
El Mahayana solo puede proporcionarnos esa victoria cuando todos y cada uno de esos diminutos fragmentos son vistos como vacuidad.
Huang Po.
No hay “yo” ni “otro”. No hay deseo equivocado, odio, ira, amor, victoria ni derrota. Solo hay que renunciar al error de los procesos del pensamiento conceptual para que nuestra naturaleza descubra su pureza primordial. Ese es el único modo de alcanzar la iluminación.
Huang Po
XXIX. LAS INTENCIONES
La mente solo se desembarazará de los objetos evitando las intenciones.
Shen Hui
Solo alguien que cree vivir en función de su propio placer puede albergar intenciones. Porque ¿Cómo podría albergar intención alguna si realmente supiera, que en tanto que entidad aparente, está siendo vivido?
Quien sabe que está siendo vivido también sabe que, en tanto que tal, no puede ser sujeto de otros objetos. Dado que, al ser vivido, él no es sujeto y tampoco los objetos pueden ser suyos.
Por tanto, cobrar conciencia de que uno está siendo vivido equivale a saber que uno no es y, saber lo que uno no es, es saber lo que es.
II.
Cuando no hay “intenciones” no es preciso elaborar ningún tipo de concepto sino simplemente actuar. Según sostienen los maestros, no es posible transcender las conceptualizaciones reprimiendo los conceptos, sino absteniéndose de la volición.
Shen Hui afirma: “La persona que no alberga intenciones deliberadas permanece libre de conceptualizaciones (Wu nien)”. Así pues, la actividad volitiva de la mente es de naturaleza conceptual, mientras que su actividad no-volitiva es wu nien.
Sin embargo, debemos comprender que wu nien no solo implica la ausencia de conceptualización, sino también la ausencia de su contrapartida negativa, es decir, la ausencia de la no-conceptualización y del no-pensamiento volitivo y conceptual, de modo que wu nien significa la ausencia de toda acción volitiva y también la ausencia de toda acción no-volitiva (es decir, de la inactividad o el no-hacer intencional, consciente o conceptual).
III. La volición
Sólo el yo-concepto puede albergar “intenciones”, puesto que “ego” y “voluntad” son sinónimos. Por consiguiente, la ausencia de uno también supone la ausencia de la otra.
La “intención” implica un acto de voluntad. El termino taoísta wu wei no significa la inacción fenoménica, sino la ausencia de acción volitiva. Y la ausencia de acción volitiva conlleva la presencia de acción nouménica, que es el tê, el aspecto dinámico del Tao. ¿Qué es pues la acción nouménica?
Hay una implicación positiva en la definición de Shen Hui de wu nien en tanto que doble ausencia, esto es, como la ausencia de no-pensamiento o de no-conceptualización, que es la presencia de esta ausencia, y como la presencia que constituye la talidad del pensamiento y que es, la acción espontanea. De ese modo, la acción nouménica o la acción no volitiva (wu wei), ya sea perceptiva, conceptual o somática es la llamada “no –acción” (no-volitiva y no –egoica) del sabio.
IV. la alegría de vivir
La mera evitación de las intenciones deliberadas puede conducirnos a la iluminación. SHEN HUI
El intento por parte de una marioneta “vivida” de dirigir su vida es esencialmente idéntico al de una marioneta “soñada” tratando de dirigir su sueño. Esa clase de tentativa s son la única realidad que no es dado conocer.
Pero nadie puede “vivir” ni tampoco hay nada que pueda “ser vivido” por ninguna entidad. Ambos casos se refieren a marionetas que reaccionan a los impulsos engendrados por condiciones psicológicas sobre las cuales carecen del menor control. Ni son objetivamente sensibles, ni son entidades, puesto que la aparente “sensibilidad” de ambos no es más que un reflejo de la Mente, y eso es lo único que son.
La noción de un yo que alberga intenciones es, en sí misma, un mero reflejo. Su cometido como origen de pretendidos actos volitivos es una fantasía, la fantasía que da lugar al sufrimiento. Así, en ausencia de la fantasía de ensoñación, tenemos la dicha del sueño profundo y, en ausencia de la fantasía de vivir, tenemos la beatitud del “nirvana” o de la vida despierta.
La volición es la causa temporal del conflicto psicológico, mientras que la intención deliberada es la causa temporal del conflicto físico. En la intemporalidad no hay intención y, sin intención, no hay contrapartida a la beatitud, un término que constituye una indicación convencional para referirnos al estado del ser incondicionado y desprovisto de todo elemento de objetividad.
La volición, por tanto, es la cadena psicológica que mantiene al individuo fenoménico confinado en su aparente esclavitud, puesto que la volición es el pseudosujeto tratando de actuar independientemente de la fuerza de las circunstancias, un pretensión cuyo absurdo resulta manifiesto.
Las enseñanzas de los maestros de todas las escuelas de liberación afirman de un modo u otro, el “Hágase tu voluntad”, es decir, el intento de liberar al pseudoindividuo de las cadenas de la volición mediante el conocimiento, la práctica y la estrategia ya que, cuando se abandona la volición, desaparece la esclavitud.
Las doctrinas más puras (Ramana Maharshi, Padma Sambhava, Huang Po, y Shen Hui), nos enseñan que basta con el análisis para comprender que no existe ninguna entidad que pueda tener volición efectiva y que un acto aparente de la volición, cuando está de acuerdo con lo inevitable, solo puede ser un gesto vano y, cuando está en desacuerdo, el mero revoloteo de un pájaro enjaulado en los barrotes de su jaula. Esta comprensión nos permite permanecer alegremente en paz.
Cuando éramos niños, podíamos ir a la feria y fingir que conducíamos un coche de carreras. El coche tenía un volante que parecía reaccionar a nuestros movimientos pero, en realidad el vehículo era conducido automáticamente desde abajo. Dado que uno giraba instintivamente el volante en la dirección en la que el coche debía ir, no era difícil creer que era uno el que lo controlaba y resultaba difícil dejar de tratar de dirigirlo y permitir que se moviese solo, porque eso podría ocasionar un desastre. Exactamente así es nuestra forma volitiva de vivir.
La vida no-volitiva es una vida plena de alegría.
Ser “vivido” como una no-entidad constituye una vida subjetiva en la que no cabe el sufrimiento, en la que no hay lugar para la preocupación y en la que todo es-lo-que-es y debe ser. Porque está “intención” es la responsable de la concepción dualista y la comparación subsiguiente de los opuestos interdependientes, uno de los cuales es “positivo” y el otro “negativo”.
Esta es la vida nouménica a la que también podemos denominar “reintegración”.
XXX. LA VIDA NO-VOLITIVA
La psicología ha reconocido desde hace tiempo que los sueños son una expresión de la satisfacción de los deseos. Es innecesario recurrir a la ciencia para constatar que nuestras fantasías diurnas también constituyen una forma de satisfacción ilusoria de nuestros deseos. Tanto el sueño como el ensueño, son manifestaciones del “ego” o el yo conceptual, es decir, de aquello que constituye la identidad egoica de nuestra individualidad fenoménica.
¿Acaso no es pensar en el futuro una modalidad de fantasía que valora muy positivamente a la probabilidad? ¿Y acaso pensar en el pasado, ya sea con satisfacción o con remordimiento, no es intrínsecamente lo mismo que contemplar el futuro con esperanza o temor? Ambos casos constituyen un ejemplo factico de satisfacción, positiva o negativa, de nuestros deseos y ambos son por consiguiente, actos volitivos.
Es por ello que los Maestros sostienen que no hay nada que pueda ser alcanzado, que no hay nada que pueda ser asido, poseído o atrapado y que, en consecuencia, deberíamos ignorar tanto el futuro como el pasado. Ese es también el motivo por el que se nos dice que el pasado y el futuro no existen, que no son más que suposiciones o aparatos teóricos de la vida dualista. Ambos, el futuro y el pasado, son imaginarios y puesto que solo podemos interpretarlos una vez que han ocurrido, nunca existen de otra manera más que como eventos en nuestra conciencia.
El pasado y el futuro son meros actos de la volición. Es por ello que la vida no-volitiva debe ser vivida en el presente o como dice Linssen, “Estando presentes en el presente”.
Esto es todo lo que una vida no-volitiva puede ser, pero ello no significa que exista como algo que está sucediendo.
Pues acabamos de decir que lo único que experimentamos es la interpretación de una percepción, ya acontecida, en el reflejo condicionado que conocemos como tiempo.
La presencia en el instante presente es eterna, atemporal y fenoménicamente incognoscible. Desde una perspectiva fenoménica el “estar presente en el presente” constituye la vida no-volitiva pero, desde una perspectiva nouménica, consiste en descubrirnos a nosotros mismos en la intemporalidad del ser despierto que es nuestra herencia eterna.
El Tao, el Sendero sin sendero, tiene una Puerta sin puerta, como el ecuador, separa el hemisferio Norte del Sur, separando y uniendo así ilusoriamente lo fenoménico y lo nouménico, el samsara y el nirvana. Es la puerta de salida de la cárcel que nos confina a la individualidad, la forma de reintegrarnos a eso-que-somos y a su identidad más pura.
XXXI. LA ILUSIÓN ULTIMA
La ilusión de la acción voluntaria
El objeto fenoménico se halla completamente condicionado (es decir, está subordinado a causa y efecto.)
El sujeto fenoménico es completamente ilusorio.
Lo incondicionado no puede tener atributos (como la voluntad por ejemplo).
En la temporalidad (supeditada a la noción de tiempo), la volición es una apariencia, un fenómeno, y como el resto de las apariencias, un elemento aparente del mecanismo de la vida. Carece de naturaleza propia (carece de toda identidad) y podríamos decir que su única existencia es su ausencia fenoménica.
Una entidad aparente es “vivida” o “soñada”, es decir, es el rol aparente que desempeña un “actor”. El personaje de la tragedia no participa en las decisiones, la aparente volición no es más que una pretensión inherente a la parte y la energía mediante la cual esa parte se representa no está supeditada a acto volitivo alguno. Porque el “actor” no es una entidad, sino Solo-Mente.
Nota: la enseñanza del Buda, de que no hay nada que alcanzar es muy significativa a este respecto, porque este término se refiere a los actos volitivos.
La llamada iluminación no solo no puede ser “alcanzada” por nadie sino que tampoco fue “obtenida” por el Buda, puesto que la realización no depende de la volición.
XXXII. TAO
La Doctrina es la doctrina de la no-doctrina,
La Práctica es la práctica de la no-practica,
El Método es la meditación de no-meditación
Y el Cultivo es el cultivo del no-cultivo.
Esta es la Mente de la no-mente, que es wu sin,
El Pensamiento del no-pensamiento, que es wu nien,
La Acción de la no-acción, que es wu wei
Y la Presencia de la ausencia de volición, que es el Tao.
XXXIII. LA ERRADICACIÓN DE LA ESCLAVITUD
CAUSA Y EFECTO son manifestaciones temporales pero, desde una perspectiva intemporal, ambos son idénticos. En el tiempo, la volición constituye un factor causal (una causa inmediata) pero, en si misma considerada, es un efecto.
Cuando la Mente que informa (el factor inefable y no-objetivo que da forma a toda apariencia) resplandece a través de la niebla resultante de la identificación con los objetos fenoménicos, la volición se torna ilusoria, puesto que es de la misma textura que la bruma.
La causa y el efecto siguen operando, pero la volición en tanto que factor causal ha sido eliminada. La vida del cuerpo se halla regida todavía por la causalidad, pero el aspecto fenoménico de la mente, el aspecto dividido (dual) de sujeto-y-objeto se libera de todo aquello que depende de la volición, el afecto y el intelecto.
XXXIV. UNA RECOMENDACIÓN PERSONAL
Si se ha comprendido lo dicho hasta aquí, ¿puede existir acaso razón alguna para seguir viviendo sometido a la identificación con el “yo” psicosomático, ahora que sabemos que no somos eso? ¿No hemos comprendido que el “yo” tan solo es nuestro propio objeto perceptivo y conceptual y que, en consecuencia, nunca puede ser lo que somos?
Si es así, somos libres para renunciar a esa fijación y vivir de acuerdo a lo que somos, porque cada cual “es como es” y siempre debe ser eso, independientemente de las nociones ilusorias en las que nos hallemos atrapados. ¿No podemos simplemente vivir “libres” sin tener que abandonar por ello las asociaciones “de toda nuestra vida”, “la situación vital en que Dios nos ha colocado”? ¿ No podemos acaso abstenernos de representar el papel que nos ha tocado desempeñar en el drama de la vida cotidiana, en el sueño de nuestra propia vida, del mismo modo que hace un actor, sencilla y dignamente, sin permanecer identificados con nuestro papel o cuanto menos, sin “tomárnoslo” demasiado a pecho”? En tal caso, la envidia, el odio desaparecerán de nuestra vida, la venganza dejará de antojársenos deseable, seremos invulnerables y también conoceremos el porqué de todo ello. De ese modo ya no habrá nada que pueda hacernos daño. En tal caso, el amor y el odio se verán reemplazados por la bendición universal, manifestada en tanto que bondad y alegría hacia el mundo que nos rodea y que en ese momento, reconocemos como nosotros mismos.
Podemos considerar que esto es lo que significa vivir nouménicamente en lugar de vivir fenoménicamente, aunque es posible que la vida nouménica pura suponga un mayor grado de comprensión, similar al manifestado en sus “vidas” por los grandes sabios. No obstante, cualquier tipo de gradación siempre es conceptual y el hecho de reconocer la existencia de “grados” nos aboca a la vida fenoménica. Sea cual fuere su grado de identificación, todo ser vivo no es más que la mente del Buda (que es todo lo que un buda es).
Los sabios no se atienen a ninguna pauta preestablecida de santidad y en consecuencia sus manifestaciones fenoménicas son en ocasiones bastante crudas. Su fenomenalidad son se halla confinada a sus funciones corporales. Nuestras ideas preconcebidas acerca de la conducta de los sabios son meros conceptos y su comportamiento no debe ser imitado. Lo único que tenemos que hacer es vivir nouménicamente, lo que implica cobrar conciencia de que la conciencia no es consciente de sí misma y de que no hay espacio alguno para conceptualización.
¡Hagámoslo! Es que evidente que somos libres para hacerlo. Tal vez esta sea la única libertad de que disponemos, aunque la nuestra solo es una libertad fenoménica. “vivir libres” significa ser “lo que somos”. ¿Acaso no podemos hacerlo ahora mismo? Pero, tal vez, fuese más adecuado preguntarnos si podemos dejar de hacerlo en algún momento. No se trata siquiera de un “hacer”, puesto que es algo que está más allá de la acción y de la inacción. Se trata simplemente de ser-lo-que-somos.
Esta es la única “practica”.
XXXV. TAO
La Doctrina es la doctrina de la no-doctrina,
La Práctica es la práctica de la no-practica,
El Método es la meditación de no-meditación
Y el Cultivo es el cultivo del no-cultivo.
Esta es la Mente de la no-mente, que es wu sin,
El Pensamiento del no-pensamiento, que es wu nien,
La Acción de la no-acción, que es wu wei
Y la Presencia de la ausencia de volición, que es el Tao.
La doctrina original del Tao, representada por Lao Tzu y Chuang Tzu, ha sido considerada el sustrato primordial de todas las religiones. El componente taoísta en los primeros tiempos del budismo ch’an (Zen) ha llevado a concluir que el desarrollo del vehículo supremo (shresthayana) tiene tanto que ver con el taoísmo como con el budismo ch´an. Los textos originales de Lao Tzu y Chuang Tzu han sido preservados con mayor pureza en el ámbito ch´an que en cualquiera otra de las escuelas taoístas.
La comprensión sobre la volición que nos transmite este libro parece ser esencialmente taoísta y permanece velado tras una pantalla de términos técnicos cuya relación con la volición resulta menos evidente que inevitable.
Hay dos ideas que el ser humano rara vez está dispuesto a admitir. La primera es que no existe como individuo separado, mientras que la segunda consiste en que, por una suerte de mandato divino, no puede hacer lo que desea en el momento que quiere hacerlo. A pesar de que, para nosotros, esta sugerencia es insoportable, sin embargo, la individualidad y la libertad de elección son manifestaciones incompatibles con cualquier explicación satisfactoria del mundo, siendo asimismo inaceptables para toda interpretación esotérica de la religión digna de ese nombre.
En este trabajo Wei Wu Wei, se dedica a destruir impecablemente cualquier vestigio de lo-que-no-somos, en la esperanza de promover una comprensión que pueda revelarnos eso-que-somos.
El Tao, el Sendero sin sendero, tiene una Puerta sin puerta que, como el Ecuador, separa el hemisferio Norte del Sur, separando y uniendo así ilusoriamente lo fenoménico y lo nouménico, el samsara y el nirvana. Es la puerta de salida de la cárcel que nos confina a la individualidad, la forma de reintegrarnos a eso-que-somos y a su identidad más pura.
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