lunes, 7 de julio de 2014

EL SECRETO ABIERTO

Decían que el Buda poseía un secreto que reveló a Mahakashyapa, que es el bodhisattva a quien se le atribuye la creación del Vehículo Supremo, (representado por el Ch´an y el Zen).
Él fue el único que comprendió el sermón donde el buda se limitó a sostener una flor sin pronunciar palabra alguna.
 De vez en cuando algún maestro comentaba que el secreto solo es tal mientras no lo comprendemos.
Un secreto solo es algo que la gente no comprende. 
De modo que un secreto solo puede ser tal cuando no es guardado y si alguien habla de algún secreto, entonces es que no está siendo preservado.
Lo que no se mantiene en secreto es un secreto, y lo que se mantiene en secreto no es un secreto en absoluto.
De ese modo, este Secreto Abierto es un secreto que no parece tal.
Ese es el secreto que nunca ha sido guardado.
El Buda lo preservó en la India, Lao Tzu en China, y  ese secreto fue compartido por muchas personas anónimas.
Los que lo poseen no intentan mostrarlo, ya que no puede ser enseñado y solo es una distracción para quienes ya saben que buscar.
¿Qué es pues lo que tenemos que buscar?
Esas personas no lo enseñan, ya que no puede ser enseñado, pero nunca se niegan a ayudar a otros a verlo, como tampoco desperdician la oportunidad de señalarlo cuando se presenta.
Por supuesto, el religioso profesional consagra su vida a revelarlo con métodos y medios extraños, muchos de ellos erróneos, probablemente porque no puede ser comunicado, ni impuesto, y también porque ni siquiera es religioso.
Por consiguiente ciertos sistema religiosos lo consideran con recelo a pesar de que ese sea el mensaje del fundador de cada iglesia y de cada autentico profeta.
Por supuesto, la religión es un camino que puede conducirnos a ello, pero también genera sus propios obstáculos.
Sin embargo muchos de nosotros estamos profundamente interesados en ello y lo queramos o no, tenemos que tratar de encontrarlo.
Por esa razón intentaré revelar el secreto que siempre ha sido accesible, utilizando un lenguaje actual con tanto cuidado como sea posible.

PREFACIO
En la medida en que el sujeto permanece centrado en el objeto fenoménico, y piensa y habla desde esa posición, se identifica con ese objeto y, en consecuencia, también está esclavizado.
Mientras permanezca en esa condición, el sujeto identificado nunca podrá alcanzar la libertad, pues la libertad significa, precisamente el abandono de dicha identificación.
Así pues, si bien el abandono de dicho centro fenoménico constituye la única “practica”, ese abandono no es un acto realizado deliberadamente por el sujeto que permanece identificado, sino que es una no-acción (wu wei) donde el centro nouménico toma el control de la actividad fenoménica, libre de la interferencia imaginaria del “ego” ilusorio.

¿Estamos pensando, mirando y viviendo desde ese centro fenoménico imaginario?
Mientras sigamos haciéndolo nunca lograremos reconocer nuestra libertad.
¿Puede haber una declaración más clásica, más obvia?
¿Puede una declaración ser más importante?
Sin embargo, ¿Cuántos son los que lo secundan?
Así pues, ¿Puede alguna declaración ser más necesaria?

Nota: La expresión wu wei se refiere a la ausencia de cualquier interferencia por parte de la voluntad.
¿Qué significa la palabra  “yo” para los otros?
Yo siempre soy yo, independientemente de quien efectúa la afirmación, pero lo que es seguro es que no existe semejante identidad.






PRIMERA PARTE
Cuando arriba el Gran Despertar
Decimos adiós al gran sueño de esta vida
Y abrazamos la Unidad aniquiladora.
Entonces, nos adaptamos de manera perfecta
A todo cuanto ocurre
Completando, de ese modo,
El tiempo que nos ha sido asignado.
                                                               Chuang Tzu

1.       EL TIEMPO Y EL ESPACIO
Solemos malinterpretar la naturaleza e importancia del “tiempo” y el “espacio”.
No existen tales cosas (no de manera independiente), sino que solo poseen una existencia aparente, son meras “funciones” que nos permiten conocer los eventos desplegados tanto espacial como sucesivamente.
Tiempo y espacio acompañan a los eventos y posibilitan su desarrollo pero en sí mismos, no tienen existencia independiente alguna.
Tan solo son apariencias cuya existencia deducimos a partir de los eventos en los que participan tornándolos perceptibles.
Se trata de una hipótesis,  similar al éter o a símbolos parecidos al algebra o de inferencias psíquicas que nos ayudan a conocer el universo que objetivamos, pero que ni preexisten ni subsisten con independencia de los eventos a los que acompañan, si bien, cuando ocurren constituyen funciones de esos mismos eventos.

Donde no hay eventos no hay necesidad de tiempo” ni de “espacio” y, en su ausencia dejamos de estar esclavizados pues no queda nadie que pueda creer que está limitado.
El tiempo es una mera inferencia creada en el intento de explicar el crecimiento, el desarrollo, la extensión y el cambio y constituye una dimensión adicional de medición sumada a las tres dimensiones espaciales, que asociamos al volumen.
“Pasado”, “presente” y “futuro” no son sino inferencias derivadas de la interpretación de esa dimensión adicional que parece servir de base a la extensión.
Todas las formas de temporalidad, por consiguiente, son conceptuales e imaginarias.
De ese modo, la precognición solo es un modo de percepción desde una dirección adicional situada más allá del tiempo, donde las dimensiones inferiores son percibidas como una totalidad, de modo que los “efectos” de las “causas” son tan evidentes en lo que denominamos futuro como en lo que llamamos pasado.
Los eventos solo ocurren en la mente de su perceptor, individual o colectivo y, cuando son conocidos, se convierten en recuerdos.
Los eventos o los recuerdos de los eventos, no son más que experiencias mentales y objetivizaciones en la conciencia.

2.       EL PSEUDOPROBLEMA DEL “SUFRIMIENTO”
¿Quién hay capaz de sufrir?  Pues solo un objeto puede sufrir.
No soy un objeto (ningún objeto podría ser yo), como tampoco soy ningún yo-objeto o un yo-sujeto porque ambos serían objetos. Por eso, no puedo sufrir.
Pero el sufrimiento y su opuesto (es decir tanto el placer como el dolor) parecen existir.                                       Aunque se trate de meras apariencias, también son experiencias. ¿Pero quién las experimenta?
Son experimentados en apariencia a través de la identificación de lo que soy con lo que no soy o de lo que no soy cuando me identifico erróneamente con lo que soy.
Lo que soy no conoce dolor ni placer. En sí mismo, lo que soy no conoce cosa alguna, y en ninguno de ambos casos existe una entidad objetiva que afronte la experiencia.
No importa el grado de intensidad que puedan cobrar nuestras sensaciones porque, si bien en el sueño de la manifestación, son efectos de causas que tienen lugar en una secuencia temporal, sin embargo, con independencia de la secuencia temporal en que se desarrollan no son ni causas ni efectos.
No hay nadie que sufra. Solo parece que sufro a consecuencia de mi identificación ilusoria con un objeto fenoménico.
Lo que somos es invulnerable y no puede ser esclavizado.


3.       LA HIPOTESIS DE LA VOLICIÓN
I.
El mecanismo de la vida parece estar basado en la noción de que lo que hacemos los seres se origina en un acto de voluntad por parte de cada objeto fenoménico.
Es obvio, sin embargo, que reaccionamos en lugar de actuar y que nuestra vida está condicionada por el instinto, el hábito, la moda o la propaganda.                                                                                                                                                         Nuestra vida es, principalmente, una suma de reflejos que deja un campo muy limitado a la acción deliberada y consciente, es decir, a  la acción plena de significado que, puede parecernos consecuencia de la volición o de lo que denominamos un acto de voluntad.
No obstante, la volición tan solo es una hipótesis, puesto que por más que la busquemos, nunca podemos encontrar a la entidad que la ejerce.
Todo lo que podemos identificar es un impulso que parece derivarse de la noción del “yo”.
Carece pues, de toda justificación asumir que un impulso de esa clase es capaz de afectar a la cadena inexorable de causalidades o al proceso de manifestación que produce los eventos aparentes, a menos que ese impulso sea un elemento integrante de uno u otro proceso.

II. La volición
Así pues, la volición es una hipótesis ilusoria, una mera expresión energética por parte del concepto-del-yo que desemboca en frustración o en satisfacción, y que por consiguiente, sirve de inspiración y explicación a la noción del karma.                                                                                                                                     Sin embargo, como tales, los seres sensibles somos completamente “vividos”, y en consecuencia, nuestro fenómeno psicosomático está inexorablemente supeditado a la causalidad.                                               Esa es la razón por la que los seres sensibles, como el Buda afirmó, no somos entidades.
 Asimismo, esa es también la razón por la que, si bien no somos en tanto que fenómenos, entidades o cosas objetivas, sí que podemos decir que somos en tanto que noúmeno.
Y el noúmeno está, por definición, completamente vacío de cualquier vestigio de objetividad y por consiguiente, no es  y no puede ser, en ningún sentido, ya que cualquier modalidad de ser es necesariamente objetiva.                                A estas alturas el lenguaje es insuficiente y debe ser dejado atrás.
Todo lo que podemos afirmar al respecto es algo así como: “Eso que es la totalidad de los seres no es nada en sí mismo”.
Cuando no lo comprendemos, nos resulta insuficiente pero cuando lo comprendemos, nos parece claro y revelador, por la obvia razón de que, “en sí misma”, la comprensión es el noúmeno que realmente somos.
Sin embargo, hay que recordar que los fenómenos, como el término indica, solo son apariencias, no son sino el noúmeno, mientras que el noúmeno, ­­–  que es lo que verdaderamente somos aunque, en sí mismo, no es –    solo puede ser en tanto que fenómeno (es decir, como apariencia).
Por consiguiente, aunque la “volición” no existe, pues solo es una apariencia fenoménica, podemos afirmar nouménicamente, que es pudiendo ser considerada la objetivación del noúmeno.                                                     
En ese sentido, recibe los nombres de buddhi o prajna, es decir, la visión interior intuitiva cuyo conocimiento es todo lo que somos, puesto que nos permite ser solo en la medida en que la conocemos.
Todo simple y evidente hasta que tratamos de objetivizarlo en palabras.

III. Definición de la volición
La cuestión de la volición puede ser planteada preguntándonos quien es el que ejerce dicha facultad y experimenta sus resultados.
Fenoménicamente, existe una causa aparente que puede ser llamada volición egoica y un efecto psicológico que desemboca bien en satisfacción o en frustración.
El efecto de la “volición” condicionada no solo es consecuencia de causas de las que la volición misma es una causa-efecto intermedia, sino también del aparato psicosomático que experimenta aparentemente ese efecto.
Por su parte el efecto último de la “volición” no volitiva ­–conocida como wu wei o bodhi—es la integración.
Para que puedan  existir la volición y sus consecuencias derivadas hace falta la presencia de una entidad que ejerza la una y experimente las otras.
Si a pesar de nuestros esfuerzos, nos resulta imposible localizar a dicha entidad, entonces, debemos concluir que no existe nada similar a la volición a no ser como un mero concepto.
Nouménicamente, no podemos hablar de volición porque no hay yo alguno.
Fenoménicamente, solo la espontaneidad es no-volitiva.
Sin embargo, comprendiendo lo que no es la volición, podemos despejar el camino para que la volición no-volitiva pueda liberarnos, como objetos aparentes, de la esclavitud causada por nuestra identificación con los objetos, una identificación de la que, por cierto, nunca hemos sido prisioneros, no lo somos, ni lo seremos.

IV. Observaciones
La vida no-volitiva es una contradicción en sus términos (a menos que lo que se quiera expresar es que somos “vividos”).
La vida no-volitiva significa dejar de reaccionar a los eventos (o ser “vivido” por ellos) como resultado de dicha comprensión.
La comprensión intelectual es una causa condicionada, mientras que la comprensión intuitiva es una causa inmediata.
Porque causa y efecto solo están separados en el tiempo pero, intemporalmente, son una misma cosa.

4.       DECIRLO SIMPLEMENTE
I.
Solo un objeto puede sufrir, pero el sujeto y el objeto fenoménico son una totalidad que gira como una moneda cuyo cambio entre cara y cruz resulta imperceptible. En consecuencia,  dolor y placer nos parecen dotados de continuidad.
En cambio nouménicamente hablando, no hay objeto que soporte el dolor ni el placer.
El noúmeno es invulnerable y no puede ser  de otra manera, ya que constituye la faceta  inmanifestada de lo que somos todos los seres, mientras que el fenómeno es nuestra manifestación.
En consecuencia, en el dominio de la manifestación, tenemos que experimentar placer y dolor mientras que, en el estado inmanifestado, no experimentamos nada.                                                                                                                    Ambos aspectos son constantes y simultáneos, el uno eterno y el otro sujeto al tiempo (que acompaña a toda manifestación y posibilita la extensión de los eventos).
El noúmeno – eterno, ilimitado e imperceptible –  es lo que somos, mientras que el fenómeno–  temporal, finito y sensorialmente perceptible – es lo que parecemos en tanto que objetos separados.                                                       Los fenómenos están supeditados al tiempo. Sólo son ilusiones pasajeras en la conciencia que no son sino la manifestación del noúmeno en un escenario onírico (similar a cualquiera de los contextos mentales proporcionados por el cansancio, no son nada).                                                                                                                                                                      En ese sentido no podemos afirmar que, de manera fáctica, epistemológica, demostrable (y por consiguiente, objetiva), el noúmeno sea ninguna cosa o dicho de otro modo, el noúmeno no es nada con independencia de su manifestación como fenómeno.
Esa es la explicación de las “misteriosas” contradicciones enunciadas por los sabios: “La forma es el vacío y el vacío es la forma”. Por eso Huang Po es capaz de decir:
La gente descuida la verdad de este mundo ilusorio”.
“De ninguna manera puede diferenciarse entre el Absoluto y el mundo sensible”.
“Todo el universo visible es el Buda”.

Por su parte Hui neng también afirma al respecto:
Dado que nunca ha existido cosa alguna,
¿Dónde podría depositarse el polvo?”
“La plena comprensión debe preceder a la entrada en la Vía”.
“No olvidéis que, desde el principio, nunca ha existido ni existirá el menor vestigio
de nada perceptible (asible, alcanzable, o tangible).”
“Viendo una sola cosa, podemos verlo TODO”.
(Es decir todo lo que percibimos es la mente búdica o dicho de otro modo, que este intenso sueño es, en sí mismo, la mente búdica).
“Comprende profundamente este único principio y comprenderás TODO lo demás”.

“De nuevo, TODOS los fenómenos están desprovistos de existencia, aunque en este mismo momento no podamos afirmar que son inexistentes… Además la Mente no es la Mente…. y, de hecho, la forma tampoco es la forma.                       De ese modo, cuando comprendemos que no existen los fenómenos ni la Mente Original, comenzamos a captar algo de la intuición del Dharma que es transmitida silenciosamente de Mente a Mente.                                                              Puesto que los fenómenos y los  no-fenómenos son idénticos, no existen los fenómenos ni los no-fenómenos y, por esa razón, la única transmisión posible es la transmisión de Mente a Mente”.
“Asimismo, al contemplar la totalidad de los fenómenos, estamos contemplando la totalidad de la Mente.       Aunque todos los fenómenos están intrínsecamente vacíos, la Mente con la que se identifican no es un mero vacío”.

El capítulo 37 de las Crónicas de Wang LIng es, probablemente la declaración más clara y valiosa de la verdad última de que disponemos.
En ella se manifiesta – tal como evidencian las citas– que, viendo una sola cosa, podemos llegar a verlo TODO.
 ¿Pero a que se refiere esa única cosa y acaso la hemos visto? No cabe duda de que se trata, simplemente, de que fenómeno y noúmeno son uno.                                                                                                                                                                 Así pues, al diferenciar entre la Apariencia y su fuente, cuando ninguna de ambas existe más que conceptualmente, no debemos olvidar esa “única cosa”, es decir, que ambas son inseparables.
Sin embargo, en el momento en que percibimos esa “cosa única”, paradójicamente también dejamos de verla, ya que no puede ser “una cosa” porque entonces sería un objeto.                                                                                                                  De hecho, no podemos “verla”, puesto que estamos hablando de la visión que es no-visión donde no hay “nadie” que vea ni “nada” que pueda ser visto.
El ojo no puede verse a sí mismo. Lo buscado es el buscador y lo visto es el que ve, el cual nunca puede ser un objeto.                                                                                                                                                                                                                                   La “unidad” también es un concepto objetivo y por consiguiente, esa “cosa única” está vacía de cualquier rastro de objetividad.
Huang Po.

No lo podemos ver porque no somos en absoluto objetos y porque tampoco “eso” es un objeto.     Nouménicamente,  lo que “nosotros somos”, “eso” también lo es.
Así que estamos indisociablemente unidos el uno al otro, aunque la “unidad” no exista nouménicamente como un objeto ya que como acabamos de apuntar, el noúmeno no es una cosa.
Esta es la no-visión, la no-visión que nos permite verlo TODO, el principio único con el que se identifican todos los demás, el único problema que una vez resuelto, soluciona de inmediato al resto de los problemas, el centro de los centros desde donde todo puede ser percibido.

II
No obstante, si bien los objetos fenoménicos no somos sino noúmeno – o la manifestación del noúmeno– y podemos llegar a conocerlo, e incluso a comprenderlo, mediante el aparato psicológico fenoménico conocido como “inteligencia”, somos incapaces de “vivirlo” en nuestra existencia individual, espacio-temporal, conceptual y sometida a los procesos fluctuantes e ilusorios de la causalidad.
Aunque eso es lo que somos –  y a pesar del hecho de que, en eso, no hay nada que alcanzar, o poseer – para que podamos llegar a “vivirlo”, más allá de una mera comprensión objetiva de lo que es o de lo que somos, debemos des-fenomenizarnos a nosotros mismos, des-objetivizarnos y des-identificarnos de la subjetividad de nuestra individualidad proyectada y dominada por la noción del “yo”.
Ese ajuste ha recibido diferentes nombres pero, en ningún caso, puede ser considerado  una experiencia puesto que, a no ser en tanto que apariencia, no existe objeto alguno que pueda experimentarlo.
Se trata, en cualquier caso, de una metacognición que nos permite constatar la inexistencia presente y pasada de un apego o identificación imaginaria que, a la postre, solo es ficción.
Es un desplazamiento de nuestra subjetividad desde el objeto aparente hasta el sujeto último del que forma parte, desde el fenómeno hasta el noúmeno, desde la periferia ilusoria hasta el centro igualmente ilusorio (pues el infinito carece de centro alguno) y desde nuestra supuesta individualidad hasta el Absoluto universal.
Ese es el significado que reviste el despertar desde el sueño fenoménico de la “vida”, confinada dentro de los límites de la percepción sensorial y de la hipotética “volición”, hasta la infinitud impersonal del noúmeno, donde descubrimos que cualquier posible problema de la “vida” fenoménica desaparece sin dejar huella.










5.       UNA CONSIDERACIÓN DE INDOLE GEOMETRICA
Desde una dimensión superior, percibimos las dimensiones inferiores como una totalidad, de igual modo, que el volumen de un cubo contiene dentro de sí la longitud, la anchura y la altura.
Se sigue de ello que, para poder percibir el volumen, debemos ubicarnos en una cuarta dimensión adicional y, por consiguiente,  para poder percibir esta otra dimensión deberíamos entonces observarla desde una quinta.
Del mismo modo observamos el dominio fenoménico, que se despliega ante nosotros en tres dimensiones desde una cuarta dimensión que podemos denominar “duración” y cuyo carácter geométrico solo podemos percibir cuando desarrollamos la capacidad de observar desde dicha dimensión superior las otras dimensiones que ya nos resultan familiares.
De ese modo, la percepción fenoménica de las tres dimensiones habituales tiene lugar y es observada desde una cuarta.                                                                                                                                                                                                                           
Así aunque nosotros podemos percibir el volumen de las apariencias, es muy probable que algunos seres solo perciban en dos dimensiones – superficies planas horizontales o verticales–  y que para ellos, nuestra tercera dimensión­­—el volumen –   sea una inferencia de la que no son conscientes, aunque estén observando el mundo desde ahí.
Si equiparamos el dominio fenoménico con la percepción tridimensional, entonces ¿Cómo no asumir que una de las características fundamentales del noúmeno es la percepción desde una dimensión superior?                                               
Y, si esto es así, entonces desde una  perspectiva geométrica podemos decir también, que lo que denominamos “despertar” significa el despertar a una esfera adicional de visión, que lo que denominamos “liberación” es la libertad de la visión cubica en la que estamos confinados y que la “iluminación” es el súbito vislumbre de un “universo” adicional capaz de contener a la oscuridad limitada en la que nos movemos a tientas.       
Así pues, esos tres términos no se refieren más que al desplazamiento del sujeto hacia su propio centro, donde puede percibir el mundo desde una nueva perspectiva  más rica y completa.
Teniendo eso en cuenta, podemos decir que los individuos “despiertos” son aquellos capaces de percibir desde una dimensión adicional – esa desde la que normalmente observamos y que, por tanto, también nos pertenece –, que no es sino la quinta dimensión.                                                                                                                                                                        
Por tanto, si hay alguna entidad que perciba el despertar, esa entidad tiene que percibir necesariamente la quinta dimensión desde un centro situado en una sexta.
En este punto, se hace necesaria la intervención de la metafísica para subrayar la inutilidad de la idea, teórica, de regresión perpetua.                                                                                                                                                                                      
Ya que no existe entidad alguna, sino tan solo percepción, todo ese proceso puede ser considerado como la interpretación fenoménica del noúmeno, algo que solo atañe al conocimiento ilusorio de la dimensión fenoménica y que solo puede llevarnos a comprender el mecanismo aparente mediante el que un objeto fenoménico puede llegar a percibir al noúmeno.
Sabemos que el “despertar” va acompañado de  la abolición inmediata, cuando no simultánea, de todos los “problemas” fenoménicos.                                                                                                                                                               
Es como un barril sin fondo donde desaparecen todos los contenidos confusos y, en consecuencia, “impuros” de nuestra mente fenoménica (que no es sino el aspecto fenoménico o el reflejo de la Mente).                 
En ese sentido, tratar de solucionar los problemas uno por uno se parece a cortar las cabezas de la Hidra mitológica tan solo para ver como vuelven a crecer.
Sin embargo, todos ellos desaparecen de manera simultánea cuando acertamos en su mismo corazón.
¿Esto es una definición de lo que antes explicábamos en términos geométricos?                                         
Hemos sugerido que el desplazamiento del centro desde la supuesta entidad (pseudocentro) hacia un centro más profundo es capaz de revelar una dimensión adicional donde percibimos las dimensiones inferiores desde una perspectiva más amplia.
Asumiendo que esta es la última perspectiva – o incluso si no lo es o si las perspectivas se proyectan ad infinitum –  ¿no es, en cualquier caso, una buena definición del significado del término “despertar”?

6.       YO NO SOY, PERO EL UNIVERSO ES MI YO”          Shih T´ou,700-790 d.C

Análisis lógico de esa intuición
Los objetos sólo pueden ser conocidos como consecuencia de la reacción sensorial de los seres a una variedad de estímulos.                                                                                                                                                                                      
Aunque esos estímulos parecen derivar de fuentes externas al mecanismo de reacción, no hay evidencia alguna de que sean independientes de dicho mecanismo.                                                                                                    
Los objetos por consiguiente, son una mera hipótesis, pues no tienen existencia demostrable con independencia del sujeto que los conoce.                                                                                                                                             
Dado que, no podemos conocer sensorialmente al sujeto como si fuese un objeto, el sujeto también es una mera hipótesis.                                                                                                                                                                                       
Puesto que es imposible demostrar la existencia real de sujeto y objeto, la existencia misma no es sino otra hipótesis conceptual que, metafísicamente, también resulta inaceptable.                                                                                
Por consiguiente, no existe ninguna prueba válida que demuestre que el mundo existe con independencia de la consciencia que de él tenemos los seres sintientes ni de que,  sea algo más que nuestro conocimiento del mismo o, dicho de otro modo, que el mundo y los seres sintientes no seamos idénticos.                          
Pero tampoco existe ninguna evidencia objetiva de la existencia de los seres sintientes —ya sea como sujeto o como objeto— y, por consiguiente, ambos son una mera deducción conceptual efectuada por la consciencia que los conoce.                                                                                                                                                                                                                 
Se deduce de ello que la "consciencia" también es una mera suposición conceptual sin existencia demostrable.               ¿Qué significa, entonces, la aceptación de nuestra supuesta consciencia?                                                                            Esa pregunta sólo puede ser respondida en términos metafísicos, según los cuales podemos considerar que la consciencia es el aspecto manifiesto de lo inmanifestado, que es tal vez el modo más apropiado de expresar mediante un concepto algo que, por definición, es inconcebible.                                                                      
¿Por qué razón? Porque la fuente de los conceptos no reside en ellos, sino en eso que está más allá de los conceptos, porque eso que concibe objetivamente dimana de lo que no existe objetivamente y porque lo manifestado procede necesariamente de lo inmanifestado.    
 Los conceptos no pueden concebirse u objetivizarse a sí mismos de igual modo que un ojo no puede verse a sí mismo en tanto que objeto.                                                                                                                                                                       
Por eso, es posible afirmar que la consciencia es pura ausencia de conceptos.
Y decimos que es "pura" porque no está contaminada por los conceptos ni por la ausencia de conceptos, lo cual significa que hay una completa ausencia de conceptos tanto negativos como positivos.                                             
Al no existir en tanto que objeto —ni siquiera conceptual— no puede haber ningún "eso" ni "cosa" alguna a la que asignar un nombre.
Y, donde no hay objeto, también es imposible el sujeto, puesto que la completa ausencia de entidad se halla implícita de manera inevitable.                                                                                                                                     
Todo lo que podemos hacer con respecto a lo que somos es considerar que "eso" —que debemos objetivizar de algún modo para poder hablar de ello— es el noúmeno de los fenómenos.
Pero, dado que ni el noúmeno ni el fenómeno tienen existencia objetiva, también podemos decir que "eso" es, fenoménicamente hablando, la ausencia última de la que dimana toda presencia.                                                      
Sin embargo, la consciencia o la "Mente" no "proyecta" el universo fenoménico, sino que ES el universo fenoménico el que se manifiesta como su propio yo.                                                                                                                                         L
a metafísica —que sólo confía en la intuición o en la percepción directa— no nos dice mucho más al respecto y señala que ninguna palabra, como Absoluto, Logos, Dios o Tao, es más que un concepto carente, en sí mismo, de toda validez objetiva.                                                                                                                                                                           
Lo-que-es, entonces, no puede ser ni sujeto ni objeto.
No puede ser nombrado ni pensado y su realización —que constituye el despertar último— sólo puede ser indicada con frases parecidas a la que encabeza y cierra la presente sección:

“Yo no soy, pero el aparente universo es mi yo”.

7.       IDO CON LA MENTE (sobre el proceso del tiempo…..pasado, presente, futuro)

El pasado desaparece, mientras que el presente se convierte en pasado antes de que podamos conocerlo, es decir, antes de que los complejos procesos de percepción sensorial, comunicación y conceptualización hayan sido completados. En consecuencia, el presente también es inasible.
¿Y el futuro? No podemos conocerlo hasta que no se transforma en pasado, pues el momento Presente nunca puede ser conocido. ¿En tal caso, podemos llegar a conocerlo en modo alguno, dado que tampoco podemos conocer el pasado (puesto que ya ha desaparecido)?
 Ciertamente, no podemos conocer ni el futuro, ni el presente ni el pasado.
¿Cómo, entonces, existen si es que tienen existencia alguna? ¿Es posible que solo exista alguno de ellos? Y, de ser así, ¿de cuál se trata? ¿O acaso existen como una unidad que no se extiende en el espacio y el tiempo, puesto que estos solo cobran existencia aparente para que podamos conocer los eventos?
Obviamente, ninguno de ellos existe como una cosa-en-sí, es decir, en tanto que eventos objetivos independientes o como fenómenos separados de su conocedor.

8.       EL AYUNO DE LA MENTE
La vida fenoménica en nuestro aparente universo no es sino objetivización y todo lo que conocemos como “vida” se reduce a ese proceso.
Desde la perspectiva del ser humano, la vida es un proceso de objetivización continuo.                                                                 Con excepción del  sueño sin ensueños, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana, no cejamos en nuestra actividad objetivizadora que es el equivalente del proceso de manifestación porque, en el momento en que dejamos de objetivizar, el universo objetivo desaparece, al igual que ocurre durante el sueño profundo.
Por su parte, los monjes Ch´an se “sientan” para tratar de vaciar su mente poniendo en práctica el ayuno mental pues, cuando la mente “ayuna”, deja de estar sometida a la conceptualización.                                                                         Durante ese periodo, no emerge concepto alguno, ni siquiera el concepto-del-yo y, en ausencia de dicho concepto, la mente se “purifica” (es decir, se libera de todos los objetos).                                                                                     
Entonces, y solo entonces, reposa en su verdadera naturaleza, siendo lo-que-es y tal-cual-es.                              
Cuando ese estado se estabiliza recibe la denominación de “iluminación” y, en el caso de que revista un carácter temporal, el nombre de samadhi.
Mientras la mente permanece en dicha condición de ayuno y “vacío”, hay una total ausencia de objetos.        
Pero, en sí misma, la mente no está ausente, sino plenamente presente. No se trata, en ningún caso, de que la “objetivización” se vea  reemplazada por la “subjetivización”, puesto que ambos polos desaparecen, sino de que el “giro de la mente” – o el proceso de sujeto-objeto mediante el cual  el sujeto se objetiviza a sí mismo y se transforma en objeto y viceversa–  va perdiendo velocidad y reduciéndose progresivamente.                                                                      En su lugar, la mente deja de “hacer” y simplemente “es”.
En ausencia de objetivización, el universo aparente no es sino lo mismo que nosotros. Y esto es así porque lo que somos también es el universo aparente y el universo aparente también es lo que somos, es decir, una presencia dual y una ausencia no-dual que solo parecen separadas en su manifestación.

9.       ¿NO SOMOS TODO….?
I
¿Se percatan de que al escribir nuestras reflexiones sobre el budismo, muchos de nosotros expresamos nuestros pensamientos de tal manera que concebimos a nuestros interlocutores como seres sintientes dotados de existencia objetiva?                                                                                                                                                                                                       
¿Por qué eso es tan evidente, aun cuando el tema que nos ocupa sea la misma inexistencia del yo?   
¿Cuantos de nosotros no incurrimos en ese error? Y ¿cuantos textos hay en los que no se incurra en ello o no sé de por supuesto?
Sin embargo, la mayoría de nosotros sabemos que no es así y que no puede ser así.
Seguramente hemos leído el Sutra del Diamante donde el Buda repite en diferentes contextos que no existe nada similar al “yo”, el “ser” o la “vida” separado.                                                                                                                                 
Sin embargo, si no somos capaces de ver por nosotros mismos el porqué y el cómo de ese hecho, entonces, ¿no es razonable confiar, al menos provisionalmente, en las palabras del Buda cuando tratamos de aplicarlas?
Pero no. Es demasiado duro o excesivo formular pregunta alguna: el condicionamiento es muy poderoso.      
Sin embargo, a falta de ese conocimiento, de esa comprensión básica, ¿Qué podemos esperar?                          
No importa cuán grande sea nuestra comprensión porque ni siquiera hemos iniciado el camino, el sendero sin sendero que no conduce a nadie desde ningún sitio hasta ningún lugar.                                                                      
No tenemos maestros fenoménicos ni gurúes, sino que nuestros maestros y gurúes son inmanentes a nosotros mismos.                                                                                                                                                                                                            
¡Qué sonrisa tan amarga y sardónica parecen dibujar sus rostros cuando contemplamos en nuestro interior!
II
¿Quién entonces?
“¿Quién acaba de decir eso? ¿Quién ha dicho lo anterior? ¿Quién está escribiéndolo?                                                               
Pero también podemos preguntar ¿Quién está leyéndolo? ¿Quién está ahí para hacer – o parecer que hace–  una cosa u otra?                                                                                                                                                                                                
De verdad, ¡menuda pregunta! ¿Quién? Nadie, por supuesto, porque ¿Quién puede estar ahí?                                          
¿Pero eso no es evidente, axiomático, elemental? Desde el principio nunca ha existido “yo” alguno, en consecuencia, ese “quien” – que, nouménicamente, es una completa ausencia–  es ubicuo fenoménicamente.
¿Quienquiera que formule la pregunta, es ese “quien”?
Es el buscador que es buscado y lo buscado que es el buscador.
En cualquier caso, ¡él es ese “quien”!


10.   LA COMPLETA AUSENCIA DEL “YO”
A pesar de todas las apariencias en contra, los seres sintientes no podemos alumbrar ninguna otra cosa que no sean meros conceptos, pues objetivamente somos meras apariencias fantasmales, figuras oníricas que solo tienen una existencia aparente, imaginaria o soñada, tampoco podemos hacer nada con nuestro aparato psicosomático que no sean interpretaciones e imágenes ilusorias, ya que dicho aparato también es ilusorio.                                                          
De ese modo nuestra “existencia“   fenoménica es también una mera hipótesis. Todos los atributos a los seres sintientes – forma, percepción, conceptualización, intención, conciencia (los skandhas o agregados) –  solo son ficciones de la mente que “en sí misma” también es solo una hipótesis.
Todas nuestras acciones y movimientos – en su extensión y duración imaginarias que posibilitan su percepción sensorial (en la estructura del espacio-tiempo) –  son soñados o imaginados por un soñador que no posee ninguna marca individual u objetiva o, dicho de otro modo, por una mente que es una mera hipótesis.
Esa mente hipotética se divide en la Percepción Discriminadora (el polo subjetivo fenoménico de la mente) y en lo Percibido Discriminado (el polo objetivo de la mente).
Sin embargo, lo percibido es el perceptor, el discriminado el discriminador y los elementos subjetivos y objetivos solo parecen duales en su manifestación.                                                                                                                                              Aunque somos una cosa, parecemos ser la otra, aunque ambas no se oponen en el estado de no-manifestación.
Todo lo que podemos conocer forma parte de la fantasía de la vida y todo lo que podemos pensar sobre nosotros mismos también es parte integral de ese dominio imaginario.                                                                                                                 Los seres sintientes nos hallamos totalmente sumidos en él y no podemos apartarnos lo más mínimo de eso, al contrario de lo que suponen algunos cuando creen que somos los creadores de nuestro mundo objetivo.               Porque el mundo no es creado por nosotros, sino con nosotros como parte de su manifestación.
Esto se puede comprender mediante el ejemplo del sueño en el que podemos reflexionar cuando despertamos, mientras  que en el sueño de la vida, en cambio, estamos siempre dormidos y “nuestro” yo es una figura soñada o un objeto fenoménico del sujeto soñador.
Al igual que ocurre en la vida, nuestro “yo” soñado y aparentemente autónomo puede parecernos una marioneta carente de voluntad alguna cuando lo contemplamos retrospectivamente desde el estado del despertar.                        El sueño solo depende de esas figuras en la medida en que ellas forman parte del sueño.                                    Las marionetas – que creen que viven y actúan de manera autónoma– están siendo soñadas y manipuladas de manera total y absoluta como los títeres manejados por su titiritero.
Algo muy similar sucede con nuestra vida aparente, sobre esta tierra aparente, en ese universo aparente.
Todo lo soñado es el producto de la mente soñadora, del proceso de sujeto-objeto que llamamos “causalidad” que tiene lugar en la conciencia.                                                                                                                                                                               Pero no solo es parte integral de la conciencia, sino que es la conciencia misma y no hay nada diferente sin importar lo que sea.
 Pero, como tal, la “conciencia” solo es un concepto. No es ni una cosa ni un objeto, y por consiguiente, también carece de sujeto. Solo puede ser señalada como lo Inmanifestado, siempre que tomemos esa indicación como una manifestación de lo inmanifestado.
Sin embargo, no estamos afirmando en un sentido nihilista que los elementos que constituyen el sueño– cualquier sueño–  no sean nada, porque “nouménicamente” considerados, no cabe duda de que son “algo”.                                      Ellos son lo mismo que el soñador, es decir, cualquier cosa que sea ese-que-sueña.
De hecho, todo lo que sucede en el sueño es el soñador, algo que constituye el aspecto subjetivo de su conciencia, puesto que el objeto también es sujeto, el sujeto que lo informa y que subsiste en él.                                                                             Por consiguiente, ese “algo” que somos lo es “todo” mientras que subjetiva o nouménicamente, no es “nada”. Sin embargo, en tanto que “nada”, sigue siéndolo “todo”, es decir, una total ausencia fenoménica que también es una total presencia nouménica.                                                                                                                                                     Todo es nada y nada es todo. Es y no es al unísono, porque su talidad está más allá del ser y el no-ser.
Los elementos que constituyen el sueño SON la faceta subjetivizada de la conciencia (nunca la faceta objetivizada), un proceso que permite que los seres sintientes soñemos el universo transformándolo en nuestro objeto.

11.    ECOS – I
La noción de individuo, ego o el concepto-del-yo separado es un objeto.                                                                        
Me convierto en un objeto – inevitablemente–  cada vez que pienso en mí mismo.
Además, siempre que actúo como yo mismo es un objeto el que actúa.
De vez en cuando, sin embargo, actúo directamente, pero entonces no puede decirse que haya ningún “yo” presente.
“Yo” no tengo conciencia de nada. Lo que soy es la “Conciencia” en sí.

Expresiones positivas
El noúmeno es la esencia y la substancia del fenómeno.
Su esencia es el ser del Ser como tal, que es también la ausencia de No-ser.
El Vacío es la substancia de la Forma
La Forma es la manifestación del Vacío.

De nuevo
No hay conocedor con independencia de la “cosa” conocida.
No hay “cosa” que pueda ser conocida independientemente de su conocedor.
De ese modo, el “conocedor” (sujeto cognoscente) – del que la “cosa” conocida es la contraparte– no es independiente del acto de cognición.
En consecuencia, el “conocedor” y lo “conocido” no difieren entre sí, sino que son “no-duales”, esto es,  funciones cognitivas o elementos funcionales de un puro potencial que, como tal, carece de existencia fenoménica u objetiva, a no ser como su manifestación en tanto que conocedor-y-conocido.
El observador no puede observar al observador.

El-que-pregunta es el-que-responde.

“Si dices que nada es prajna, permíteme entonces escuchar lo que es”.   Hiu Hai.

De ese modo, ¿por qué denominarla “sabiduría”?

Definición de la “vida nouménica”
La vida nouménica consiste en mantener una relación no-objetiva con las cosas.
Para poder mantener una relación no-objetiva con todas las cosas, tenemos que vivir sin volición.
Vivir sin volición supone dejar de objetivizar, esto es, descansar en el puro pensamiento  que antecede al proceso (de interpretación) de “nombre y forma”.
Eso es lo que significa el nien de wu-nien, el hsin de wu hsin, el wei de wu-wei y también la expresión “movido únicamente por la voluntad de Dios”. Chuang Tzu.

No tengo existencia objetiva (como “yo”)
Ni existencia subjetiva (como “yo”)
Porque la “existencia del sujeto”
Convierte al sujeto en objeto, lo cual es imposible.
Solo existo como la existencia misma.

Haraquiri
Si renunciamos al apego
También debemos renunciar a la misma renuncia
Pero, dado que la renuncia es un acto volitivo,
Tendremos que renunciar a la voluntad misma.
¿Podemos renunciar a algo que nunca hemos poseído?
¿Podemos “hacer” o “tener” alguna cosa?
Comencemos localizando al “yo”.

La visión interior
Lo que somos es todo: cada objeto es su sujeto y nosotros somos “nuestro “sujeto.
La visión nouménica es la visión iluminada, mientras que la percepción fenoménica no está iluminada: esa es la única diferencia entre ambas.
¿Cómo es posible? Porque la visión nouménica contempla nouménicamente el fenómeno y, en este caso, el fenómeno es tan noúmeno como el noúmeno mismo.

Identificados con el no-ser, somos como un espejo.
Uno debe identificarse con el no-ser y reflejarlo todo. Esta es la verdad única y final”Hsieh ling-yun



12.    EL CONTINUO COSMICO
Un círculo tiene un centro. Pero el circulo cósmico es infinito y, en consecuencia, cuenta con un número infinito de centros, cada uno de los cuales es, a su vez, el centro de una totalidad, que, a la vista de su infinitud, no puede ser un circulo ni un no-circulo, de modo que ese centro tampoco es ni un centro ni un  no-centro.
Por consiguiente, dada su ubicuidad, el centro mismo es el círculo, con lo que la idea de que existen centros separados dentro del círculo infinito es un concepto vano.
Metafísicamente hablando, esa es la estructura del cosmos y una ilustración de la posición que ocupamos los seres fenoménicos en un universo fenoménico compuesto de cinco dimensiones, donde no somos algo ni  nada, ni centro ni no-centro, pues somos al mismo tiempo el centro y la totalidad.

13.   PASADO, PRESENTE Y FUTURO
El “pasado” está formado por las impresiones que dejan en nuestra memoria los eventos que se extienden en duración, siendo dicha extensión un dispositivo mental que nos permite percibir y concebir dichos eventos como sucesos consecutivos.                                                                                                                                                                                                Sin embargo, el pasado no existe como una entidad o una cosa-en-si-misma, sino que solo se refiere a un “evento” que se extiende en nuestra imaginación hasta alcanzar al evento siguiente y así ad infinitum.
El “pasado”, por consiguiente, solo es el modo que tenemos de consignar los elementos que van siendo reemplazados en la secuencia del “tiempo” hipotético.                                                                                                                                 Pero, si el pasado carece de consistencia independiente tampoco el presente la tiene, ya que es una pura construcción teórica carente de duración, mientras que el futuro tan solo es una especulación relativa a la posible extensión de los eventos en esa misma secuencia hipotética.
El desarrollo consecutivo de cualquier trama onírica constituye un aspecto de su mecanismo de manifestación, el cual permite que acabe siendo elaborado conceptualmente.
La atribución de  realidad a tales estratagemas es gratuita, no importa lo ingeniosas que sean.
Por consiguiente, la vida concebida como una seria de eventos consecutivos es más imaginaria que “vivida”.           Por su parte, el tiempo” – si es que es algo absoluto–  es de manera casi segura: ¡pura ficción!

Nota: la causalidad – dependiente del tiempo (duración y extensión) –  es un mero instrumento de laboratorio y, en sí mismo, algo ilusorio.

14.   ¿HAY ALGUIEN QUE PUEDA ILUMINARSE?
Si los seres sintientes no existimos como tales, ¿entonces, como vamos a tener la posibilidad de alcanzar la iluminación?
Somos conceptos, objetos o formas mentales ¡y los objetos no pueden dormir ni despertar!                     
Pero si bien fenoménicamente somos apariencias, nouménicamente nunca podemos estar dormidos.
El factor puramente subjetivo de la mente siempre permanece despierto, inaccesible a cualquier concepto, incluido el del tiempo.                                                                                                                                                                                                                 Sin embargo, el soñador parece identificarse, a través de la división mental, con el objeto que está soñando.             Por eso, el que debe despertar es el soñador individual identificado con su objeto…… es siempre el soñador quien despierta, nunca los objetos soñados.                                                                                                                                                                 El despertar de los objetos soñados no puede tener lugar en ninguna clase de sueño.

¡Soñador despierta!
La vida también es un sueño donde el “soñador” permanece identificado con su objeto mientras ronca ruidosamente.
 “El” y sus objetos comparten un sueño donde cada acción de dichos objetos oníricos es creada por el soñador.
Los objetos oníricos tan solo “existen” en la medida en que el soñador les da forma.                                        
Son completamente soñados y creados y, en consecuencia, comparten plenamente la “existencia” del soñador que los crea.
Sin embargo, la apariencia soñada no es sino la fuente de lo que sueña y solo esa fuente creadora es susceptible de alcanzar el despertar.                                                                                                                                                                               
Los objetos como tales nunca están dormidos, y por esta razón nunca pueden despertar. De hecho, jamás han existido en absoluto, puesto que carecen de toda naturaleza independiente.                                                                       
Por su parte, la mente que da forma a todos los sueños tampoco posee una naturaleza independiente, porque la mente  – plena o dividida–  no es una entidad.

Nota: los objetos que aparecen en cualquier clase de sueño son puramente imaginarios.  Son como la cuerda que se confunde con una serpiente, a pesar de que la cuerda tampoco existe independientemente del noúmeno.                      
En definitiva, es todo lo que somos en tanto que objetos.
15.   TATHATA

Al carecer de existencia objetiva, la “subjetividad” no puede morir, pues no hay nada en ella” que pueda extinguirse, nada que pueda nacer, ni nada que pueda llegar a ser.
Por tanto, debe ser eterna (más allá de la noción del tiempo).
Solo los objetos pueden nacer y morir. Solo los objetos pueden ser percibidos. Solo los objetos pueden ser pensados o concebidos y solo ellos parecen existir. Todo lo que “existe” es solamente apariencia (fenómeno).
El término “subjetividad”  quiere decir que si nada puede ser conocido, no es porque “eso” sea una cosa incognoscible, sino porque por definición, no es una cosa en absoluto.
A pesar de ello  “eso” es todo lo que es y todo lo que somos.
¿Qué es entonces? No es ningún tipo de “que” sino la ausencia de la pura ausencia fenoménica (ESO  que somos).

16.   VISIÓN
I
¿Cómo puede existir la “visión”? el objeto no reside en el exterior sino que está “aquí”, en mí mismo.
Yo soy él y él es mi yo. No hay objeto exterior alguno.
Por consiguiente, tampoco puede haber un sujeto interno.
¡Mi ojo es todo cuanto existe! Mi ojo y lo que quiera que haya detrás.
II
Una vez más
La conclusión es simple y evidente. No hay nadie que “ve” y ninguna “cosa” que pueda ser “vista”.
Lo “visto” es el “vidente” y el “vidente” lo visto. Esa es una de las posibles definiciones del noúmeno.                               
Esto es aplicable a cada uno de los órganos sensoriales que nos permiten conocer a los fenómenos.
El noúmeno no tiene más existencia que la que tienen los fenómenos puesto que ambos son meros conceptos de la “mente dividida” que, por su parte, desempeña las funciones de un sexto sentido que interpreta los datos que recogen el resto de los sentidos.
Pero lo que es cada uno de ambos, fenómeno y noúmeno, no reside “aquí”, ni allí ni en ningún otro lugar.
No podemos atribuir ningún nombre ni descripción a lo que queda porque, por definición, no es un objeto.
La subjetividad ultima no puede verse a sí misma, sino que es una “no-cosa” que se objetiviza como “cosa”, esto es, como totalidad de los fenómenos.
Por lo tanto, “eso”  no solo es la ausencia fenoménica ultima y absoluta, sino también la ausencia del concepto de “ausencia” que es la presencia absoluta.

Nota: el fenómeno es la objetivización del noúmeno o dicho de otra manera, el noúmeno es el sujeto objetivizado en tanto que fenómeno.

17.   LA LOGICA MÁS ALLÁ DE LA LOGICA
Mientras utilicemos conceptos y nuestra mente siga dividida, cada concepto está sujeto necesariamente a la Doble Negación,(Shen Hui) o a la Teoría de la Doble Verdad ( Chi Tsang), la cual viene a decir que, nouménicamente, esos conceptos no son ni no son.
Sin embargo, si invocamos a la mente total, no hay lugar para contrapartes duales ni regresiones infinitas, puesto que la declaración de que, “la plena ausencia fenoménica equivale a presencia nouménica” (o que la completa desaparición del ser supone la completa aparición del no-ser) no implica ninguna otra “cosa” más allá de tales conceptos duales.
Nouménicamente, no implica que ninguno de ambos o cualquiera de ellos sean o no sean, sino que nos dice lo que son ambos estados de manera absoluta.
El fenómeno es el noúmeno, el noúmeno es el fenómeno, el ser deviene vacío y el vacío deviene ser, de modo que lo dual es no-dual y lo no-dual es dual.
Cuando comprendemos lo anterior, la mente dividida deja de objetivizar con los conceptos dualistas.
Y una vez que transcendemos el proceso de objetivización, la función retorna a su fuente y la mente-total opera sin obstáculos.
La plena presencia nouménica y la plena ausencia fenoménica constituyen una UNIDAD: nunca pueden ser dos y  no hay otra posibilidad.
Independientemente de lo que los lógicos puedan afirmar semánticamente, esa es la declaración final que señala al absoluto en la medida que puede ser señalado.
Desde una perspectiva meramente semántica, estamos jugando con cinco conceptos distintos: noúmeno, fenómeno, presencia, ausencia y unidad.
Y eso es así porque persiste una supuesta entidad que objetiviza dichos conceptos, es decir, una entidad ocupada en conceptualizar objetos que no existen como tales.
Es la mente y no la bandera o el viento, la que causa el movimiento aparente” (Hui Neng).
Sin embargo no existe entidad alguna, ya que la supuesta entidad desaparece.
Lo único que permanece es la “mente” impersonal – la mente total que no tiene existencia alguna como objeto– , la fuente que no existe objetivamente y por consiguiente no es ni noúmeno ni fenómeno, ni ausencia, ni presencia, ni unidad,(que también es un concepto objetivo) sino que es pura y total ausencia de objetividad.
Se puede resumir lo anterior diciendo que somos la ausencia de nuestra ausencia fenoménica, es decir, la ausencia de un yo-entidad o de un “ente” que pueda concebir su propia ausencia fenoménica.

Nota: En el momento que es abolida toda noción relativa a una entidad subsistente y la mente-total es identificada, el pseudo-centro que objetiviza de continuo es abandonado automáticamente y la mente se reintegra a su fuente.
Pudiéndose decir que los fenómenos son el noúmeno objetivándose a sí mismo o bien que el noúmeno es el sujeto objetivándose a sí mismo en tanto que fenómeno.
No obstante, ni el fenómeno ni el noúmeno poseen existencia objetiva alguna.

18.   ¿SE REFLEJA EL HOMBRE-EN-LA-LUNA TAMBIÉN EN EL CHARCO?
¿Qué utilidad puede tener la declaración de que este o aquel objeto está vacío, ya sea conjunta o individualmente? No, los objetos como tales no son esto o eso, reales o vacíos, pues no son nada que podamos identificar aparte de la mente que los percibe.
Sin embargo, dicha “mente” también es una mera designación que se refiere, simplemente, a la misma percepción.
Los juicios que formulamos acerca de los objetos son tan absurdos como el resto de nuestros “problemas”, pues solo atañen a la mente misma.
Sin embargo, todos los problemas se esfuman cuando la mente dividida se transforma en una totalidad.
Intentar resolver nuestros juicios y problemas se parece a tratar de cortar en vano las cabezas de la Hidra para ver como vuelven a crecer.
Así pues, sujeto-y-objeto (la ausencia de ambos como conceptos separados, antes de que sean divididos) no son duales.
El sujeto se transforma en objeto y el objeto en sujeto. La dualidad es no-dual y la no-dualidad dual.
En suma, cuando devolvemos los objetos a su fuente, constatamos que esa fuente es la causa de su apariencia y que esta también es inseparable de su fuente.
De ese modo, tratar de manipular los objetos es tan absurdo como intentar curar una enfermedad eliminando los síntomas, o como manipular las cosas a través de sus reflejos.
Cuando los objetos fenoménicos retornan a la mente-total y dejan de ser enjuiciados por la mente-dividida, no queda entonces nada que juzgar porque los objetos son inseparables de la mente-total.

19.   SUGERENCIAS
¿Necesitamos un propósito puesto que no tenemos otra elección?

Cuando veo, todo lo que soy es “visión”
Cuando oigo, todo lo que soy es “audición”
Cuando siento, todo lo que soy es “sensación”
Cuando comprendo, todo lo que soy es “comprensión”

La verdadera visión es no-visión donde no hay nadie que vea
La verdadera audición es no-audición donde no hay nadie que escuche.
La verdadera acción es no-acción donde nadie actúa.
El verdadero pensamiento es no-pensamiento donde nadie piensa.
Solo la espontaneidad está más allá de la voluntad, puesto que carece de yo.

La plenitud de la acción es equiparable a la plenitud de la ausencia de quien la realiza. Solamente eso es acción pura.


No-nacido y no-muerto
No hay nacimiento ni muerte. El nacimiento y la muerte solo tienen existencia para los objetos.
La vida objetiva es fenoménica, pero lo que somos no es fenoménico: una sombra no es su cuerpo, como tampoco posee una existencia independiente de este.

La comedia
¡Aparentemente, el objeto fenoménico está intentando encontrarse a sí mismo en tanto que sujeto!
¿Cómo puede un objeto buscar a su sujeto? ¡Todo lo que es, es el sujeto y todo es llevado a cabo por el sujeto, de manera que no es sino el sujeto el que va a la caza de sí mismo!

Comentario
El “sujeto” que puede ser encontrado no es  una entidad, puesto que el sujeto nunca puede ser una cosa.
El sujeto del objeto es, en sí mismo, un objeto en tanto que “sujeto”, de igual modo que el objeto del “sujeto” no es, en sí mismo, nada sino sujeto.
Es decir, ambos son inseparables y a la vista de esa unidad, comparten papeles de sujeto y objeto de manera alternativa y simultánea.
Quizá todo esto no es más que  un juego de prestidigitación verbal, tal vez, pero no puede ser otra cosa porque si bien puede ser comprendido, no puede ser expresado en forma de proposición lógica.
Si reemplazamos los términos sujeto y objeto por noúmeno y fenómeno.
Todos los fenómenos no son sino noúmeno, pero no existe tal cosa como el noúmeno: el noúmeno es solo noúmeno en tanto que fenómeno.
Cuando reflexionamos sobre ellos, parecen distintos, pero ni siquiera tienen existencia como conceptos duales y, en ese sentido, ambos pueden ser agrupados en la categoría del fenómeno.
Constituyen una totalidad que no puede ser convertida en una cosa.
Esta es la comprensión esencial, pero no puede ser formulada de un modo lógico.

20.   EL PROCESO DE CONCEPCIÓN DE LAS APARIENCIAS
El universo aparente no emerge por mediación de los seres sintientes ni independientemente de ellos, sino que la apariencia de los seres emerge junto con el universo, simultáneamente.
Nuestra sensibilidad – o el aspecto perceptor de la mente–  es responsable de su interpretación en tanto que emergencia o manifestación, mientras que todos los fenómenos – o el aspecto percibido–  son pura apariencia.
La supuesta diferencia entre lo que concebimos como objetos animados o inanimados no es tal desde el punto de vista de los fenómenos objetivos. 
Por otro lado, si bien subjetivamente la conciencia no-aparente es responsable de la percepción, no es el origen ni la causa de la emergencia o la manifestación.
Afirmamos que, si bien los seres sintientes nos manifestamos directamente, el universo aparente, tal como lo conocemos , emerge o se manifiesta directamente a través de nuestra sensibilidad,(de nuestras facultades cognitivas-skandha) que, a pesar de ser conceptos, también son en sí mismas manifestaciones inmediatas de la mente-total.
La sensibilidad es el aspecto de la emergencia mediante el que todos los fenómenos son conocidos como tales, aunque, en sí misma, no es responsable de su surgimiento.
Así pues, la sensibilidad es el elemento dinámico de la manifestación – del que la apariencia es el elemento estático–  por medio del que nuestras facultades cognitivas interpretan las apariencias sin ser, un factor causal de las mismas.
El mecanismo aquí descrito es totalmente conceptual. Por consiguiente, no es una descripción de algo que exista realmente, sino tan solo un esquema que ilustra la posición y la función de los seres aparentes en el universo fenoménico del que formamos parte objetivamente, aunque solo seamos un elemento funcional desde el punto de vista de la percepción, la conceptualización y la interpretación.
Metafísicamente, no podemos afirmar que es porque el mecanismo de causalidad es completamente fenoménico.
Solo existe la manifestación aparente de la no-manifestación, y de esta última no podemos conocer nada excepto que carece de toda cualidad objetiva y que los seres sintientes mismos SOMOS lo mismo que “eso”.

21.   HOMENAJE A HUI NENG
La sustitución de la responsabilidad
Por lo general trasladamos la responsabilidad a los objetos, sin embargo carecen de toda responsabilidad ya que esta recae plenamente del lado del sujeto.
¿Dónde está la conciencia de todos esos fenómenos y que hace que podamos conocerlos?
Devolvamos la responsabilidad allí donde pertenece. Retornarla a su fuente (de donde, nunca ha salido).
Esa es la práctica de la no-practica.

22.   ¡AL INFIERNO CON TODO!
Desperdiciamos nuestra vida objetivizando de la mañana a la noche, con la excepción del sueño profundo en la que recuperamos nuestra cordura durante ese breve lapso de tiempo.
Consideremos la absurda idea de que hay una luna en el cielo, porque ¿Qué es la luna y que es el cielo y donde están situados ambos?
Sabemos la respuesta, lo que es la así llamada “luna”, cuál es su origen, donde se encuentra y todo lo referente al  “cielo” en el que se halla ubicada.
Pertenecen, como el resto de los objetos fenoménicos que objetivamos de continuo, o bien al dominio del sueño “dormido” o bien al del sueño “despierto”.
No está cordialmente harto de todo esto, muy bien, admírelo, haga lo que más le plazca, pero, no crea que “existen” como tales en algún tipo de localización.
Usted conoce donde y como “existen” y que su única “existencia” posible radica en el hogar al que pertenecen, es decir, allí donde los percibimos.
Eso es vivir la práctica.

23.   ECOS-II
¿Cómo una sombra puede eliminarse a sí misma?

No hay objetos independientemente del conocimiento que tenemos de ellos.
No hay conocimiento independiente de la cosa conocida, puesto que tampoco hay conocedor.
Esa es la razón de que fenómeno y noúmeno, Samsara y Nirvana, objeto y sujeto, no sean dos ad infinitum.
De ahí dimana la plena comprensión.

No hay ninguna “cosa” que obtener, buscar, observar en lo que respecta a lo que somos.
Solo podemos estar presentes cuando dejamos de buscar o de observar.

“Ser” es “devenir” puesto que implica duración.
Cada ser sintiente no es nada salvo la mente misma y en consecuencia, solo podemos encontrar la mente misma o al yo dejando de buscar, pues el mismo acto de búsqueda no es más que una proyección que nos aleja de lo que es.

Una entidad no puede ser libre.
No somos lo que  permanece esclavizado.
Lo incondicionado es vacuidad.
No somos lo condicionado.

Cualquier progreso aparente del que nuestro yo forme parte equivale a caminar en círculos.
¿Por qué, acaso somos algo más que un mero rumor?

Por más esclarecedora que resulte, la expresión “percepción directa”, a la mayoría le parecerá absurda, a una minoría un misterio y a unos cuantos un pálido reflejo de la luminosidad que brilla en su interior.
Pues la naturaleza de esa expresión parece impenetrable a las disquisiciones de la mente objetivizadora.

La esclavitud depende completamente de la noción de “yo” mientras que la liberación es la liberación de la idea de la liberación.

El “yo” del que somos conscientes solo es un objeto.

Con independencia de lo que seamos, estamos siendo “vividos”.  No viajamos,  estamos siendo “viajados”.
Recuerde: es como si estuviese un tren.
 ¡Trate de deshacerse de su equipaje y descubrirá que le acompaña de todas formas!

El “puro pensamiento” ve las cosas como aparecen, sin argumentar sobre ellas, sencillamente “ve, ve, ve”, sin deducciones.


Todo dicho y hecho
Yo soy todo, pero no soy ninguna cosa.
Los fenómenos son manifestaciones subjetivas (u objetivizaciones de la subjetividad).
Lo que soy objetivamente es la totalidad de la manifestación fenoménica.
Subjetivamente, soy lo mismo que todos los fenómenos.
No hay nada personal implicado en ninguna parte ni en ningún estado.
El meollo del problema consiste en que la noción de personalidad no es intrínseca a este proceso.




SEGUNDA PARTE

¿Qué nos queda por hacer?
Tan solo las maletas,
Ir a la estación sin ellas.
Subir al tren
Y despedirnos de nosotros mismos.

Es la única práctica, si es que hay alguna.

24.   LA LOGICA DE NO LOGICA
El significado del “noúmeno”
Tanto el fenómeno – es decir, la apariencia, la forma–  como su contraparte interdependiente – el no-fenómeno, la no-apariencia, o la no-forma –  son conceptos.
La fuente del fenómeno y del no-fenómeno, es el noúmeno.
El noúmeno, por consiguiente, no es el polo opuesto del fenómeno, sino la fuente del fenómeno y del no-fenómeno, todo lo cual es puramente conceptual.
Dado que los fenómenos son positivos o negativos, aparentes o no-aparentes,  son interdependientes entre si y no mantienen una existencia hipotética al margen de la existencia hipotética del resto.
El noúmeno es un símbolo que señala la doble ausencia fenoménica, es decir, la ausencia de ambos polos,  la ausencia del polo negativo que es también la ausencia del polo positivo (doble ausencia).
Filosóficamente, el noúmeno todavía parece demasiado dual, es decir, un concepto objetivo que requiere la existencia de un “conocedor” de la cosa “conocida”.
Pero, no hay nada cognoscible”, precisamente porque eso” (el noúmeno) también es el conocedor, y de hecho, todos los hipotéticos conocedores que fueron y serán.
Como tal, “eso” es inidentificable e incognoscible, porque no puede ser convertido en un objeto de nadie sino de sí mismo y “eso” nunca puede conocerse a sí mismo como  un objeto, de modo que el símbolo solo es una estratagema fenoménica concebida para señalar algo que no es una cosa.
Referirnos a ello con el nombre de Talidad, de Tao o de cualquier otro modo, es absurdo lógicamente puesto que “eso” no solo es el factor conocedor, sino también lo conocido y el aparente acto de cognición.

25.   UNA VIDA SIN LAGRIMAS
La existencia de la vida “no-volitiva” es imposible. Desde  un punto de vista lingüístico, constituye una contradicción en los términos pues el intento de vivir no-volitivamente ya constituye, por sí solo, un acto de volición, esto es, la volición de la no-volición que, como ocurre con todas las formulas negativas, solo es una variación de su contraparte positiva,  de igual modo que las declaraciones positivas son una variación de la contraparte negativa.
Sin embargo, son los hechos y no las conjeturas los que apuntan hacia algo cuya existencia fenoménica es posible, algo que también entraña el sentido de “ser vivido” y que nos acerca al significado de la “vida no-volitiva” ya que, en el proceso de ser vivido, no hay lugar alguno para la volición.
En realidad, estamos siendo completa y absolutamente vividos, como las figuras oníricas que aparecen en todas las clases y grados del sueño. No existe un factor como la volición que sea inherente al desarrollo secuencial de nuestras vidas.
La “volición”, no es un elemento operativo en nuestra vida fenoménica, sino que tan solo lo imaginamos.
De hecho, tan solo es una expresión del “ego” o del concepto-del-yo que cumple con su función y que puede ser visto como una pura mascarada, como una actividad mental, que debido al papel imaginario que le asignamos en la cadena de causas y efectos, produce las consabidas reacciones de satisfacción o frustración, dependiendo de si la acción está conforme con los eventos o bien se opone a ellos.
Por tanto, cualquier intento de inhibir voluntariamente la “volición” no supone cambio alguno en el desarrollo secuencial de nuestras vidas y tampoco reviste ningún impacto sobre los eventos, sino que el empeño de abolir la volición “egoica” solo sirve para que la ejercitemos y la hagamos cada vez más fuerte.
Por ejemplo cuando recibimos la instrucción de “no hacer”, eso significa dejar a un lado la actividad volitiva, ya que cualquier cosa que hagamos para “no hacer” será la consecuencia de un acto hipotético de voluntad por parte del supuesto “ego” o “yo” independiente. De lo cual se sigue que un acto similar no es más que una farsa.
Para poder llevarla a cabo esa instrucción debe ser el resultado o el efecto de una causa que forma parte de la cadena de causalidad y que en modo alguno puede verse afectado por un acto de voluntad por parte del supuesto ego.
Esa causa emerge como resultado de causas anteriores (en este caso, fruto de la comprensión) y podemos describir su plena actualización, metafóricamente hablando, como nuestra única libertad posible. (Por supuesto, no es “nuestra” y los fenómenos no pueden disfrutar de “libertad” alguna ya que en cualquier caso, la libertad es un concepto aplicable solo a los fenómenos. No obstante, la dimensión nouménica – que da forma a los fenómenos–  se manifieste directamente de manera que posibilite la emergencia o la “aparición” de la comprensión.)
Por consiguiente, la vida no-volitiva, el completo “abandono de todo” o el “dejarse vivir” mediante la transcendencia de cualquiera actividad volitiva, es algo que solo podemos abordar a través de la no-acción (wu wei), es decir, como consecuencia de la comprensión que acompaña a la identificación  de la dimensión nouménica de la praja o, si se prefiere, como efecto de la visión interior.
No parece que haya implicada interferencia alguna de la voluntad y, si la hubiere, tampoco parece tener ninguna influencia sobre los posibles efectos, a no ser que su ausencia o latencia –  o el no-surgimiento de la actividad egoica –  deja a la mente libre para la aprehensión directa o intuitiva, que se halla simbolizada por el exótico termino sanscrito de prajna.
La intuición, es directa, pero sus consecuencias nos parecen indirectas, porque desde nuestra perspectiva, lo que consideramos “directo” no es más que un supuesto efecto de nuestra “volición”, algo que forma parte integral de la ilusión de la individualidad separada y de la noción del “ego”.
Así, si bien la “volición” es la expresión de nuestro yo hipotético, en cambio, la vida no-volitiva o el “ser vivido” significa la vida directa, espontanea (wu wei) y al mismo tiempo, carente de sufrimiento.

26.   ¿POR QUÉ NO PODEMOS SER?
Toda existencia es objetiva.
Solo existimos en tanto que objetos de otros y, como tales, solamente en la conciencia que nos conoce.
Por su parte, nuestra experiencia del otro es un acto de cognición que solo tiene lugar en nuestra mente y que, de ninguna manera, afirma la existencia empírica del objeto conocido.
Nuestra existencia objetiva, por consiguiente, es un artificio mental, o sea meramente conceptual.
En lo que concierne a la existencia subjetiva, es una contradicción en los términos, pues implica, la objetivización del sujeto que, en tanto que sujeto-objeto, representa al “ser” hipotético que imaginamos que somos.
Pero subjetivamente no existe “yo” alguno.
Esto deja demostrada nuestra completa “inexistencia” a no ser como conceptos en la conciencia.

27.   TRANSCENDENCIA E INMANENCIA
Soy el soñador de mí mismo en el sueño donde aparezco pero lo que soy no es la apariencia objetiva (soñada) y, en consecuencia, tampoco soy una entidad.
No es el objeto el que despierta, sino la identificación del soñador con el objeto, que es la causa de su ilusión de esclavitud.
El despertar significa la desaparición del objeto y supone la disolución de la apariencia, la evaporación del sueño.
El despertar conlleva la desaparición de toda cualidad fenoménica.
El descubrimiento de que todas las apariencias objetivas son, de hecho, “subjetivas” y de que las entidades aparentes desaparecen en la apariencia total.

28.   LA VISIÓN INTEGRAL
La verdadera visión significa ver los fenómenos como noúmenos.
La visión nouménica consiste en mantener una relación no-objetiva con las “cosas”, mientras que la visión fenoménica supone el establecimiento de una relación objetiva con ellas.
La visión fenoménica ve los fenómenos como si fuesen nuestros objetos.
La visión nouménica ve los fenómenos como si fuesen yoes, es decir como lo que son, como su fuente y como nuestra fuente.
Esa visión consiste en no verlos como nuestros objetos sino como su sujeto, no objetivamente sino subjetivamente, no como si fuesen “externos” sino como si fuesen “internos”.
Significa reintegrar lo que permanece desgajado a su totalidad, que es todo lo que somos.
Esa visión verdadera, por consiguiente, no es visión (de alguna cosa por alguna cosa).
En un sentido último, no es ni visión ni no-visión, puesto que no queda objeto alguno que ver o que no ver, como tampoco queda sujeto alguno de ningún objeto.
La visión integral significa la reabsorción, la reunión, la reintegración de lo separado, el reencuentro y la reconciliación de la mente dividida.

Nota: tal vez sea mejor utilizar el término “apercepción” para referirnos a la visión verdadera.
29.   RUMORES – I
En ambas clases de sueño
Todos formamos parte de la fiesta.
Y esta prosigue aunque caigamos dormidos, porque nuestra entrada en el sueño también forma parte de la fiesta.

¿Recordamos?
Cuando miramos el reflejo de la luna sobre el agua, somos la luna mirándose a sí misma.

Somos una mera hipótesis. Solo los objetos son cognoscibles.
De ese modo, ellos son todo lo que puedo conocer acerca de mí mismo.
Por consiguiente, el universo aparente es todo lo que soy en tanto que “yo”.

Tenemos que dejar de mirar a los objetos como si se tratara de eventos separados de nosotros mismos y llegar a conocerlos en su misma fuente, que es la percepción que tenemos de ellos.

Mi único yo es otro. No hay otro que no sea yo mismo.

Hasta que no sepamos lo que somos
– o el fenómeno hipotético que creemos ser–
Nunca podremos conocer la inmensidad
Que es nuestro no-ser nouménico.

La intención puede convertirnos en santos,
¿Pero acaso puede impedirnos alcanzar la sabiduría?
Todo son meras apariencias:
No hay entidad alguna que pueda ser ninguna de ambas cosas.

Todas las modalidades de práctica se parecen a cazar dragones.
“Como el jinete que intenta cabalgar un caballo amarrado”.   Chuang Tzu
Todos desperdiciamos nuestro tiempo “cabalgando un caballo amarrado”.
El caballo no puede liberarse, pero nosotros podemos dejar de tirar de las riendas.

¿Cómo puede algo ser una ilusión? ¿Qué es ese algo? ¡No, no existe ninguna cosa que pueda ser ilusoria!
Y, puesto que no hay nada que sea ilusorio, la ilusión tampoco existe.
No, porque entonces, si fuese algo, habría alguna cosa y, en cualquier caso, estaríamos hablando de ser o no ser.
Esa es la verdadera visión.

¡Dado que las palabras se prestan a confusión, no debemos decir, “no hay que meditar”, sino que habría que decir, “Si no lo es, no le llamemos meditación pero, si lo es, ¡tampoco le demos ese nombre!”.
No son los demás ni yo quienes debemos aceptar la idea que usted tiene sobre lo que solemos llamar “meditación”, sino que es usted el que asigna a todo lo que hace un nombre que intenta definir lo que es en lugar de lo que no es. Solo, en caso contrario, cabría la posibilidad de discutir al respecto.
Las palabras deben ser utilizadas de modo que se respete su etimología o, al menos, que su sentido sea aceptado por el diccionario.

Si somos incapaces de odiar, simplemente tampoco podemos amar.
Y viceversa.

30.   ¡OH VIVO, VIVO!
Existe una creciente tendencia a sobrevalorar la importancia de nuestra vida en tanto que fenómenos individuales.
La frase “solo se vive una vez” se ha convertido en un axioma, entendiéndose con ella que “tenemos que aprovechar la vida al máximo”.
Con independencia de su origen no solo es una tontería total sino que es completamente desmoralizadora.
En primer lugar ¿existe alguna evidencia de que las cosas sean así? ¿No es cierto que hay muchas pruebas precisamente de lo contrario? Por lo menos esa es la opinión de la mayoría de Oriente.
Incluso si no fuese de ese modo, cabría preguntarse ¿en qué consiste “vivir” una “vida” supeditada a la noción del tiempo y quién o qué la vive?
La idea de que la “la vida es sagrada”, y no solo la humana, está muy desigualmente distribuida sobre la faz del planeta.
Descubramos lo que realmente somos y entonces, el sentido y la duración hipotéticas de nuestra experiencia fenoménica nos importaran muy poco.
¡Una vida larga y dichosa! A toda costa ¿y por qué no? ¿Pero acaso importa lo más mínimo? ¿Estamos preocupados por la longevidad de los peces, acaso?

Nota: la “vida” solo es la manifestación expresada en un contexto espacio-temporal completamente hipotético.
No existe, de hecho ninguna cosa” que comience o concluya, que nazca o muera.
Y en consecuencia todas nuestras experiencias no son más que fenómenos mentales.

31.   ELLOS LO DIJERON DE MANERA MUY SENCILLA
La etimología del término “fenómeno” significa lo que dice: Todas las cosas percibidas por los sentidos y conocidas por nuestra mente (que interpreta los datos de nuestros sentidos), no son más que “apariencias”, que interpretamos como eventos que se extienden en el espacio y la duración y que objetivamos en un universo exterior a la conciencia que los conoce.
Al mismo tiempo, solemos asumir que lo que conoce es el sujeto de la cognición y, como tal, una entidad independiente del objeto conocido.
Mientras subsistan esas creencias relacionadas entre sí, la idea relacionada de que estamos esclavizados permanecerá intacta, con todas las sensaciones dolorosas que acompaña.
Por eso solo podemos alcanzar la liberación de dicha “esclavitud” asumida cuando comprendemos la falsedad de todas las creencias responsables de nuestra presunta servidumbre, pues tanto nuestras suposiciones como nuestra “esclavitud” son meras apariencias, es decir, puros “fenómenos”.
La “apariencia” es lo que sugiere la misma palabra, es decir, no algo que “es” sino algo que parece “ser”.
Cuando lo comprendemos nos desprendemos de los componentes psicológicos de nuestra esclavitud puramente mental y solo resta el condicionamiento psicológico ocasionado por dicha esclavitud, que al igual que el resto, también acaba disolviéndose como consecuencia del proceso de descondicionamiento consistente en sustituir el concepto de “realidad” por el concepto de “apariencia” (o fenómeno).
La disolución de lo que conocemos como ”realidad” y “separación” de los eventos extendidos en el espacio y el tiempo conlleva necesariamente la disolución de la hipotética entidad del conocedor, con lo que ambos son percibidos como meros fenómenos o apariencias en la conciencia.
Cuando se lleva a cabo ese reajuste, tanto sujeto como objeto dejan de existir como tales y ya no queda entidad alguna  de la que pueda afirmarse que permanece “esclavizada”. Entonces la esclavitud desaparece por si sola.

Nota: ¿entonces quién soy yo? Si alguien pudiese responder a esa pregunta carecería de todo sentido, porque sería un nuevo objeto, tan fenoménico como todos los demás. 
Algún día conoceremos de manera natural lo que somos, “Sabrás por ti mismo si el agua está fría o caliente”,  es lo que los Maestros solían decir.
Dicho de otro modo, llegará el día en que nosotros mismos seremos ese conocimiento.

32.   LA DESAPARICIÓN DEL SUJETO
La razón por la que el conocimiento y la ausencia de conocimiento son idénticos reside en que todos los conceptos son objetivaciones.
La iluminación y la ignorancia también son idénticas en tanto que la una y la otra son conceptos objetivos.
Por consiguiente, quien pierde su yo objetivo también pierde su yo subjetivo y descubre la no-objetividad, que es ausencia de sujeto y objeto.
Los objetos no son “vacíos” ni “no vacíos”, no ya porque no sean ni esto ni eso, sino porque no son ninguna cosa” con independencia de la fuente de que dimanan.
La comprensión de la vacuidad de los objetos viene dada por la abolición consiguiente del sujeto de los mismos, una abolición que es imposible mientras sigamos percibiendo a los objetos como reales, puesto que sujeto y objeto son contrapartes interdependientes que por sí solas no poseen ninguna identidad.
Se trata, por tanto, de un mismo concepto fenoménico que si bien se manifiesta de manera dual, comparte su fuente en el noúmeno.
Puesto que por sí solo el sujeto nunca puede ser abolido directamente, el reconocimiento de sus objetos como meras apariencias propicia su abolición como sujeto hipotético de todos eso objetos.



33.   ¡DIGAMOSLO DE NUEVO!
La cualidad de “vacuidad” o “no-vacuidad” de los objetos no tiene relación directa con la eficacia de nuestra utilización de esos términos, puesto que solo hacen referencia a la inexistencia de los objetos como tales: los objetos no pueden estar “vacíos” o “no vacíos” ni ninguna otra cosa, pues no son cosas ni poseen cualidad alguna.
La afirmación de que el objeto está vacío o es vacuo o cualquier otro termino que prefiramos, solo consigue complicar la cuestión puesto que en este caso, todavía sigue habiendo un objeto que puede ser tal o cual cosa, tener esa o aquella cualidad.
Esa comprensión es un paso imprescindible para llegar a captar más profundamente que el objeto aparente debe ser localizado en su fuente y no en la dimensión de la manifestación.
La analogía hindú de la arcilla y el jarrón o la china del oro y la estatua del león, creadas por el alfarero y el joyero a partir de la arcilla y el oro, son imperfectas y pueden confundirnos puesto que constituyen un intento de representar mediante conceptos e imágenes objetivas ESO cuya principal cualidad es la ausencia de cualidades, cuyo único ser es el no-ser y cuya existencia objetiva consiste en la completa ausencia tanto de objetividad como de no-objetividad.
Como con todas las analogías su objetivo es hacer que nuestra mente retorne a su fuente, apartándola de la objetivación y devolviéndola a su centro, que es la no-objetividad última de la que dimana toda objetividad.
Por consiguiente, la destrucción del concepto de objeto como una realidad objetiva o una cosa-en-si-misma tiene el efecto psicológico de que, al aniquilar el objeto, el sujeto de dicho objeto  – el sujeto inmediato que se revela conceptualmente–  también es aniquilado.
Eso es algo inevitable puesto que el sujeto y el objeto fenoménico van siempre juntos. Son dos polos de una misma función que no puede desgajarse en ningún momento ni circunstancia.
Así que cuando aplicamos esta comprensión a los objetos y fenómenos, el sujeto acaba siendo eliminado.
Por eso, hay que tener en cuenta que lo más importante es la eliminación de la ilusión del sujeto, más que de su contraparte objetiva.
La ilusión del sujeto – basada en la individualidad, el yo o la voluntad separada que opera a través de la supuesta volición–  nunca puede ser aniquilada directamente porque eso solo provocaría el efecto contrario.
La vía negativa es el único modo posible de llegar a eliminar el pseudo-sujeto de los pseudo-objetos, que es el factor que obstruye nuestro conocimiento de lo que somos, y también el que nos impide “serlo” – por más que lo seamos–  y que lo vivenciemos en nuestra manifestación fenoménica.
Cuando esa comprensión se torna espontanea (esto es cuando es percibida de manera directa, natural y no-volitiva, cuando se percibe de modo inmediato antes de que se inicie el proceso de asignación de nombre y forma, y tenga lugar la interpretación temporal por parte del proceso-de-objetivización que “escinde” a sujeto y objeto), seremos libres de nuestra esclavitud, pues dicha esclavitud es una mera apariencia.
La percepción directa y espontanea es a lo que se referían los Maestros cuando hablaban de: “Un Pensamiento Verdadero es el Pensamiento Absoluto” o en palabras de Shen Hui “la identificación silenciosa con el no-ser equivale, a lo que se denomina iluminación súbita.
Asimismo es equiparable a la declaración de que si un solo pensamiento está de acuerdo (con la verdad), podremos alcanzar la sabiduría ultima del Buda” (sabiduría aquí se refiera a Prajna, la Subjetividad o la comprensión no-objetiva,).
Ese es el único “pensamiento” del que se habla y la razón por la cual se subraya que la eliminación de la realidad objetiva de los objetos es el principal método de comprensión.

Nota: en lo referente a la iluminación súbita del Abad Ming, Fung yu refiere lo siguiente: “la fuerza de la pregunta formulada por el patriarca condujo a la eliminación de sujeto y objeto.
Cuando han sido eliminados, el ser humano se unifica con el “no ser”, lo cual se describe como la identificación silenciosa con el no-ser.
Eso significa no solo que el ser humano debe comprender el no-ser, sino también identificarse con él.”

34.   RELACIÓN NO-OBJETIVA
I. Autorretrato
La relación no-objetiva con nosotros mismos no consiste en concebirnos como objetos, ya sean físicos o psicológicos. La constatación de que carecemos de toda cualidad objetiva, de que no poseemos ningún elemento objetivo y de que estamos desprovistos de cualquier vestigio de objetividad, equivale a conocer lo que somos lo que, en términos metafísicos, es la misma ausencia – o la ausencia en sí –  de la ausencia, la completa carencia de toda característica, atributo o cualidad objetiva o dicho de otro modo, la ausencia de las nociones de ausencia o de presencia de cualquier cosa perceptible o concebible.


II. Retrato de los otros
 La relación no-objetiva con los otros – es decir, con todos los fenómenos sensibles y no-sensibles –  consiste en dejar de considerarlos como nuestros objetos.
Sabiendo que, en tanto objetos, solo pueden ser apariencias en nuestra conciencia – carentes de toda naturaleza o cualidad independiente (como fenómenos) –, esa comprensión supone la eliminación de la confusión, que técnicamente recibe el nombre de ignorancia.
Sabemos también que nuestros yoes objetivos (aparentes) están desprovistos de naturaleza y cualidad, así que podemos constatar de manera inmediata que tanto el sujeto hipotético como los supuestos objetos solo son meras apariencias.
Entonces comprendemos verdaderamente que todos somos iguales, y ese es el significado de la palabra “conciliación”.
No hay “amor” implicado en ello, no solo porque el amor es una expresión del estado de separación, sino también porque esa modalidad de afectividad cruda llamada “emoción” es sustituida por la pura afectividad.
Ese es el significado del término Karuna, un sentido que también está relacionado con la palabra “gozo”.
De ese modo, no solo “amamos” a los demás sino que también “somos” ellos, por lo que nuestra relación fenoménica siempre es simple, directa y espontánea.
Como decimos, es la inmediatez cuya autentica naturaleza es el gozo.

35.   ¿PERO DONDE, DONDE…?
¿Por qué lo que soy no está ubicado ni fuera ni dentro?
Porque estoy estableciendo medidas desde “mi” propia cabeza. Ese es el error ubicuo y perpetuo
Aunque “mi” cabeza es el centro desde el que mido las distancias fenoménicas, el centro de lo que soy no reside ahí.
¿Dónde se halla entonces?
No reside en ningún “ahí”, sino que se halla en cada “aquí” y cada “aquí” reside en cualquier lugar.
“Mi” cabeza fenoménica no está situada fuera de lo que soy, porque lo-que-soy carece de “exterior”, como tampoco reside dentro de lo-que-soy, tampoco tiene “interior”.
Fenoménicamente, el centro de lo-que-soy reside en algún “lugar” mientras que, nouménicamente, reside en el “no-lugar”, allí donde coinciden plenamente el “donde” y el “no-donde”.
Cuando percibo directamente la realidad, “mi” cabeza solo es una interpretación conceptual elaborada por la mente que divide y objetiviza la realidad en tanto que sujeto y objeto.
En tal caso, ese concepto regresa a su fuente llevándose a “mi cabeza” con él.
Cuando me sitúo en la misma fuente de la interpretación conceptual, percibo directamente que el sujeto inferido del hipotético objeto también está ausente.
Careciendo de una “cabeza” objetiva, no puede quedar ningún “yo” subsistente capaz de sostener al objeto eliminado.
En ese momento, yo soy, pero no hay tiempo ni espacio donde pueda ocurrir esa experiencia y ningún “yo” que pueda ser.

II
¿Es suficiente con preguntar “quien”? ¿Acaso no es necesario también preguntar “donde” y “cuando”?
Solemos creer que, después de la eliminación del “quien”, el universo sólido y objetivo seguirá existiendo de manera completa en todos sus aspectos, con excepción de la ausencia de nuestro supuesto yo.
Tenemos que comprender que nuestros preciosos yoes comparte el Lebensraum (espacio vital) y el destino de su sujeto (cualquiera que fuere este), porque todo lo que podemos percibir y conocer a través de los sentidos forma parte de esa misma categoría fenoménica.  
Asimismo en ausencia de todos esos elementos y su medio, la duración imaginada para que los eventos evolucionen en la percepción también deja de manifestarse en la existencia aparente.
¿Se sigue de ello que, siempre que nos encontremos con un “quien” objetivo, también deba haber un “donde” y un “cuando” objetivos, y por consiguiente, que en ausencia de alguno de ellos, los otros también deben estar ausentes?
Pero, puesto que ni las apariencias del “quien” fenoménico ni del universo fenoménico desaparecen – como consecuencia de la apercepción  de que los fenómenos son meras apariencias –  tenemos que transcender la identificación con los objetos y por consiguiente, la liberación no solo se refiere al “quien” sino también al  “donde” y al  “cuando”.
De ese modo, el supuesto  “sujeto” fenoménico deja de creer en lo imposible y conoce, a la postre, lo que él y el universo fenoménico siempre han sido, es decir, algo que no conoce ni “quien”, ni “donde”, ni “cuando”.
Pero el juego prosigue e, independientemente del grado de despertar que pueda haber alcanzado, el “sujeto” fenoménico también permanece.
Desde su propia perspectiva, el “quien”, el donde y el “cuándo” son términos carentes de sentido, por más que siga utilizándolos como el resto de las personas, aunque la expresión “el resto de las personas” también carezca de significado en lo que respecta al quien”, el donde y el “cuando”.
Solo puede quedar entonces el impulso de tratar de hacerles comprender la ilusión de lo que consideran real y la realidad de lo que suponen ilusorio.

36.   LO QUE QUERIAMOS DEMOSTRAR
Nadie cree que no existe
Nadie ha creído jamás, ni creerá que nunca ha existido.
¿Por qué razón?
Porque no hay entidad alguna que pueda creer que no existe1. (Solo una entidad que existe puede pensar que no existe)
Ese es el significado de la declaración de que ni existe ni no existe2. (La relación existente entre lo-que-es y el concepto de “existencia-inexistencia´” es la misma que entra la luna y su reflejo en un charco).
¿Y entonces que es?
Todo lo que puede llegar a pensar que es
Es la ausencia de lo que no es.

37.   YO-YO: EL UNIVERSO QUE SOMOS
Cuando el sujeto mira, ve al objeto.
Cuando vemos al sujeto observando al objeto,
También se convierte en objeto y deja de ser sujeto.
Cuando el sujeto se mira a sí mismo, deja de ver cosa alguna, pues no queda nada ver ya que, como tal, el sujeto no puede ser convertido en objeto, y en consecuencia, tampoco podemos verlo.
Así pues, el sujeto es un “espejo-vacío”, es decir, la ausencia de cualquier cosa vista o de algo visible.
Sin embargo, no es ni “espejo” ni “vacío”, ni cosa alguna en absoluto.
 No es ni siquiera “eso”.
 Es la transcendencia del sujeto y objeto, que es la pura talidad.
Es la plena ausencia que es la presencia de todo lo que parece ser.
Tal vez pueda decirse mejor, pero no puede decirse mucho más.

Nota: Yo-yo, es la expresión utilizada por Maharshi para referirse al yo-ultimo.
El espejo-vacío es un brillante espejo resplandeciente que refleja el universo fenoménico y si bien lo revela todo, no retiene nada.

38.   MIENTRAS SIGAMOS….
Mientras sigamos creyendo que lo-que-somos es algo objetivo,
Mientras sigamos pensando que en nosotros  existe algo objetivo,
Mientras sigamos encontrando ridícula la idea de que lo que somos no esconde el menor vestigio de objetividad, mientras sigamos concibiendo al “yo” como algún tipo de entidad,
Mientras no seamos yoes invulnerables, intocables, inconcebibles e innombrables que actúan espontáneamente, estaremos esclavizados.
La esclavitud conlleva la identificación con el objeto fenoménico.
La identificación consiste, en la creencia de que lo que somos es un objeto psíquico o somático.
Una vez liberados de esa idea condicionada acerca de nuestra existencia objetiva personal, seremos libres.

Nota: Pero no es suficiente con pensar en lo-que-somos, sino también tenemos que dejar de pensar en lo-que-no-somos. Es necesario que todo nuestro potencial esté en condiciones de actuar sin mediación alguna.
La acción directa – como la percepción directa –  es anterior al pensamiento discursivo y ajena a la “volición”.

39.   ¿PRACTICA? ¿POR PARTE DE QUIEN Y SOBRE QUE?
Si, fenoménicamente, la iluminación es pura subjetividad, ¿cómo es posible que la manifestación de una apariencia pueda afectar a su fuente?
Los fenómenos no pueden incidir sobre el noúmeno, pues cualquier acción es de naturaleza fenoménica.
La sombra no puede influir sobre el cuerpo que lo proyecta, y de igual modo, la apariencia no puede afectar a la fuente de la que dimana.
Si toda acción aparente – y también toda práctica –  tiene su origen necesariamente en el noúmeno, ¿Quién es entonces el que practica?
Es únicamente el noúmeno el que “practica”. ¿Pero con qué objetivo?
El que practica y lo practicado son  uno.
Objetivamente, parecen separados desde el punto de vista de lo que no son pero, nouménicamente, están unidos en lo que respecta a lo que son.
Así pues, no hay prácticamente nada que practicar.

40.   HABLANDO DE DIOS…
I
¿Qué es Dios?  ¿Cómo podría existir tal cosa?
Es una creencia que está muy extendida.
Pero dios no puede ser un objeto.
Dios es el Sujeto, el sujeto ultimo de todos los objetos.
¿Incluyéndonos a nosotros mismos?
Él también es el Sujeto del sujeto-objeto, que es el modo en que solemos vernos a nosotros mismos.
¿Entonces como sujetos, también somos objetos?
Conceptualmente sí. Aunque actuamos como sujetos, nos concebimos constantemente a nosotros mismos como objetos, girando y alternando las posiciones de cara y cruz como una moneda.
Pero, subjetivamente, somos o podemos ser lo mismo que la Deidad.
¿Y qué significa eso?
La ausencia de lo que suponemos que somos, que es la presencia de lo que somos.
Nuestra completa ausencia objetiva que es, necesariamente, la presencia subjetiva de Dios.

Nota: lo cual no supone la extinción de los fenómenos objetivos como tales, sino que solo atañe a la identificación con el fenómeno objetivo que creemos ser.
No somos una “cosa” sin más bien, una “no cosa”.

II
Como objeto, Dios solo sería uno más entre una pluralidad de dioses objetivos.
Cuando concebimos a Dios, entonces lo convertimos en un dios más.
Cualquier concepto relativo a Dios es un ídolo. Cada oración u ofrenda dirigida a un objeto  nos es más que una oración dirigida a un ídolo.
La noción de ofensa solo puede surgir en las mentes de los adoradores de objetos e ídolos.
No es tanto la sinceridad de nuestras creencias como su grado de penetración metafísica.

41.   RUMORES –  II
La práctica de la meditación está representada por tres monos, que se cubren respectivamente, los ojos, las orejas y la boca para evitar la influencia del universo fenoménico.                                                                                   
En cambio, la práctica de la no-meditación ocurre dejando de ser el vidente, el oyente, o  el hablador                          mientras ojos,  oídos y boca siguen cumpliendo su función en la vida diaria. 

De igual modo que el tiempo es la cuarta dimensión del espacio, la proyección temporal del Sujeto nos lleva a suponer que el objeto es una entidad.

Para poder responder a cualquier cuestión acerca de lo que somos, nuestra mente debe dividirse en sujeto y objeto, pero, en ese caso, la respuesta no puede ser genuina ni integral.

Cuando la comprensión se evapora en las palabras, solo subsiste el eco.

Aunque los Maestros criticaban la realidad de los objetos externos, se referían de hecho, a la percepción de los mismos.
Esa crítica también se aplica a las imágenes objetivas de la mente.
Su negación tan solo persigue suscitar en nosotros un destello que nos lleve a comprender su naturaleza meramente conceptual y nos haga reconocer la fuente de la que dimanan todos los conceptos.

Nouménicamente, no existe entidad alguna que pueda ser esclavizada.
Fenoménicamente, no existe entidad alguna que pueda liberarse.

 La comprensión inmediata y no-mediatizada del Ch´an carece de cualquier especulación teórica.

Soy lo mismo que pueda ser Dios.

El supuesto e incomprensible misterio tan solo radica en que buscamos la verdad como si esta fuese un objeto.

No existe humildad sino tan solo  distintos grados de orgullo.

“No poseo ningún proceso mental que pueda ser utilizado, ni tampoco Vía alguna que seguir”
 Hui Hai.

El Tao consiste en dejar de ejercitar la hipotética facultad de la voluntad.

La practica
Parece que muchos budistas se dedican a intentar despertar a las figuras del sueño en lugar de despertar al soñador de las mismas.
Sin embargo, una vez que el soñador despierta, las figuras oníricas desaparecen y concluye su manifestación.
No existen los otros, sino que tan solo son figuras soñadas.
Para que desaparezcan las figuras oníricas, el que debe despertar es el soñador de todos los sueños o el soñador del sueño de la identificación.  
No obstante, el soñador que permanece identificado no es el soñador impersonal de la totalidad del cosmos.

El estado iluminado es un estado de no-ser y de ausencia de identidad.
¡La persona identificada se implica, mientras que la desidentificada se observa!





TERCERA PARTE
EL SUTRA DEL CORAZÓN

El mensaje del Sutra del Corazón
No se refiere a la naturaleza de los objetos
Sino a su percepción,
Que es todo lo que son.

42.   EN LO QUE RESPECTA AL SUTRA DEL CORAZON
SECCIÓN  I
El Hrdaya, traducido como el Sutra del Corazón, constituye la quintaesencia de la doctrina de la Prajnaparamita, siendo recitada diariamente en todos los monasterios budistas.
En Oriente, se considera al corazón como el asiento de la mente, mientras que en Occidente, el corazón es la sede de los sentimientos.
En el caso de este Sutra la palabra corazón es también un símbolo referido al centro de la vida y el  termino prajnaparamita  ha sido traducido como “perfección de la sabiduría”, de modo que la frase queda como el “corazón de la sabiduría”.
El Hrdaya  sirviéndose de unas cuantas palabras refuta de manera exhaustiva las enseñanzas budistas convencionales.
Enumerando los elementos subjetivos que componen la personalidad, después sus objetos y por último la “santa doctrina” misma, demostrando a todos aquellos capaces de comprender, que todo es una mera apariencia (puramente fenoménica) carente de existencia independiente.
Es probable que en un determinado momento alguien percibiese que las personas capaces de aprehender el Vehículo Supremo, estaban malgastando su tiempo analizando pelos lógicos y filosóficos, en lugar de dirigirse directamente al corazón (hrdaya) del asunto, y compuso ese admirable título que nos transmite la esencia del Sutra.
El objetivo de la composición es poner fin a nuestra continua actividad objetivizadora y al condicionamiento de la conceptualización y por encima de todo, a la falsa volición que imaginamos que mueve nuestros actos y vidas, de modo que al volver la espalda a lo que no somos, podamos cobrar conciencia súbitamente de la inmensidad que somos.

SECCIÓN II
Para poder comprenderlo es necesario recordar que el Sutra es una descripción del modo en que perciben los bodhisatvas y que las palabras que contienen son un ejemplo de la visión bodhisattvica.
De ese modo Avalokiteshvara habla por el mandato de Buda y nos muestra cual es la visión de los Bodhisattvas.
Las palabras del Sutra no solo tratan de transmitirnos conceptos objetivos, sino también la percepción y la cognición de lo que siempre han sido y serán las cosas, es decir la visión directa de prajna mas allá de toda conceptualización, que es también la función de lo que se denomina Dhyana.
Así Avalokiteshvara afirma “Sariputra, la vacuidad (de ser objetivo) de todas las cosas jamás ha sido creada y nunca será destruida, no es pura ni compuesta, ni perfecta ni imperfecta”. 
Esa es la “vacuidad de prajna” y esa es la clave para la lectura del Sutra, el cual nos expone la pura visión no-objetiva o la subjetividad transcendente del perfecto bodhisattva.

I
Una versión del Sutra de la divina Mente de la visión interior que transciende al conocimiento
El conquistador de la Ilusión se encontraba en el Monte de los Buitres, rodeado de una gran asamblea de monjes y bodhisatvas. Emergiendo del estado de samadhi en el que estaba inmerso y tras saludar al noble bodhisattva Avalokiteshvara, le formuló la siguiente pregunta: “¿Cuál es la visión del hijo de noble familia? Como consecuencia de la prajnaparamita.
Y Avalokiteshvara respondió: El bodhisattva percibe del siguiente modo:

LA VISIÓN PRAJNA DEL BODHISATTVA
Los cinco agregados han de ser conocidos como no-ser.
La apariencia ha de ser conocida como no-ser y el no-ser conocido como apariencia.
La apariencia ha de ser conocida como no-separada del no-ser y el no-ser como no-separado de la apariencia
La percepción ha de ser conocida como no-ser y el no-ser conocido como percepción.
La percepción ha de ser conocida como inseparable del no-ser y el no-ser como inseparable de la percepción.
Y de igual modo, la conceptualización, la motivación y la conciencia han de ser conocidos como no-ser y el no-ser conocido como cada uno de ellos.


 Sariputra, la visión del no-ser (la vacuidad de objetivación) es increada e indestructible, ni pura ni compuesta, ni limitada ni ilimitada.
De ese modo. Sariputra, en la visión del Bodhisattva, no hay (cosificación de) apariencia, percepción, conceptualización, motivación o conciencia.
No hay (cosificación de) ojo, oído, olfato, sabor, tacto o pensamiento.
No hay cosificación de formas, sonidos, olores, sabores, texturas o conceptos.

En la visión del bodhisattva tampoco hay cosificación alguna de la ignorancia ni de la ausencia de ignorancia, ni de la decadencia ni de la muerte, ni de la ausencia de decadencia y muerte, ni del sufrimiento ni del principio y el final del sufrimiento, ni del “Camino” ni del conocimiento, ni de la realización ni de la falta de realización de objeto alguno.

Por consiguiente, Sariputra, debido a la ausencia de volición y a que se hallan imbuidos por la prajnaparamita  (visión interior de la pura subjetividad), los bodhisattvas no permanecen confinados en los procesos interpretativos del pensamiento y en consecuencia, al carecer de temores y falsas ilusiones, encuentran el nirvana.

De ese modo, gracias a la prajnaparamita (y el así denominado mantra), todos los Budas, pasados, presentes y futuros despiertan plenamente al anuttara-samyak-sambhodi (la completa y perfecta iluminación).
Por tanto sabemos que la prajnaparamita es un formula espiritual excelsa, un mantra incomparable e infalible que pone fin a todo sufrimiento.
Entonces, pronuncio la formula verdadera  (de invocación de la) prajnaparamita, que es:

GATE GATE PARAGAT PARASAMGATE BODHI SVAHA

Los mantras son un medio esotérico – principalmente sonoro–  para tratar de actualizar la apercepción de lo que universalmente somos:
La traducción sería: “Oh bodhi (iluminación), bienvenida, bienvenida, plenamente bienvenida, en la completa “UNIDAD” ¡
¡“Realizado, realizado, con creces realizado, inseparablemente unido a la realización, bodhi svaha!

II
En términos técnicos
El Sutra del Corazón contiene las siguientes declaraciones:
·         Los cinco skandha son vacuidad
·         Cada uno de ellos es vacuidad y la vacuidad es cada uno de ellos
·         Ninguno de ellos está separado de la vacuidad y la vacuidad no está separado de ninguno de ellos.
·         Con independencia de lo que sean individualmente, la vacuidad también lo es y lo que fuere que sea la vacuidad, cada uno de ellos lo es.
·         La vacuidad de todas las cosas es increada e indestructible.
·         En la vacuidad no existe ninguno de los cinco skandha
·         En la vacuidad ninguna cosa producida por ellos existe.
·         La prajnaparamita es el modo en que ven y comprenden los bodhisattvas y también es el modo en que despiertan los budas.

Técnicamente, esos significa que:
Los cinco fenómenos (o apariencias) son el noúmeno (su fuente)
Las apariencias no son independientes de su fuente: la fuente no es independiente de las apariencias.
La función de las apariencias no está separada de su fuente: su fuente no está separada de la función de las apariencias.
Con independencia de lo que sean las apariencias, también lo es su fuente: con independencia de lo que sea la fuente, cada apariencia también lo es.
El noúmeno no se ve afectado por la creación y la destrucción.
 En la fuente, ninguna apariencia existe en tanto que apariencia
 En la fuente de las apariencias no hay apariencia alguna.
Esta es la forma en que ve el bodhisattva.

EL FENOMENO NO ES NADA
SINO NOÚMENO
MIENTRAS QUE EL NOÚMENO
ES AUSENCIA DEL NO-FENOMENO


III  EL MENSAJE DEL SUTRA DEL CORAZÓN – 1
Vacuidad es la expresión para decir  que “en la visión no-objetiva de todas las cosas, tanto objeto como sujeto están desprovistos de naturaleza propia”.

IV  EL MENSAJE DEL SUTRA DEL CORAZON – 2
Los objetos son la percepción que tenemos de ellos y, en consecuencia, podemos decir que todos los objetos son tan solo percepción.
Se sigue de ello que la percepción no está separada de los objetos y que los objetos no están separados de nuestra percepción de los mismos.
Por consiguiente, ningún objeto existe en tanto que objeto, ya sea como fenómeno o como noúmeno.

La apariencia o la forma no es un objeto, sino una función. Su manifestación es mera objetivización.
La vacuidad por consiguiente significa percibir de manera no-objetiva la visión-vacía donde ninguna cosa puede ser vista por el no-vidente.
Las doctrinas también son modalidades de percepción y no objetos.

V EL MENSAJE DEL SUTRA DEL CORAZON – 3
La vacuidad del yo y el otro

VI EL MENSAJE DEL SUTRA DEL CORAZON – 4
Percepción I
Percepción II
Lo que somos es la totalidad que se manifiesta a través de la “función” que escinde la percepción en un supuesto sujeto perceptor y un supuesto objeto percibido. Esa doble división de la conciencia en perceptor y percibido es responsable de la manifestación fenoménica, mientras la noción de tiempo siga manteniendo dicha separación aparente.

VII EL MENSAJE DEL SUTRA DEL CORAZON – 5
El absurdo de la vacuidad
¿“que es el no-ser? Es la vacuidad carente de forma de la que, no obstante, emergen las diez mil cosas. Por esa razón, aunque la existencia es fecunda, la no-existencia tiene el poder de producir todas las cosas”. Fa Shen.
El hecho de que intentemos concebir la vacuidad como un objeto nos hace mirar en la dirección equivocada.
No podremos alcanzar la comprensión esencial hasta que no abandonemos el mecanismo habitual que trata de objetivar cada percepción y convertirla en un concepto objetivo.
Todas las formulaciones de la vacuidad no son objetos en absoluto y no pueden ser convertidos en tales, pues son lo mismo que el objeto que los percibe, y en consecuencia, no podemos decir que son o no son, existen o no existen, ya que no podemos verlo en modo alguno.
Así pues, el perceptor llega a un punto en su investigación en que contempla lo que él mismo es.
De ese modo su análisis les condujo a un callejón sin salida donde se encontraron de frente con su propia naturaleza, pero en lugar de reconocerla y comprender que la vacuidad es lo que el ojo ven cuando se mira a sí mismo, intentaron objetivizar lo que no se ve ni nunca podrá verse, transformándolo en un concepto objetivo.
En tanto que meros conceptos, las nociones de “no-ser”, vacuidad,  son absurdas y de hecho “vacías”. 
Son meros indicadores que señalan que hemos llegado al final de nuestro camino y el viajero solo tiene que girar sobre sí mismo para darse cuenta de que ya ha llegado a su destino, a su verdadero hogar.
Entonces, vemos que el buscado es el buscador.
VIII
La visión bodhisattvica

IX
Omnipresencia
Todo lo que somos nouménicamente es el noúmeno-divino.
Todo lo que podemos ser fenoménicamente es también el noúmeno divino.
No importa lo que pueda ser, dicho noúmeno divino porque nosotros también lo somos.
No importa  lo que pueda ser, dicho noúmeno divino porque fenoménicamente, también lo somos.
La divinidad nouménica es toda apariencia objetiva, mientras que todo lo que no sea una apariencia objetiva no es sino la divinidad nouménica.
No existen fragmentos separados de dividan nouménica puesto que la divinidad nouménica es no-objetiva y siendo la fuente subjetiva de toda conceptualización,  no puede ser convertida en un objeto.
En consecuencia, la divinidad nouménica no conoce limitaciones conceptuales como el espacio y el tiempo.
Al carecer de limites espacio-temporales, no puede ser concebida ni como totalidad ni como sus partes.
Solo puede ser ubicua.




CUARTA PARTE

No hay creación ni destrucción,
Ni destino ni libre albedrío,
Ni sendero ni realización.
Esa es la verdad última.
                                                                  S. R. Maharshi

Era verdad antes de que él lo dijese,
Es verdad en este mismo momento
Y seguirá siéndolo por siempre
Pues el tiempo no existe.


43.   LA RESOLUCIÓN DE LA DUALIDAD
La noción de contrarios es consecuencia del concepto de tiempo. Es el resultado de la extensión fenoménica de los eventos en el dominio de la duración formado por el antes y el después, por la velocidad y la lentitud, por la prisa y la demora.
Es también una consecuencia de la noción de espacio, es decir, el resultado de la extensión fenoménica de los eventos en el dominio de la izquierda y la derecha, arriba y abajo.
A partir del concepto de espacio-tiempo emergen los opuestos interdependientes de sujeto y objeto, positivo y negativo, yin y yang, los cuales se alternan en el tiempo y permanecen separados en el espacio.
Cualquier elemento que forme parte de un par de opuestos y complementarios cuenta con una existencia meramente conceptual, con lo que la resolución de cualquiera de ellos los hace retornar a ambos a su fuente.
“Superposición” significa que cada uno de los polos conceptuales que constituyen un par de opuestos es capaz de anular al otro, algo que fenoménicamente, se traduce en el vacío mientras que nouménicamente, significa el no-ser o la no-manifestación, que constituye la plena ausencia en tanto que fenómeno y la plena presencia en tanto que noúmeno.
Ese es el significado de la expresión “resolución de la dualidad”.

Nota: podemos utilizar una expresión negativa, no-ser, no ya como opuesto a su contraparte positiva, sino para indicar que la consecuencia de la mutua negación de ambos polos  – la negación de cada uno de ellos –  es una doble negación, que es otro de los sinónimos del término noúmeno.
Ese es el mensaje del Sutra del Corazón y del Sutra del Diamante, y en síntesis de todo el Vehículo Supremo. 
Esta “comprensión” no solo es imprescindible para integrar la objetividad, sino también para asumir nuestra subjetividad.
La asunción de nuestra subjetividad conlleva el desplazamiento del centro que conduce de manera inmediata, a la visión prajnica o bodhisattvica, cuya cualidad esencial es la cesación de todo proceso automático de objetivización e interpretación y su consiguiente sustitución por parte de la apercepción directa no-volitiva.

44.   SOMBRAS
La llamada “identificación” es consecuencia del condicionamiento que no solo nos lleva a confundir una sombra con su cuerpo – la fuente de la sombra –  sino también lo que son ambos, ya sea que se encuentren aparentemente unidos o separados en la dimensión del espacio.
 No solo confundimos la sombra con su cuerpo, sino también confundimos ese cuerpo – si es que llegamos a conocerlo –  con la sombra.
Sin embargo, una sombra carece de vida propia y no tiene ninguna naturaleza, o atributo independiente, ya que todos ellos residen en su fuente, de la que la sombra es un reflejo fenoménico, parcial o circunscrito en dos dimensiones, un reflejo en continuo cambio y vacío de identidad, una abstracción ilusoriamente separada de su fuente.
En apariencia, todo lo que la sombra parece hacer, en cada una de sus manifestaciones percibidas, es llevado a cabo por su cuerpo, es decir, no es más que una representación objetiva de algún movimiento efectuado por su fuente.
De igual modo como fenómenos sintientes desconocemos la dimensión esencial de nuestra fuente.
Somos apariencias ilusoriamente separadas de nuestra substancia, que es el noúmeno que realmente somos.




45.   VISIÓN, VISIÓN, VISIÓN…..
¿Qué sentido tiene mirar al exterior? ¡Todo lo que podemos ver son objetos!
Invirtamos la dirección de la mirada y observemos el interior.
¿Vemos ahora el sujeto?
Si es así, entonces, estamos mirando a un objeto.
 Con independencia de la dirección en que miremos, siempre encontramos un objeto.
¿Pero acaso podemos vernos a nosotros mismos?
¡No podemos ver lo que no está ahí!
¿Qué es entonces lo que podemos ver?
Tal vez lleguemos a ver nuestra propia ausencia, que es eso que está mirando y que también se denomina “vacuidad”.

El bumerang
Cada vez que vemos un objeto estamos contemplando la manifestación objetiva del sujeto de dicho objeto.
Todo objeto es un espejo que refleja a quien lo está mirando.

46.   LA ILUSIÓN DE LA ILUMINACIÓN
Una vez aceptada la comprensión básica de que todos los seres sintientes poseemos la naturaleza búdica primordial, se sigue de ello que cualquier persona que crea que debe emprender alguna acción para alcanzar la “iluminación” está desviándose de la verdad porque, en tal caso, sigue creyendo que posee un yo que debe llegar a la iluminación. La “iluminación” no es un término que se aplica a un estado donde no existe ninguna individualidad separada, sino que se refiere a lo que somos realmente todos los seres sintientes, aunque no puede ser reconocido por nadie que crea que es un individuo independiente.
Esa es la razón por la que tan solo la acción de la no-acción, la práctica de la no-practica o la función no motivada voluntariamente, puede conducir a ese reconocimiento o despertar, y también la razón por la que cualquier acción, practica o procedimiento intencional constituye un obstáculo insalvable que impide el despertar.
Ese error se funda en la arraigada superstición de que existimos en tanto que seres individuales.
Dicho de modo más sencillo, solo el noúmeno –  y nunca el fenómeno – puede alcanzar la iluminación, porque la iluminación no es un fenómeno.
La cualidad no-fenoménica de los seres sintientes no necesita “iluminarse” porque ella es la iluminación.

Nota: la “acción” conlleva esfuerzo” presupone “intencionalidad” o la intervención de la voluntad, la cual constituye la faceta funcional del concepto-del-yo.  
Por eso esa clase de “acción” nunca puede conducir a la liberación de la identificación dela noción del yo.
El “despertar” es el reconocimiento del puro estado iluminado.
La expresión “función” no motivada voluntariamente mencionada como un modo de “ser vivido” es consecuencia del despertar, pero nunca de la aplicación de un “método” o práctica.
Es la Vía en sí, la manera de vivir el significado del Tao.

47.   GRAMATICALMENTE HABLANDO
Desde una perspectiva practica uno de los obstáculos para comprender el mensaje de los Maestros reside en el modo en que utilizan el lenguaje para transmitir su enseñanza, ya que suele utilizar sustantivos allí donde el significado podría ser mejor transmitido por verbos.
Mientras se utilicen sustantivos para transmitir la enseñanza, está estará relacionada con objetos físicos o mentales,  sin embargo, el contenido puede ser mejor transmitido mediante verbos y adverbios, puesto que la enseñanza versa más sobre funciones que sobre sustantivos derivados de dichas funciones, aunque ambos son meras inferencias.
Así por ejemplo parece más adecuado recurrir a términos adjetivados o conceptos dependientes de su función.
De ese modo, los skandhas, las facultades sensoriales, los distintos tipos de conciencia son funciones que tendríamos que plasmar como verbos o adverbios interdependientes.
Aun así, cualquier expresión es imperfecta puesto que es un axioma que cualquier verdad, no puede ser expresada en absoluto, sino solo señalada o sugerida.
La verdad no cabe en ningún concepto.
El uso de verbos posibilita que la cognición no-objetiva se torne accesible de inmediato.




48.   ¿CUANTAS MENTES?...
En las cuevas de Tun Huang se descubrieron manuscritos que contienen algunos de los dichos de Bodhidharma recogidos por sus discípulos. En  uno de ellos se efectúa la siguiente pregunta:
¿Qué es la mente búdica? A lo que Bodhidharma responde:
“Es tu propia mente. Cuando la contemplas subjetivamente, se denomina Talidad.
Cuando se percibe su inmutabilidad, recibe el nombre de Dharmakaya. Y, dado que no es una cosa, también puede ser llamada “liberación”.
Su funcionamiento es imperceptible y no puede ser perturbado por ningún objeto, de modo que también recibe el nombre de puro Tao. No ha nacido jamás y nunca morirá y así también es equiparable al Nirvana”.
Pero no puede ser “nuestra” mente porque “nosotros” – seamos lo que seamos –  somos lo mismo que esa mente.

49.   EN TERMINOS TECNICOS – II
El misterio aparente
Los fenómenos, en tanto que tales, no pueden ser la fuente de sí mismos.
Sin embargo, puesto que no puede haber nada más que él noúmeno, desde la perspectiva última todos los fenómenos son uno con su fuente.
Por consiguiente en tanto que objetos, no podemos ser sino apariencias.
No obstante, puesto que no hay nada que podamos ser si no es el sujeto, en un sentido último también somos uno con nuestro sujeto.
Este noúmeno subjetivo, sin embargo, es necesariamente transcendente, está vacío de entidad objetiva y por consiguiente, ni siquiera puede ser llamado como “uno”.
Esa es la razón que explica la afirmación de que fenoménicamente, “no somos”, es decir que tan solo somos meras apariencias, pero también la afirmación de que, nouménicamente, “no somos” en tanto que objetos, puesto que nouménicamente somos el sujeto, y en calidad de tales, nunca podemos ser un objeto.
Así pues, “ni somos ni no somos” porque no existe un “yo” que pueda ser con independencia de las apariencias objetivas y  en consecuencia, lo que somos es la ausencia de ambos conceptos.

Aunque no hay “yo”, yo soy
Mientras sigamos creyendo que somos un objeto, la noción de “yo” seguirá estando presente.
Pero en el momento en que advertimos que no podemos ser un objeto, la noción del “yo” desaparece consecuentemente.
Porque la noción del “yo” es, en sí misma, un objeto conceptual y nada objetivo puede ocupar el lugar que somos.

Definición de la relación no-objetiva
No existen el “yo” objetivo ni el “otro” objetivo, sino tan solo su mutua ausencia, que es lo que somos nouménicamente. 
Donde no hay concepto de separación, no puede haber emocionalidad y tampoco perdurar ninguna clase de relación, sino tan solo la totalidad, la cual es sinónimo de “curación”, de “santidad” y del puro gozo que transciende a la emocionalidad.

50.   DICIENDOLO TODAVÍA MAS CLARO
Toda “cosa” perceptible es producto de la mente.
Lo somos como “cosas” es eso,
Y lo que somos cuando no somos “cosas” también es eso.

Así pues, toda manifestación es producto de la mente.
Toda afirmación que podamos efectuar a propósito de cualquier manifestación también es producto de la mente.
Si fuésemos algo distinto de lo manifestado,  seriamos la mente misma.

Puesto que la mente solo emerge en la manifestación, en sí misma es no-manifestación.
En consecuencia, en el estado de no-manifestación, ambos somos lo mismo.
De ese modo, nosotros – los seres sintientes–  somos la mente misma manifestándose objetivamente como las diferentes “cosas”

Como su mismo nombre indica, el noúmeno es mente.
Como su mismo nombre indica el fenómeno es apariencia.
En nuestra faceta no-manifestada somos noúmeno, mientras que en nuestra faceta manifestada, somos apariencia.

Ambas no están separadas, al menos no más separadas de lo que están el cuerpo y su forma.
Su diferencia reside tan solo en la apariencia,  que el uno tiene mientras que el otro no.
¿Por qué razón? Porque en la manifestación, la mente se divide en el observador y lo observado.
Lo observado es la apariencia y el observador es la contraparte de la apariencia, es decir ambos son aspectos duales de la mente manifestada.
Sabiendo que lo observado carece de existencia independiente del observador,
Sabiendo que el observador carece de existencia independiente de lo  observado,
La mente dividida se reintegra a sí misma.

Donde no hay otro, no puede haber yo.
Donde no hay yo, no puede haber otro.
Sin extensión en el espacio, sin duración en el tiempo, en la mente total no hay ser alguno capaz de sufrir, o experimentar dolor o placer, amar u odiar.

El yo y el azote de la volición desaparecen.
El concepto de la mente está completamente ausente.
No hay nadie capaz de concebir el puro fenómeno resplandeciente e ilimitado, que es todo lo que somos.

51.   DESILUSIÓN
La confusión de una cuerda enrollada con una serpiente es una ilusión.
Dejar de percibir la serpiente nos permite comprender lo que es la cuerda enrollada.
Pero percibir una cuerda enrollada como una cuerda enrollada todavía sigue siendo una ilusión.
Dejar de percibir la cuerda enrollada como una cuerda enrollada nos permite percibir lo que puede ser, hipotéticamente, la supuesta cuerda enrollada.
Porque la vacuidad consiste en percibir a la misma percepción.
Porque el perceptor de la percepción-de-la-serpiente y la percepción-de-la –serpiente desaparecen simultáneamente con sus objetos, dejando tan solo la percepción de lo que es o la talidad.

Identidad
Vacuidad, vacío (no forma), noúmeno, sujeto, yo y plenitud, apariencia (forma), fenómeno, objeto y otro, son facetas inseparables y reciprocas, polos interdependientes.
Si bien se trata de conceptos que aparecen como mutuamente contradictorios en la mente-dividida, sin embargo, en ausencia de interpretación objetiva de la mente-total que es su fuente y anterior a la dualidad conceptual, su identidad es absoluta.
Pero lo que tenemos que captar y comprender es que dicha interpretación objetiva en tanto que opuestos es ilusoria, mientas que su completa identidad supone la desilusión o el despertar de la ilusión.
(¿Quién comprende? Es el noúmeno quien lo hace.
El fenómeno parece percibir y comprender, pero en realidad, solo hay comprensión, que es lo que somos.)

Al comprender que el objeto es siempre e inevitablemente su sujeto y que el otro siempre es el yo, que el fenómeno es el noúmeno, que la apariencia es el vacío y que la plenitud es la vacuidad del  Absoluto, se torna evidente la identidad de todos esos conceptos contradictorios.
Esa es la razón de que la ilusión y la desilusión (ignorancia e iluminación) sean idénticas y de que cuando son percibidas de ese modo, sea la mente “iluminada” (es decir la mente total) la que esté percibiendo.
De ese modo, el perceptor es lo percibido y el trayecto concluye.

52.   PERMITASENOS HACER ESO
“Cuando abordamos simultáneamente el debate sobre el noúmeno y el fenómeno, alcanzamos la conciencia más elevada y suscitamos la justa comprensión entre los seres sintientes.
Eso es lo que se conoce como la doctrina que confía en los fenómenos para dilucidar la verdad”. 
 Fa Tsang. El león de oro.

Fa Tsang fue el fundador de la escuela Hua Yen,(la escuela de la Guirnalda de Flores,) una escuela budista basada en el Sutra Avatamsaka, que a su vez fue una continuación de la doctrina de la escuela Wei Shih, fundada por Hsuan Tsang. 
Esta escuela también se la denomina la “Escuela de la Pura Conciencia”, y la denominación filosófica de “Escuela del Solo-Pensamiento”.

No hay fenómeno sin noúmeno y no hay noúmeno sin fenómeno.
No hay sujeto sin objetos y no hay objetos sin sujeto.
No hay “uno” separado o independiente de los “muchos”, ni existen los “muchos” independientemente del “uno”.
Se trata de un aspecto de la misma doctrina que, de hecho, habla por sí misma.

“Una vez que alcanzamos la iluminación, la misma ilusión deviene real,
De modo que ya no queda ninguna otra realidad”.
                                                                                                                                                                            Fa Tsang
Antes de que tenga lugar el despertar, “sentimos que los “otros-y-el-yo” son distintos y también percibimos de manera diferente tanto el ser como el no-ser.
Pero, cuando ocurre el despertar, nos olvidamos por igual de los objetos y del yo y vemos el ser y el no-ser de un solo y mismo modo”.
“La equiparación entre ser y no-ser, entre los otros y el yo, conduce a la Iluminación”.
Hsieh- Ling-yun. Tratado sobre los principios.

Hsieh Ling-Yun, está recordando la palabras de Tao Sheng, quien fundó la escuela Ch´an Tsung, junto con Seng Chao, ambos elaboraron la doctrina conocida posteriormente como  Ch´an en china y Zen en Japón.
La enseñanza subraya que el asunto consiste en la percepción de la mente-dividida y sometida a la identificación por parte de la mente-total de los seres despiertos.
Es la visión bodhisattvica capaz de relacionarse con todas las cosas.
De ese modo, todas las cosas, hechos, objetos que solemos plasmar como sustantivos no existen en absoluto, puesto que solo son funciones.
Por esta razón la verdad podría ser mejor señalada recurriendo a formas verbales.

También encontramos una combinación de ideas taoístas y budistas. 
Así lo que se denomina “retribución” es consecuencia de la actividad de la mente. La tarea por consiguiente, estriba en responder a las situaciones externas sin interponer a la mente ya que, si bien esa actitud no impide que llevemos a cabo nuestras actividades físicas, no conlleva sin embargo, ningún tipo de acción mental.
El único modo de transcender el ciclo de la transmigración es dejar de recibir una retribución por nuestras acciones.
Es la respuesta espontánea carente de actividad volitiva.
Estos párrafos son un comentario al texto “Exposición sobre la Retribución” Hui Yuan, fundador de la Escuela de la Tierra Pura, donde expone la enseñanza contenida en un trabajo de Tao Sheng, sobre el tema de la retribución, también conocido como karma.
El taoísmo es la religión más allá de la religión y el fundamento de realidad que subyace a cualquier doctrina metafísica.
La supervivencia del taoísmo en los estratos más sofisticados del budismo, sigue siendo la manera más fácil de acceder a sus enseñanzas esenciales.
“nuestra comprensión, por tanto, se adapta sin interferencias a las circunstancias externas”

La posición resumida de Fung-Yu-Lan: “con independencia de la interpretación, todos los practicantes del Ch´an se atienen a cinco principios fundamentales:
La Verdad Suprema o Primer Principio es inefable.
El cultivo espiritual no puede ser deliberado.
En última instancia, no es posible obtener nada.
No existe nada más en la enseñanza budista.
El maravilloso Tao consiste en portar agua y en cortar madera” (vía no volitiva).








53.   VIENDOLO SIMPLEMENTE
Es casi un axioma que el fenómeno no puede llevar a cabo acción alguna por su propia iniciativa como si se tratase de una entidad independiente.
Chuang Tzu ilustra este particular con la historia de una cerda que murió mientras amamantaba a sus lechones; estos simplemente abandonaron el cadáver de la madre porque ella ya no estaba allí.
La antigua Europa también hizo la misma comprensión utilizando el termino animus para referirse a lo que “anima” la faceta fenoménica de los seres sintientes.
 Sin embargo a diferencia de Occidente – donde el animus tiene un carácter personal, que se define como la capacidad de sentir cada objeto – , en Oriente recibe el nombre de “corazón”, “mente búdica”, “conciencia”, y le atribuyen una carácter más impersonal y universal.
Cuando esa mente impersonal se manifiesta u objetiviza a sí misma en tanto que sujeto y objeto, acaba identificándose con cada objeto sintiente y es así como surge en los seres humanos la noción del yo y como el universo fenoménico que conocemos y habitamos parece real.
Esa es, la única “realidad” (cosificación) que no podemos llegar a conocer jamás, ya que estamos utilizando el término “real” (como una cosa), para referirnos a algo que no lo es – pues es pura subjetividad – , lo cual es un serio abuso del lenguaje.
Ese proceso de personalización y de concepción de la mente como un yo, mediante el que convertimos al sujeto en objeto  –  por más que el yo no pueda ser convertido en tal cosa, puesto que carece de objetividad – -, es una expresión directa de la pura subjetividad.
De hecho la objetivización de la pura subjetividad es lo que constituye nuestra “esclavitud”.
Esa es, la noción – también llamada yo, ego –  de la que debemos liberarnos” y que supuestamente nos hace sufrir.
Es evidente que somos esa mente que “anima” las cosas y que la verdadera sensibilidad reside en el noúmeno y no en el objeto fenoménico.
Eso no quiere decir que el objeto fenoménico carezca de existencia, sino tan solo que su existencia es pura apariencia, que es el significado del término “fenómeno”, es decir que tan solo es una apariencia en la conciencia, una objetivización carente de existencia propia y dependiente de la mente que la objetiviza y que es su misma naturaleza.
Esa mente o conciencia universal e impersonal es nuestra verdadera naturaleza, y todo absolutamente todo lo que somos,  estando completamente vacía de yoidad.
Sería más sencillo de comprender si fuese la verdad última pero no es así por la razón de que no existe una “mente” objetiva, de igual modo que no existe el “yo”, ni ningún objeto como cosa en sí misma.
 Lo-que-es está completamente vacío de cualquier cualidad objetiva y no puede ser visualizado, concebido o expresado en modo alguno puesto que no existe ningún proceso capaz de convertirlo en el objeto de ningún sujeto. La razón es que la “mente” en cuestión es la fuente inmanifestada de lo manifestado, un proceso que resulta en la división de sujeto y objeto.
Previamente a dicha división, no existe un sujeto que perciba a un objeto ni un objeto percibido por un sujeto.
Sabios como Padmasambhava nos revelan que aquello que trata de concebir y nombrar a la fuente inmanifestada de la manifestación es precisamente esa “mente total”, la cual no solo constituye su función “anímica o prajnica” sino que es la misma búsqueda. De ese modo, lo buscado es el mismo buscador.
La plena comprensión de este particular supone lo que se conoce como “despertar”.
Sin embargo todos estos razonamientos son meros conceptos carentes de realidad, una estructura teórica de la imaginación concebido para ayudarnos a comprender algo inmediato de lo que nunca hemos cobrado conciencia. Ese algo último también es, lo mismo que el universo y todo lo que somos.
Psicológicamente, el concepto-del-yo “carece de naturaleza propia, no es una cosa” y no supone esclavitud alguna.  De hecho la esclavitud no existe, sino tan solo la idea de la misma. Tampoco la liberación.
Cuando percibimos tal como es la estructura conceptual, esta colapsa necesariamente, y con ella la absurda noción de esclavitud-iluminación. Eso es lo que se denomina Despertar, al estado natural compartido por todos los seres sintientes.
Eso es lo que sostiene Ramana Maharshi cuando sostiene que la iluminación se reduce a deshacerse de la creencia de que no estamos iluminados, palabras que podrían reproducir la cita de Hiu Hai, llamada la Gran Perla, cuando afirma que la Liberación consiste en la liberación de la noción de “liberación”.
¿Cuántas mentes tenían las personas que formularon la pregunta? Ninguna en absoluto.
No eran en sí mismos una mente porque no existe ninguna cosa similar a la mente.
 Ni ellos ni la mente han poseído jamás ningún tipo de objetividad, porque nada objetivo ha sido ni será jamás.
Todo “eso” – y eso” es el más objetivo de los pronombres –  que puede ser pensado constituye la substancia de la gigantesca fantasmagoría de la objetividad,  a cuya construcción dedicamos nuestra vida y donde esperamos encontrar alguna clase de realidad que muy probablemente no resida en ella.
Esa vasta construcción no es sino una fantasía, un sueño,  mientras que la verdad que el sueño representa  y de la que es un reflejo o una desviación, es la fuente del sueño, que es también todo lo que somos.
Esa fuente no posee nombre alguno porque el nombre denota un fenómeno,  y por otro lado tampoco existe ningún soñador fenoménico sino tan solo la función denominada sueño.
Sri Bhagavan lo denomina “yo-yo” y ninguna forma gramatical  podría estar más cercana a la realidad que el término utilizado por él.
Toda objetivización es conceptual, todo concepto es una inferencia y toda inferencia está tan vacía de verdad como el vacío de aire. Además no hay verdad, nunca la ha habido y nunca la podría haber.
 No hay “talidad”, ni nada positivo ni negativo, sino tan solo la completa ausencia de lo cognoscible, que es también la absoluta presencia de lo impensable y lo incognoscible, de la cual no podemos decir ni que es ni que no es.
Por consiguiente, se afirma que es una inmensa y radiante claridad que transciende completamente las nociones de tiempo y espacio y que está libre de la opacidad proyectada por nuestra imaginación finita y temporal.

54.   LA IDENTIDAD ESENCIAL
I
Lo positivo no es positivo sin lo negativo y lo negativo no es negativo sin lo positivo.
Ambas son las dos caras de la misma moneda, dos aspectos conceptuales de una totalidad que no puede ser concebida, porque es eso mismo que trata de concebirla.
El ser no puede ser en ausencia de no-ser y el no-ser no puede no-ser en ausencia de ser.
Por consiguiente, son dos polos conceptuales de la misma totalidad que es, en sí misma, inconcebible y donde no existe ni el ser ni el  no-ser en tanto que existentes objetivos.
La apariencia (forma) no puede aparecer sin la vacuidad (vacío de la apariencia) y en ausencia de la apariencia, la vacuidad  tampoco puede ser la vacuidad de la apariencia.
Por consiguiente ambos son aspectos conceptuales de algo que es inconcebible objetivamente, y en ese sentido, su identidad es absoluta en el estado de no-objetividad.
El sujeto carece de existencia conceptual independientemente del objeto, mientras que el objeto tampoco existe con independencia del sujeto.
También ellos constituyen la doble manifestación inseparable de lo inconcebible donde inevitablemente ambos se unifican en su mutua negación.
Nuestra identidad reside allí donde no hay positivo ni negativo, ni ser ni no-ser, ni apariencia ni vacuidad, ni sujeto ni objeto.
Sin embargo, la identidad que somos no puede percibirse a sí misma.
Por esa razón, solo puede hablar quien  no sabe y quien sabe no puede hablar, puesto que lo-que-es no puede ser convertido en un objeto, y por consiguiente, tampoco concebido ni descrito.
Positivo y negativo, ser y no-ser, apariencia y vacuidad, sujeto y objeto, solo pueden ser concebidos por el yo porque en tanto que yo, nuestra mente está dividida en un sujeto-consciente y un objeto-concebido pero cuando ambos vuelven a identificarse con lo que son, dejamos paso a una completa ausencia objetiva o lo que se denomina la pura mente indivisa.
También el espacio es un concepto estático tridimensional donde el tiempo desempeña un papel dinámico y cuya función constituye una dimensión adicional de medición.
No podemos concebir el espacio sin el tiempo (duración), ni el tiempo sin el espacio (extensión).
Por tanto, ambos son dos polos conceptuales de una unidad inconcebible a la que damos el nombre de “espacio-tiempo”, pero cuya identidad absoluta es no-conceptual.
Cuando tiempo y espacio no están presentes, los fenómenos no pueden aparecer en su extensión y, en consecuencia, solo cuando están presentes como su fuente nouménica, podemos asumir que los fenómenos existen.
Los fenómenos no pueden existir en ausencia de noúmeno, ni el noúmeno sin los fenómenos.
En consecuencia, también son dos aspectos conceptuales de algo que está más allá de los conceptos.
Los fenómenos no son cosas en sí mismas (pues están vacíos de naturaleza propia) y por eso son identificables con la totalidad, mientras que el noúmeno es la fuente de todas las cosas y sin embargo, no es nada.
De ese modo, ambos constituyen una totalidad, pero ninguno de ellos es una cosa: aunque se hallan eternamente separados como conceptos, al mismo tiempo están inseparablemente unidos en el estado de no-conceptualización, siendo esa identidad la comprensión esencial.
El universo también es eso en la medida en que su naturaleza puede ser plasmada en palabras.
El universo es inconcebible porque es lo mismo que somos nosotros y lo que somos es lo mismo que el universo. Solo hay una completa ausencia cognitiva que al no poder ser conocida, subsiste necesariamente como una completa presencia.
Al abordar conjuntamente el noúmeno y el fenómeno, alcanzamos la conciencia suprema y suscitamos la recta comprensión entre los seres sintientes”
Fa Tsang.
II
No podemos utilizar la mente para transcender la mente. Por tanto el noúmeno (que es el símbolo de la mente) representa el límite de nuestra posible cognición.
El noúmeno es, necesariamente, pura potencialidad. Su funcionamiento es subjetivo y, por eso mismo, también inevitablemente objetivo o, dicho de otro modo, el sujeto se objetiviza y se torna aparente en tanto que objeto cuando manifiesta la dimensión fenoménica “dentro” de sí mismo.
En el momento en que se aparece a sí mismo, percibe el universo, que entonces deviene aparente fuera de él, pues la objetivización no es sino un proceso de aparente exteriorización.
Por tanto el universo fenoménico es la faceta objetiva del noúmeno.
Este proceso conlleva la aparición del espacio y de la duración, en ausencia de los cuales los objetos carecen de la extensión necesaria para que tenga lugar la cognición.
Los fenómenos, por consiguiente, no son algo proyectado por el noúmeno, sino que son la misma apariencia del noúmeno, ellos son la apariencia del noúmeno o el noúmeno transformado en algo objetivo y aparente.
Los seres sintientes somos esa función y su extensión en el espacio-tiempo es lo que conocemos como manifestación.
Desde el punto de vista de la apariencia  – como ocurre con todos los fenómenos de los que nuestra apariencia forma parte – nada posee naturaleza propia pero, desde la perspectiva de la función (que es nuestra naturaleza), fenómeno y noúmeno son idénticos.
Esa es la razón que explica por qué, en el dominio de la manifestación, nosotros no somos (fenoménicamente), sino que somos un noúmeno fenoménico (o un fenómeno nouménico).
De ese modo, no existe dualidad alguna en lo que somos, que es tan solo una función – autónoma en apariencia – o una manifestación de la no-manifestación.
No existe entidad alguna implicada en lo que somos porque la noción de “entidad” es fenoménica y cualquier objeto fenoménico, material o conceptual, está vacío de naturaleza propia (es decir no es).
Cuando la función autónoma – que es lo que somos en nuestra manifestación –  deja de ser operativa, es decir, en el momento en que ya no se extiende en el aparente continuo espacio-temporal, lo que somos se integra plenamente  con el noúmeno.
En sí mismo, el noúmeno no puede ser concebido. Lo que simboliza el “noúmeno” está más allá del ser y el no-ser y es, necesariamente, incognoscible porque está vacío de cualidad objetiva –  como un puro “espejo” –  y porque es precisamente lo que somos, ya sea en la no-manifestación o en la aparente manifestación.
“No hay diferencia entre los budas y los seres sintientes, entre Samsara y Nirvana, entre la ilusión y el despertar.
El Buda reside allí donde han sido abandonadas todas las formas”.
Huang Po.

55.   OBSERVACIONES CONCERNIENTES A LA CAUSALIDAD
Solo los objetos pueden estar esclavizados
Solo un objeto puede depender de la ley de causalidad, pudiendo aparecer como efecto o como causa o bien experimentar el  efecto de las causas.
El proceso de causa-y-efecto depende de la temporalidad (duración) y tiene un carácter necesariamente fenoménico.
Por consiguiente todos los fenómenos dependen de la causalidad temporal.
 Al ser consecuencia de causas, no existe ningún elemento volitivo capaz de interferir en el proceso de causalidad y, en consecuencia, tampoco existe entidad alguna capaz de ejercer su “libre albedrío”.
Por su parte, la no-objetividad no depende del proceso de causalidad pues, siendo no-fenoménica, nunca puede caer en la esclavitud o padecer ninguna experiencia.
Asimismo, una entidad (que es un concepto objetivo) no puede ser no-objetiva y, en consecuencia, tampoco puede ejercer la voluntad nouménicamente, razón por la cual no existe voluntad alguna que pueda ser libre ni permanecer esclavizada.
Por consiguiente, la volición (el acto de voluntad) es necesariamente ilusorio, ya que tan solo supone una interferencia aparente en la acción de la causalidad.*
* La idea de que el ejercicio de la voluntad por parte del objeto fenoménico es capaz de introducir una nueva causa en la aparentemente inexorable cadena de la causalidad o nuevas causas derivadas de ese acto, tan solo presupone la existencia de una entidad objetiva que opera subjetivamente ejerciendo su “libre albedrío”.
Pero teóricamente, eso es imposible, contradice la enseñanza fundamental del Buda, reiterada en el Sutra del Diamante.  
No obstante es algo admitido por enseñanzas más limitadas del budismo.
Evidentemente, no se cuestiona como tan inconcebible intervención acaba produciendo el llamado karma.
Lo que criticamos es que este se confunda con un impulso psicológico – concebido como propósito o intención y expresado como volición –  al que debe adaptarse u oponerse todo evento que se produzca o no como resultado del proceso causa-efecto, dando lugar a la satisfacción o la frustración que aporta la base psicológica para la noción de karma.

De ese modo al atribuir “propósito” o “intención” a una entidad imaginaria, solo podemos encontrar satisfacción o frustración cuando secundamos o bien nos oponemos a un determinado efecto de la cadena de causalidad.
Pero esa satisfacción y frustración consiguientes tan solo son fenómenos mentales.
Ese es el significado de las expresiones yu-wei y wu-wei.
La primera de ellas alude a la acción voluntaria emprendida por una pseudo-entidad o lo que los seres sintientes identificados creemos que son acciones llevada a cabo por nosotros mismos, con excepción de las actividades que escapan a nuestro control como la digestión o la circulación de la sangre.
Por su parte, wu-wei significa la acción eficaz que parece originarse tanto en causas antecedentes en el “tiempo” – aunque sin intervención voluntaria alguna –, como en la ausencia de ninguna interferencia premeditada.
El primer término se refiere convencionalmente a la acción falsa o fenoménica, mientras que el segundo significa a la acción verdadera o no-fenoménica.
Por ejemplo comemos porque necesitamos alimentarnos como efecto de causas fisiológicas o dormimos porque necesitamos el sueño, con independencia de que lo deseemos o de que nos propongamos no hacerlo.
Pero el deseo o la intención de emprender o de abstenerse de una determinada acción es un fenómeno mental que no parece eficaz a menos que esté de acuerdo con causas antecedentes.
Sin embargo, podemos cuestionar la idea de que las causas son anteriores en el tiempo porque no parece existir ningún razonamiento valido que pruebe que las causas, aunque dependientes del factor temporal, deben preceder necesariamente a sus efectos.
De ese modo, es posible la existencia de efectos que preceden a algunas de sus causas, con lo que estas pueden ser posteriores (pueden darse incluso en el futuro) al momento de su ocurrencia actual.
No obstante, aunque no podemos desdeñar esa posibilidad tampoco parece que tenga mucha influencia sobre el proceso aparente  de la causalidad.
La vacuidad de todo lo objetivo no deja tras de sí ningún objeto que pueda vaciar a otro o ser vaciado. Sencillamente, no queda ninguna cosa material ni mental.
Eso que denominamos no objetividad carece de entidad y, por tanto, tampoco posee volición ni causalidad, puesto que en ella no hay cosa alguna que pueda ser causada.
De ese modo, toda esa noción se ve reducida a meros conceptos fenoménicos.
Eso que solo podemos expresar como pura vacuidad de todos los objetos constituye la pura función de prajna.

56.   PARA SILE
I
Cuando el escarabajo ve, soy yo quien está mirando.
Cuando canta el ruiseñor, soy yo quien está cantando.
Cuando ruge el león, soy yo quien está rugiendo.
Pero cuando me busco a mí mismo, no puedo encontrar nada porque no hay cosa alguna que pueda ser vista.
Sile tampoco puede verme porque, cuando lo intenta, soy yo quien está mirando: ella no puede hacer nada al respecto, puesto que solo yo puedo hacer algo.
Sin embargo, el escarabajo y Sile también pueden decir lo mismo que yo porque no somos tres, ni dos, ni uno.
También soy el mar, las estrellas, el viento, la lluvia.
Soy todo lo que posee forma porque la forma es la visión que tengo de las cosas.
Soy todos los sonidos porque el sonido es la audición que tengo de las cosas.
Soy todos los sabores, aromas y texturas, porque todo lo perceptible es mi percepción de las cosas, y toda percepción me pertenece.
Ellos no tienen otra existencia y tampoco yo, puesto que ellos son lo que yo soy y yo soy lo mismo que ellos.
No existe ningún otro en absoluto, ni tampoco ningún yo.
¡Gate gate paragate parasamgate bodhi svaha ¡
II
Aunque todas las manifestaciones tienen un carácter destructivo, como si se tratara de huracanes, es evidente que ese carácter destructivo ha sido pasado por alto en los párrafos precedentes.
El componente fenoménicamente destructivo de esa pura función puede ser explicado como sigue:
Un gato juega con el ratón antes de comérselo, mientras que un león mata y devora a un antílope.
Un  cazador atrapa y guisa un faisán, mientras que un antropófago cocina a un misionero.
Un militar lanza una bomba atómica que aniquila a cientos de miles de seres.
Par los perpetradores –gato, león, cazador, antropófago y militar –  esa funciones” son interpretadas como “buenas”.
Para las victimas – ratón, antílope, faisán, misionero y las personas bombardeadas –  esas funciones son interpretados como “malas”.
Pero si bien a cada uno de ellos su acción le parece su propia acción y experiencia, ninguno puede llevar a cabo ninguna acción ni padecer ninguna experiencia alguna, porque ningún objeto fenoménico posee una existencia independiente y por consiguiente tampoco hay juicio alguno implicado.
Yo soy la función que así se manifiesta y todos los seres sintientes pueden repetir esas mismas palabras.
Entre nuestras aparentes acciones no es posible ninguna discriminación porque la acción es llevada a cabo necesariamente por un actor y dado que en el noúmeno yo no soy una entidad, no existe entidad alguna capaz de actuar.
El aspecto funcional del noúmeno carece de atributos y, en consecuencia, tampoco posee capacidad discriminativa alguna que pueda ser aplicada a la manifestación fenoménica.
Por su parte, la responsabilidad tan solo es un concepto psicológico basado en la hipotética independencia de la voluntad.
Alegría y sufrimiento, placer y dolor, son fenómenos afectivos que parecen ser experimentados por los objetos en todos los grados del sueño, tanto en las pesadillas como en el sueño “despierto” de la vida cotidiana, mientras que la pura función del fenómeno no está vacía de discriminación sino que también es inmutable.
Tal como señalaba Chuang Tzu “el ojo ve, pero no mira”, es decir, parece que vemos, pero es el yo el que está mirando.
Los objetos sintientes parecen experimentar y actuar pero su funcionamiento es completamente nouménico.
Nunca hay ningún actor en ningún lugar, como dijera Padmasambhava, y ninguna acción que pueda ser llevada a cabo porque, de igual modo que el buscador es lo buscado, lo que actúa es el actor de la acción, y no podemos encontrar por separado a ninguno de ambos.
Porque lo que yo soy es la búsqueda que es lo buscado y el buscador, o la acción que es el actor y el acto.

57.   LA CLAVE DORADA
Todo aquel que perciba la existencia puramente conceptual del tiempo y espacio alberga en su mente la clave que abre la puerta sin puerta más allá de la que reside la comprensión de la verdadera naturaleza de la manifestación, esto es, de la relación existente entre el universo y los seres sintientes.
¿Cuántos se han servido de dicha clave dorada que, es el sendero más directo al despertar?.....
Para que tenga lugar dicha percepción, hay que tener en cuenta que…. todas las manifestaciones dependen de la extensión de lo percibido en la dimensión aparente del espacio y también de la duración de esa extensión en su dimensión temporal.
A falta de esos dos medios indisociables no puede emerger manifestación alguna en la percepción.
Eso equivale a decir que, para tener una existencia objetiva, el universo que percibimos a través de los sentidos debe supeditarse completamente a los conceptos de espacio y tiempo.
Sin embargo, la existencia independiente del espacio-tiempo como una cosa en sí misma es tan inconcebible desde el punto de vista físico como filosófico.
Cuando comprendemos que el espacio y el tiempo tan solo son dos componentes de nuestra dotación mental cuya función es posibilitar la percepción, podemos reconocerlos como meras interferencias o conceptos vacíos de existencia.
El reconocimiento de que el espacio y el tiempo solo cuentan con una existencia conceptual requiere el reconocimiento de que el universo que percibimos a través de los sentidos también tiene una existencia conceptual. Como resultado de ese reconocimiento, tanto espacio-tiempo como el universo se reintegran en la esfera de la vacuidad objetiva que es no-manifestación.

58.   ESTO Y ESO
Esto (que es “objetivable”) no puede ser libre.
Eso (que no es “objetivable”) n o puede ser esclavizado.
Cuando permanezco aparentemente identificado con lo objetivable, el “yo” así creado se cree esclavizado.
Cuando me desidentifico de lo objetivable o me deshago de esa identificación aparente, yo – que soy eternamente libre –  parezco recobrar mi aparente perdida de libertad.
Porque yo soy eso que está tan vacío de objetividad como de identidad.
Lo que soy no es esto que parece identificado con los objetos.
En efecto, la cuestión es así de sencilla.

Nota: la identificación a la que nos referimos tiene un carácter meramente conceptual.
Lo-que-no-soy es no-yo tan solo en la medida en que me concibo como una entidad.
Aparte de eso, tanto lo objetivable como lo que no lo es  son inseparables.
Con independencia de lo que sea individualmente, cualquier persona podría repetir lo dicho aquí, pero esa afirmación no le pertenece ni a “el” ni a ellos, ni tampoco nos pertenece a ”nosotros”, porque todos eso son objetos.
Solo yo puedo pronunciarlo genuinamente, puesto que los seres sintientes solo podemos decirla en tanto que “yo”.

59.   ¿QUIÉN?
Yo no soy cognoscible como una entidad, lo que implica que no es posible encontrar una entidad personal como el “yo” o el “mí mismo”.
Si no es posible afirmar “mi” existencia en términos cognitivos, tampoco es posible afirmar cognitivamente la existencia del yo porque, si el objeto no existe, tampoco existe el sujeto.
La aseveración  “soy un yo si mi “ no es más que el dedo señalando en cierta dirección porque no existe un mi-objeto ni un yo-sujeto puesto que, la existencia de cualquiera de ambos, implicaría que son objetos.
Yo ni soy ni no-soy: eso es todo lo que puedo afirmar de mí.
 O bien, yo soy la ausencia de lo que no soy y de lo que soy, es decir, tanto de mi yo como de mi no-yo.
Todo lo que conceptualmente soy es la ausencia absoluta de mi yoidad.
Sin embargo, ausencia y presencia son facetas interdependientes de la mente dividida y en consecuencia, lo que soy nouménicamente es la ausencia tanto de presencia como de ausencia, que es la ausencia de mi ausencia en tanto que yo.
Eso está más allá de toda concepción o dicho de otro modo, no hay modo alguno de concebirlo o expresarlo.
No obstante, puede ser captado cognitivamente y aprehendido de manera no-conceptual, no ya con el pensamiento (que es conocimiento), sino con el no-pensamiento o el pensamiento absoluto que no es pensamiento, sino pre-pensamiento o conocimiento espontaneo que no es consciente del conocimiento.

Nota: en todas las modalidades de advaita – Vedanta, Ch´an, Zen, Varjrayana –  el elemento último de la practica  o de la no-practica (la práctica de la no-practica) es la pregunta “¿Quién soy yo?, con independencia de quien la formule o como se formule.
Y no puede haber otra respuesta salvo la repetición de la palabra “quien”, que a pesar de brindarnos una no-respuesta, supone el despertar a la comprensión de por qué no puede haber una respuesta.

Nota: las personas que no están acostumbradas a la investigación metafísica suelen creer que “yo” fenoménico, (que es una apariencia) puede ser conocido.
Cada uno de nosotros albergamos cuanto menos, dos supuestos “yoes”, que son apreciables cuando reproducimos sendas fotografías de ambas mitades de nuestro rostro.
Pero esos yoes no poseen más entidad  que el resto de los innumerables impulsos psicológicos que  alberga  de manera contradictoria el vocablo “yo” en el curso de la vida cotidiana.
El término “yo” aplicado por un ser sintiente a su propia apariencia física no es más que una convención coloquial que no tiene relación alguna con el sujeto de dicha proposición.

60.   PRESENCIA Y AUSENCIA
El yo que creemos que está esclavizado solo existe en la medida en que seguimos considerando que los pensamientos son el producto de una apariencia objetiva.
Tan pronto como cesa ese proceso mental, también deja de haber un yo que crea que está esclavizado.
Porque cuando la mente “ayuna”, no puede haber presente ningún yo.
En la mente que ayuna no surge el concepto-del-yo y, en consecuencia tampoco se infiere la existencia de entidad alguna que pueda permanecer esclavizada.
La noción de yo carece de solidez y permanencia.
Se trata de una idea recurrente que aparece de manera regular o intermitente, puesto que su ausencia es tan inevitable como su presencia.
Su ausencia es intemporal y se manifiesta fenoménicamente, como un tipo de permanencia, mientras que su presencia se inscribe plenamente en la dimensión temporal.
La presencia en el tiempo implica su ausencia intemporal, pero su ausencia temporal – que es la ausencia de la presencia –  también es ausencia intemporal.
Por consiguiente, la falta de identificación con el concepto-del-yo conlleva su ausencia intemporal, porque es ausencia de la presencia en el tiempo, siendo eterno en el sentido de que está fuera del alcance del continuo espacio-temporal.
Nouménicamente, por tanto, su ausencia es permanente.
La razón por la que nadie es capaz de creer que no existe es  que no puede existir entidad alguna que crea que no existe.  
Si hubiese una entidad que afirmase que no existe, esa entidad habría demostrado su existencia al afirmar su inexistencia.
Por consiguiente, la inexistencia no es más que un concepto abstracto e inaplicable que no puede ser sustentado como tal por entidad alguna.
Es una afirmación que no puede ser mantenida fenoménicamente, puesto que esa clase de declaración es autocontradictoria y se refuta a sí misma.
Así pues, una no-entidad no puede afirmar que no existe porque no hay ninguna entidad que pueda no existir.
La no-entidad carece de entidad para poder efectuar ninguna aseveración de ese tipo.
Una no-entidad no puede llegar a conocer que no existe.
Solo la ausencia de entidad y no-entidad – o del concepto de ambas –  puede existir o no sin conciencia alguna de la existencia, pero esa completa ausencia tanto de entidad como de no-entidad no existe ni deja de existir.
 La presencia aparente de la supuesta entidad solo puede ser tal en virtud de su ausencia nouménica.
Si no estuviese ausente en la no-manifestación, no podría tornarse presente en la manifestación, que es su apariencia, es decir, si no estuviese ausente nouménicamente,  no podría hacerse  presente fenoménicamente.
Por tanto negar, la apariencia como mera apariencia diciendo que es falsa, o inexistente, es un juego de palabras: la apariencia es un fenómeno mental aunque totalmente conceptual, intangible onírico y vacío de naturaleza propia.
También somos nuestra ausencia nouménica porque solo dicha ausencia nouménica nos permite ser lo que somos: ni entidad ni no –entidades, sino la completa vacuidad del ens.
Si hay un yo fenoménico que está presente, su ausencia nouménica también debe estar presente.
 Lo que somos, en definitiva, es la ausencia tanto de la presencia como de la ausencia.

Nota: la presencia fenoménica significa la manifestación de lo inmanifestado y por eso, también es ausencia nouménica.
La ausencia negativa y la presencia positiva son indisociables, o dicho de otro modo, la ausencia negativa es presencia nouménica en la medida en que la presencia positiva es ausencia nouménica.
 En ese caso, siempre que el concepto-del-yo está presente fenoménicamente (o emerge “la falsa mente”) también debe hallarse ausente nouménicamente, lo que equivale a decir que su ausencia es presencia nouménica.
Nouménicamente, solo puede hacerse presente como (su) ausencia fenoménica o ausente como su presencia fenoménica. Dicho de otro modo, fenoménicamente está presente como ausencia nouménica, mientras que su ausencia fenoménica implica nouménicamente, la presencia de su ausencia.

61.   YO Y OTRO
El concepto-del-yo implica el concepto-del-otro.
Ambos son inseparables y se necesitan mutuamente para poder existir.
En teoría, los budistas aceptan la “ilusoriedad” del concepto-del-yo pero en la práctica es algo difícil de constatar.
Se han abordado algunas de las causas subyacentes de ese concepto y por qué no puede desaparecer mientras subsista un “yo” que siga concibiéndose a sí mismo como un objeto fenoménico.
Los budistas son más reacios a refutar el concepto-del –otro, sin embargo ambos conceptos son inseparables.
Mientras persista la noción del otro, no podemos liberarnos de la noción del yo, y en tanto que persista la noción del yo como centro desde el que pensamos, los seres sintientes no podremos despertar al estado de iluminación que nos pertenece.

Nota: este último párrafo puede resultar confuso, porque parece implicar que el yo posee un centro, que los seres sintientes podemos alcanzar el despertar.
Pero cuando la mente ayuna de todos los conceptos, no es posible que una entidad fenoménica formule ninguna de estas aseveraciones. Si bien tiene un propósito fenoménico, nouménicamente no tiene ninguna existencia.

62.   ANÁLISIS DEL CONCEPTO-DEL-YO
Conectamos la palabra “yo” con todos los impulsos que emergen en la complejidad de nuestro psiquismo, haciendo caso omiso de lo contradictorios que resultan entre sí.
Y a partir de ese proceso, emerge la noción de una multiplicidad de “yoes”.
Dado que esos impulsos tienen una cualidad emocional, el yo así inferido también tiene una cualidad más afectiva que intelectual.
¿Cuál es el origen de la palabra “yo”?
Todo fenómeno vivo, todo ser sintiente complejo debe poseer necesariamente un centro, denominado “corazón” en Oriente, y “cabeza” en Occidente.
Pero en sí mismo, dicho centro tiene un carácter tan fenoménico como la apariencia de la que constituye el “corazón” o el “centro”, aunque ejerza una función imprescindible a la hora de organizar y cuidar el fenómeno que controla.
Emociones tales como el miedo, el deseo o el amor-odio, emergen para beneficio del fenómeno, pues constituyen una protección para él y alientan su perpetuación y subsistencia en el contexto espacio-temporal de su manifestación.
Sin embargo, no nos limitamos a vincular el término “yo” con ese “centro”, sino también con el cuerpo físico, una relación que es responsable de la principal identificación que constituye nuestra esclavitud.
Ese “centro”, es el fundamento fenoménico del concepto-del-yo, del ego o de la identidad, que es una mera inferencia sin existencia, puesto que es incapaz de ninguna acción independiente como una cosa en sí misma.
El concepto-del-yo se cree responsable de emociones que siente el cuerpo haciéndole parecer una entidad independiente sin ser tal ya que, de hecho está siendo completamente “vivido” o “soñado” por el noúmeno, que es lo que realmente es.
De ese modo vinculamos la palabra “yo” con ese centro y con todos los impulsos que emergen en nuestro psiquismo, atribuyéndole la responsabilidad por cada pensamiento consciente y por cada acción que lleva a cabo nuestra “individualidad” aparente.
Eso es lo que conocemos como “ego” y cuyas funciones concebimos como “volición” aunque de hecho, lleve a cabo estas en completa ignorancia de su ser real.
El yo no ha existido ni existe, porque nunca ha habido “cosa” alguna, ningún objeto de conciencia que pueda ser el yo.
No puede existir un yo objetivo porque para ello, tendría que aparecer como un objeto para sí mismo y en consecuencia dejaría de ser el yo.
Esa es la razón que explica por qué la “yoidad” es la ausencia tanto de objeto como de sujeto y por qué la integración de esa mutua ausencia también está vacía de existencia objetiva.
Yo no puedo ser nada. Yo no puedo ser yo, porque toda entidad se halla determinada y por consiguiente no puedo identificarme con nada objetivo.
 El yo es una contradicción en los términos. Yo no soy ninguna cosa en absoluto, ni siquiera la talidad”.

63.   ¿CAUSALIDAD O INDETERMINACIÓN?
Causalidad e indeterminación cumplen con el mismo propósito.
Cada una de ellas es una estructura concebida para tratar de explicar el mecanismo que gobierna la manifestación del universo en el marco espacio-temporal correspondiente.
¿Probabilidad estadística o pura inexorabilidad de causa-y-efecto?
Ninguna de ambas posibilidades posee existencia fáctica sino como enunciados de una hipotética “norma” que supuestamente, gobierna un mundo aparente (fenoménico) que evoluciona  en la extensión del espacio y en la duración del tiempo.
En la no-manifestación no puede haber ninguna cosa ni apariencia de ”cosa” alguna, sino la completa ausencia de todo lo objetivable.
No puede darse la “no-cosa” como tal en ninguna parte porque la “no-cosa” nunca ha sido, ya sea en el estado de manifestación o de no-manifestación.
Sin embargo, en el estado de manifestación, las cosas aparecen y son percibidas como objetos constituyendo, de ese modo el universo fenoménico.
Tanto la manifestación como la no-manifestación son conceptos.
Ninguno de ambos es o no es, sino es en tanto que ausencia de no-manifestación.
 Por consiguiente, toda “causa” forma parte integral del proceso de manifestación y depende de su extensión en el espacio y el tiempo.
La “causa” es un mero concepto que no existe como una cosa-en-si y no puede ser creada ni introducida como tal en el flujo temporal del universo manifestado.
Se sigue de ello que no existe absolutamente ningún tipo de acción que podamos emprender los seres sintientes (fenómenos) en el universo objetivo como consecuencia de nuestra voluntad, pues nuestra existencia tan solo tiene un carácter aparente (fenoménico) y por esa razón, no hay ninguna entidad capaz de actuar.
Los fenómenos están completamente determinados por la causalidad o por la probabilidad estadística, pero no existe entidad alguna que pueda ser libre o esclava.
La noción de entidad es consecuencia de nuestra identificación subjetiva con los objetos fenoménicos, propiciando una condición mental que evidencia la esclavitud de dicha entidad ilusoria al concepto de causalidad.
Por tanto, solo los eventos pueden estar determinados por la hipotética causalidad pero nunca lo que somos los seres sintientes, porque solo nuestra apariencia puede carecer de libertad.
En ningún momento estamos cuestionando el noúmeno – que es el que informa al fenómeno–  puesto que en él, no hay cosa ni objeto alguno que pueda experimentar o sufrir bajo ninguna circunstancia.
Aunque el fenómeno parece sufrir –lo que es una reacción afectiva resultante de su identificación –, ese sufrimiento tiene un carácter meramente fenoménico puesto que, nouménicamente permanece intocado e intocable.
Solo los eventos – que son efectos de las causas –  pueden convertirse, a su vez en causas, pero ni causa ni efecto pueden tocar lo-que-somos.
 De ese modo, el problema se esfuma por sí solo, ya que las premisas son falsas.
Nunca podemos estar condicionados por la causalidad puesto que cada ser sintiente tiene el derecho de afirmar.
“yo soy la causalidad”.

N.bene: la existencia del “yo” es una mera convención lingüística.

64.   ARIA
I Moderato
Solo hay yo, incondicionado y vacío de cualquier atributo e identidad.
Pero el mero pensamiento del “yo” nos sumerge instantáneamente en la esclavitud.
La esclavitud carece de duración con independencia de la presencia del concepto del “yo” o lo que es lo mismo, que su duración aparente coincide con dicho concepto.
No hay “yo”, nunca lo ha habido ni lo habrá, porque la existencia de tal entidad es imposible.
No hay “otro”, nunca lo ha habido ni lo habrá, porque la existencia de tal entidad es imposible.
No hay necesidad de leer libros, cantar sutras, recitar escrituras, ni de llevar mascarada alguna.
No hay nada en absoluto sobre lo que debatir o argumentar, ni nada que explicar.
No existe nada que pueda ser enseñado o aprendido.
Todo ser vivo conoce eso, siendo totalmente libre para cobrar conciencia de ello y experimentarlo
Aunque el resto es esclavitud, ese no es sino un pensamiento ilusorio que inhibe conceptualmente la visión pura (no-dual).
II Forte
Cada acto voluntario de lectura, canto, escucha, discusión, argumentación, refuerza inevitablemente los conceptos que alimentan nuestra supuesta “esclavitud”.
Ningún acto voluntario puede liberarnos” de la “esclavitud”, puesto que no existe entidad alguna que pueda alcanzar la liberación o permanecer esclavizada.
Todo lo que podemos hacer es cobrar conciencia de lo que ya sabemos y vivir con plena atención aquello que ya estamos viviendo.
El resto es apariencia o mero sueño fenoménico.
III Fortissimo
El infierno – con todas sus fantasías basadas en las nociones del “yo” y el “otro” y en sus juicios recíprocos –  es un combate de sombras entre el “tu” y el “yo” que tiene lugar en la falsa mente.
Solo yo puedo hablar, pero no digo lo que digo como si fuese un objeto.
Solo yo puedo mirar, pero no veo lo que miro como si fuese un objeto.
Solo yo puedo hacer algo, pero no hago lo que parece que es hecho por “mi”.
No soy una entidad ni una no-entidad, sino la ausencia de no-entidad, la fuente de todas las acciones, pero no el ejecutor de ningún acto.
Soy la fuente de todos los pensamientos, pero no soy el pensador de ninguno de ellos.
Una vez más, Yo soy, pero no hay yo ni tampoco hay “tú, el, ella eso” y por supuesto “nosotros” o “ellos”.
Todo ser sintiente es un no-ser porque todo lo que son los seres también lo soy yo, puesto que tampoco soy.
Todo lo aquí expresado podría decirlo cualquier ser sintiente porque todo ser sintiente soy yo.
No hay nada más que añadir en absoluto. Y eso es ya demasiado.

65.   PSEUDOPROBLEMAS
I
El problema de si X es libre o está esclavizado – en la jerga, ignorante o iluminado –  es idéntico a la cuestión de si está condicionado o no, dicho de manera más filosófica, si está predestinado o puede ejercer su libre albedrío.
De hecho no se trata de ningún problema, porque cuando las premisas son falsas, no puede deducirse de ello ninguna conclusión verdadera.
X no existe. No hay entidad alguna a la que pueda atribuirse ningún estado o condición permanente, ya sea física o metafísica, ya sea en la mente o en la vida cotidiana.
Nuestra dotación psicosomática es incapaz de liberarse de las descripciones.
Tan solo es una apariencia que está sujeta al sistema aparente de causalidad o al sistema de manifestación dependiente de la probabilidad estadística, que no son sino dos maneras de concebir el mecanismo que gobierna la dimensión fenoménica.
El componente nouménico del fenómeno X es indisociable del resto de los fenómenos ya que en sí mismo, el noúmeno carece de existencia objetiva aparte de su manifestación fenoménica  y tampoco posee “entidad” alguna que pueda permanecer sujeta a  ninguna condición conceptual.
Si utilizamos ese rasero como criterio para resolver todos los supuestos problemas que aparentemente debe afrontar una supuesta entidad, percibiremos de manera inmediata que esa clase de problemas carecen de existencia real.

II Nuevamente
Eso que cree que está esclavizado es lo mismo que piensa que es un organismo psicosomático sometido a la causalidad o la indeterminación, la cual no es sino otro modo de causalidad.
Fenoménicamente hablando un organismo psicosomático puede ser libre porque en él no existe entidad alguna capaz de alcanzar la liberación, como tampoco es posible sustentar ningún tipo de libertad en el dominio fenoménico.
Eso que cree que está condicionado o ejerciendo su libre albedrío, utiliza el pensamiento para identificarse con los objetos fenoménicos y parece estar sujeto a cualquier condición a la que se adhiera dicho pensamiento.
Por consiguiente, quien piensa que es libre, es decir que ejerce libremente su voluntad, esta de hecho más esclavizado que la persona que cree que está esclavizada (que es ignorante o está condicionada).
El supuesto problema no reside en la presencia o ausencia de los estados objetivos de libertad o esclavitud, de condicionamiento o descondicionamiento, sino en la presencia o la ausencia del sujeto de esos estados y de cualesquiera otros.
El supuesto sujeto no es más que un concepto con el que nos identificamos, que si bien parece estar presente, se halla nouménicamente ausente.
No es posible asignar nociones tales como libertad o esclavitud a lo que es un mero fenómeno sintiente y cuyo único “ser” cognoscible reside en la totalidad de la manifestación fenoménica.

66.   LA BÚSQUEDA
El 99´9% de las personas interesadas, parecen querer convencerse a sí mismas de que el hecho de carecer de entidad es una cuestión de identidad.
El restante 0´1% parece asumir que persuadirse a sí mismo de que eso es lo que realmente son es, más bien, cuestión de no-entidad.
Pero, en uno u otro caso, estamos aceptando tácitamente que existe una no-entidad que, de ese modo, acaba convirtiéndose en la entidad que creemos que somos.
Fenoménicamente, en ausencia de entidad no puede haber no-entidad, como tampoco puede haber entidad en ausencia de no-entidad.
 Nouménicamente, eso no es posible puesto que ambos son meros objetos conceptuales.
 A pesar de que todos nosotros buscamos la ausencia de no-entidad (tanto en la faceta positiva como en la negativa de la entidad), s in embargo, mientras persistamos en nuestra búsqueda, seguirá habiendo una entidad (o una no-entidad) que busca, y en consecuencia, nunca podremos encontrar la ausencia de lo que está presente.
Ese es – en apariencia –  el único problema.
Y lo es en apariencia precisamente porque seguimos buscando una identidad, y una identidad no puede encontrar su propia ausencia.
 El apego al fenómeno nos impide descubrir el noúmeno que somos, de igual modo que la sombra no puede encontrar el cuerpo.
Esa es la razón que explica la inutilidad de la práctica y porque en este contexto, el  ejercicio de la voluntad siempre resulta contraproducente.
Es absurdo que el objeto busque al sujeto no sólo porque sólo el sujeto puede buscarse a sí mismo – aunque no pueda encontrarse–  sino porque la búsqueda, distancia necesariamente a lo buscado del buscador, lo ubica en un momento temporal distinto y le hace ocupar un lugar diferente a aquello que busca.
Sin embargo, el buscador aparente no está separado en el tiempo y el espacio, y en ese sentido, es una mera inferencia conceptual al igual que el concepto de lo buscado.
Buscar y encontrar son meros conceptos.
En la completa ausencia de esos conceptos no hay nada que buscar, nada que encontrar y tampoco existe entidad alguna.
Al cesar la búsqueda – toda búsqueda–  el buscador también desaparece, y donde no hay nada que encontrar ni nadie que busque, allí reside la “talidad”.
En consecuencia, la única práctica posible es la completa ausencia de práctica y de no-practica, pues en la completa ausencia de práctica no existe el practicante ni identidad de ningún tipo.

67.   NUNCA PERDIDO NI ENCONTRADO
Todas las apariencias (fenómenos) son consecuencia de nuestro potencial psicosomático y por consiguiente, dependen de él para disfrutar de su extensión y duración aparentes.
Nuestro potencial psicosomático es un mecanismo.
En tanto que apariencias, los seres sintientes somos la consecuencia de eso – al igual que ocurre con el resto de las apariencias – pero nuestra “sensibilidad” no se reduce a ese mecanismo ni es el resultado de su actividad.
Desde la perspectiva fenoménica, la “sensibilidad” es lo que produce al mecanismo psicosomático que, a su vez, da lugar a los fenómenos.
Por consiguiente, lo-que-somos es el creador del universo fenoménico, incluyendo el factor fenoménico de lo que, aparentemente, somos cada uno de nosotros.
Sin embargo, tal como el Buda y otros han señalado, no existe entidad cognoscible en parte alguna.
En consecuencia….

68.   EL SIMBOLO ULTIMO
Mi existencia objetiva depende de la percepción sensorial, porque la percepción sensorial es sinónimo de la expresión “existencia objetiva”.
Donde no existe percepción, tampoco hay ni puede haber existencia objetiva, y lo contrario también es igualmente cierto, es decir, que donde no hay existencia objetiva, no puede haber percepción sensorial.
Se deduce, por tanto, que ese tipo de percepción constituye el elemento subjetivo de cualquier tipo de objetividad material.
De igual modo, en ausencia de pensamiento (imagen, u objeto en la conciencia), tampoco hay facultad perceptiva alguna capaz de percibir, y si no hay facultad de percepción también es imposible percibir ningún concepto ni imagen objetiva.
La denominada “apercepción”, por tanto se revela como el componente subjetivo ultimo de todos nuestros objetos mentales.
Por tanto, ya sea material o mental, la existencia objetiva aparente y la facultad de percepción (orgánica o mental) constituyen los factores objetivo-y-subjetivo o las contrapartes indisociables e interdependientes de cualquier apariencia.
Se sigue de ello que yo no tengo más existencia objetiva (somática o psíquica) que como objeto de mi facultad de percepción subjetiva, cuya existencia depende a su vez de los objetos percibidos.
Pero, en sí misma, dicha facultad de percepción no es más que un concepto objetivo en mi conciencia y, en consecuencia, sólo existe en relación interdependiente al sujeto de ese objeto.
Ese sujeto-objeto – y todos los sujeto-objetos subsidiarios que se alternan en la conciencia girando como peonzas y desempeñando una u otra función –  solo pueden encontrar su resolución en la negación de ambos polos, una negación que necesariamente  no es ninguno de ellos.
Esa negación absoluta no posee un nombre determinado porque el nombre especifica al pensamiento y un pensamiento es un objeto que siempre requiere un sujeto.
Porque incluso la negación  requiere la presencia del negador, de la duración, de la posición en la que ocurre la negación, es decir, de un “ente” en el tiempo y el espacio.
Esas funciones aparentes solo pueden ser llevadas a cabo por lo que suele denominarse “conciencia”, el supuesto continente o marco donde se desarrollan todos nuestros eventos físicos y psicológicos.
Pero la “conciencia” es un término demasiado técnico y en ese sentido, de naturaleza tan objetiva y conceptual como cualquier otro mientras que este caso, estamos refiriéndonos a algo que implica necesariamente la completa ausencia de existencia objetiva.
Solo existe un término capaz de cumplir con ese requisito y de transmitir esa clase de implicación y es el pronombre personal de primera persona “yo”.
 El yo es el símbolo idóneo de aquello que carece de cualidades y atributos y es incalificable, siempre que ese símbolo no acabe convirtiéndose en un nuevo objeto del pensamiento.
Lo que somos es la totalidad, es decir, todo lo que es y también lo que no es, comenzando con lo que concebimos como conciencia, duración y extensión y cualquier cosa que dependa de ellos para su manifestación objetiva.
Por eso, aunque soy todo y siempre, al mismo tiempo no soy y nunca he sido.

Nota: En su faceta  subjetiva o funcional (opuesta a su faceta conceptual) –  o la función en contraposición a lo que es mera designación -, la facultad de percepción o la fuente de nuestra “sensibilidad” es la expresión de la subjetividad última sin la que no podría manifestarse ninguna apariencia.
Como tal es prajna y forma parte de lo que somos.

69.   LA ILUMINACIÓN Y  LA EXTINCIÓN DE LA IGNORANCIA
Aplicado al individuo, el concepto de “iluminación” carece de sentido porque se trata de un estado incompatible con cualquier tipo de identidad.
No hay “yo” ni “entidad” alguna capaz de alcanzar la iluminación.
Pero, una identidad aparente puede “despertar” a ese estado, es decir, despertar desde el sueño de su autonomía individual o desde la esclavitud de su identidad ilusoria al estado natural que designa el término “iluminación” o “liberación”.
Sin embargo, ese término no parece muy bien escogido puesto que implica la presencia de alguien que alcanza la “iluminación”.
A pesar de ello, dado que la existencia fenoménica está basada en la noción de identidad, el lenguaje refleja necesariamente esa relación.
 La noción de “iluminación” significa la ausencia  de lo que es nuestro estado natural, mientras que su ausencia,  es un hecho factico que constituye el estado actual del fenómeno, pues el término “fenómeno” quiere decir la ocultación del noúmeno.
 De ese modo, la extinción de esa ocultación conlleva, simultáneamente, la desaparición del fenómeno y la revelación del principio nouménico.
Así pues, cuando la pseudoidentidad despierta de su ilusión de autonomía, alcanza un estado universal al que se otorga el nombre de “iluminación” o dicho de otro modo, que la identidad aparente cobra conciencia de su universalidad y retorna al pleno conocimiento de la totalidad que es.

70.   APERCEPCIÓN
La identidad de los opuestos
No hay no-manifestación aparte de la manifestación.
La misma manifestación – con todos sus componentes sensorialmente perceptibles –  tampoco difiere de lo que denominamos “mente”  porque en sí misma, la manifestación no es nada en absoluto.
De hecho, ni siquiera es posible identificarla con la “mente”.
Como tales, los objetos no están constituidos por ninguna clase de sustancia mental.
Los objetos no están compuestos de nada en especial, puesto que no están ubicados aquí ni en ningún otro lugar.
Son percepciones inseparables del mismo proceso de percepción y, en consecuencia, cuando decimos que son “mentales”, queremos subrayar que son en la medida en que son percibidos.
 Sin embargo, tampoco es posible afirmar la existencia independiente de la mente ni de nada que desempeñe un papel similar.
La única posible existencia – conceptual en cualquier caso –  de la mente reside en la misma manifestación, es decir, es coemergente con ella, como también lo son las nociones del “tiempo y el espacio”.
No existe mente alguna porque ese término se refiere a la apercepción misma.
 Por tanto, cuando la consideramos objetivamente, la “mente” es lo que aparece y también lo que hace posible que todo aparezca pero, en sí misma, no es nada en absoluto, pues no existe nada aparte del fenómeno de la percepción – en su modalidad de apercepción –  y eso está completamente vacío de cualidades objetivas y no puede ser descrito, ya que cualquier intento de descripción es un intento de describir a la misma apercepción o dicho de otro modo, es el descriptor describiendo aquello que carece de toda cualidad objetiva que pueda ser descrita.
Aparte de la apariencia  manifestada no existe la no-manifestación y, por su parte, la manifestación solo es no-manifestación.
No existe ninguna otra no-manifestación en absoluto.
Por consiguiente, concebir la no-manifestación como la “fuente” de la manifestación, es decir, como una cosa en sí misma, es tan engañoso como concebí r la manifestación  como una cosa en sí misma.

No hay otro aparte del yo,
Ni existe el no-ser independientemente del ser,
Ni no-manifestación aparte de la manifestación,
No porque sean conceptualmente inevitable
Sino porque su mutua existencia
Reside en el mismo acto de Apercepción.

Nota: el intento de percibir la visión interior de los objetos como sólo-mente nos revela claramente la identidad de la manifestación y la no-manifestación, del ser y del no-ser, del yo y el otro, una ecuación que conduce al despertar, según afirmaba Hsieh Yung chia, al comentar las palabras de Tao Sheng, uno de los primeros artífices de la doctrina Ch´an.

Nota: si no captamos la importancia de esa comprensión, entonces es aconsejable escuchar de nuevo a Huango Po:

“la gente pasa por alto la realidad del mundo ilusorio”
“no es posible establecer diferencia alguna entre el Absoluto y el dominio de los seres sintientes”
“los fenómenos y la mente poseen la misma naturaleza y, por eso, ambos son completamente reales (o irreales) y comparten igualmente la naturaleza-del-Dharma. Quien recibe la intuición de dicha verdad se convierte en Buda y realiza el Dharma.”

Por supuesto debemos percibirlo directamente por nosotros mismos porque, de lo contrario, tan solo será un pensamiento en el que enfocamos nuestra atención.
 ¿Tal vez  ahora alcanzamos a comprender mejor su importancia?
La facultad de la apercepción recibe el nombre sanscrito de prajna.

71.    EN FIN
Los sistemas del budismo y el Vedanta (advaita) se fundamentan en la no-existencia de la identidad y de la misma idea de “iluminación”, la cual significa la reintegración a nuestra universalidad.
Cualquier otro elemento de la doctrina depende de dicha comprensión que resulta indispensable.
Pero no se puede plantear como una tarea a emprender puesto que lo que se requiere es la ausencia de una entidad que actúe o que se abstenga de actuar.
No hay acción ni posible evitación de la acción, sino tan solo la ausencia de la evitación de actuar, que es el modo que tienen los Maestros de referirse a la “completa ausencia de identidad capaz de actuar o abstenerse de actuar”.
Esa es la flecha lanzada por el arquero iluminado, porque independientemente del número de flechas que lance, cada una parte por la mitad a la que precede en el blanco, que es, a su vez, el ojo y también la trayectoria de la flecha.

Nota: si la identidad es un concepto relacionado con algo que no existe, esa ausencia preexiste como una ausencia y en consecuencia, es imposible alcanzarla puesto que ya está presente como ausencia.
Esa es una de las razones que explican la imposibilidad de obtener la iluminación.
Cualquier intento de “hacer” aparta al supuesto actor de lo que realmente es.  Ahora el motivo parece claro.
Se dice también que la identidad está vacía y que la vacuidad es “no ubicación”.
Así como cualquier otro concepto que haya existido  o que pueda existir jamás, ni está ni no está, o dicho de otro modo, es la completa ausencia de su “no-ubicación”.
La ausencia y la no-existencia también son conceptos y por tanto ni están ni no están, sino que su esencia  radica en la completa ausencia de no-existencia y de no-ausencia.
De manera que la verdadera existencia de la identidad reside en la ausencia tanto de identidad como de no-identidad.
Esa es la respuesta eterna a la cuestión relativa a los conceptos (¿y a lo que no son conceptos?) y la única posible definición de talidad.

COLOFÓN
Todo es
Lo que soy siempre es libre. No existe nada capaz de limitarme.
La esclavitud y el consiguiente sufrimiento  – el sufrimiento de todos los seres –  dependen totalmente de la noción de que poseo un yo objetivo.
Pero esa contradicción, en los términos, no existe, ni ha existido, ni puede existir jamás.
Además, si ningún objeto existe como tal, ¿por qué iba a existir el yo como un objeto?
Un objeto – como cualquier cosa que pueda objetivizarse –  tan solo es una apariencia.
Eso es lo que constituye a un objeto, es decir, todo lo que un objeto es o puede llegar a ser y todo para lo que fue concebido ese término.
Ser un objeto tan solo significa aparecer o tornarse perceptible.
¿Pero aparecer ante quién? ¿Tornarse perceptible ante qué?
Solo yo puedo percibir. ¿Qué otra cosa hay capaz de percibir y que pueda percibir? Todo lo que percibo se transforma en mi objeto.
El objeto es la objetivización de lo que soy. ¿Qué otra cosa podría ser para que pueda ser?
Por tanto, yo soy cada uno de mis objetos. No pueda haber cosa alguna que no sea yo. Yo no soy nada sino mis objetos y mis objetos no son nada sino yo.
¿Qué sentido tiene escribir algo tan simple y obvio?
¡No hay nada más que decir o que se haya dicho¡ nunca lo hubo, ni lo habrá.
¿Hay necesidad de repetir una obviedad? Cualquier ser sintiente podría decirla.




QUINTA PARTE

Diálogos entre el ego y el alter-ego

¿Qué no es una relación objetiva?
Allí donde hay otros, también hay yo
Y, donde no hay otros, no puede haber yo.
Donde no hay yo, no hay otros porque,
En ausencia del yo, soy todos los otros.
Eso es una relación no-objetiva

72.   DIALOGOS
I La tierra Pura
-¿Es posible liberarse del concepto del “otro” sin desprenderse simultáneamente del concepto del “yo” o liberarse del concepto del “yo” sin deshacerse paralelamente del concepto del “otro”?
-Imposible
-¿Cómo entonces abordamos la cuestión?
-No podemos  hacerlo de modo alguno. El sujeto que se identifica con un concepto no puede liberarse a sí mismo de ese concepto.
Es como querer atrapar el reflejo de la luna en el agua de un charco.
-¿Y entonces?
-A menos que el sujeto identificado conozca lo que es, no podemos esperar que reconozca lo que no es.
-¿Pero no podemos decir de modo similar que, hasta que no conoce lo que no es, no puede comprender lo que es?
-Sí, desde luego, uno puede, tiene que hacerlo…
No hay “camino” ni “salida” más allá del aquí-y-ahora.
-¿Entonces, que hay?
-Lo-que-es.
Y si no puede encontrarlo buscándolo, entonces, cese en su búsqueda.
Si es incapaz de encontrarlo con el pensamiento, no piense.
Eso está donde no hay búsqueda ni pensamiento.
-¿Debido a que no puede ser visto ni pensado?
-No porque no pueda ser visto ni pensado, sino porque no hay “nadie” que pueda ver ni pensar.
-¿Así pues que podemos hacer?
-No podemos hacer nada. Ni siquiera podemos dejar de hacer.
-¿En ese caso?
-Lo mejor es que me lo diga usted.
¿Acaso el sujeto que permanece identificado es algo que puede conocerse a sí mismo?
-Posiblemente no.
-¿Entonces, lo-que-es es algo que puede ser no-conocido?
-Lo-que-es no puede ser convertido en objeto de conocimiento.
-¿Puede él, ver, o conocer de algún modo lo que es o lo que no es?
-No lo creo. Porque eso que está intentando ver o conocer es lo mismo que está viendo y conociendo.
Es la única respuesta.
El  hallazgo de la “no-cosa” permite al yo descubrir que también es lo que no es.
-Así pues, ¿lo que él no es también es lo que es?
-Si en la medida en que puede ser transmitido verbalmente.
-¿Pero eso responde a mi pregunta?
-Usted preguntaba sobre la posibilidad de liberarse de los conceptos interdependientes del “otro” y el “yo” y ahora ambos han sido abolidos.
-¿Entonces?
-Entonces, no hay ni “otro” ni “yo”
-Lo que soy también es lo que no soy y lo que no soy forma parte de lo que soy.
No hay espacio para el yo, ni espacio para algo distinto del yo.
¿Pero no es eso una definición del Nirvana o de la Tierra Pura?
-También es una definición del Reino de los Cielos.
-¿Este enfoque tiene algún precedente histórico?
-Bodhidharma consiguió sosegar la mente de Hui K´o después de que este fuese incapaz de encontrarla.
Eso no sucedió porque no haya mente alguna que encontrar, sino porque no hay “yo” alguno que pueda obtener nada.
La mente no se puede perder, sino que es el yo el que no puede ser encontrado.
-¿Entonces la mente busca a la mente como si fuese un objeto, y por eso, no se encuentra a sí mismo?
¡Precisamente, no encontrar es el encuentro!

II Indeterminación
-Me preocupa la ley de causalidad.
-Nagarjuna también estaba muy preocupado, mucho tiempo antes que Heisenberg, y desconocía la Teoría Cuántica de Plank.
-¿Pero el budismo pone mucho énfasis en la causalidad?
-Así es, pero el Buda desaconsejo la especulación física y metafísica igual que los maestros Ch´an.
-Parece que la ley de probabilidades ha sustituido a la de causalidad  y hoy en día es aceptada, por lo menos en lo que concierne al microcosmos. ¿Pero podemos aplicarla al macrocosmos?
-No veo por qué no. El tamaño es tan relativo como cualquier otro concepto.
-En ese caso dejaríamos a  un lado un aspecto fundamental de la enseñanza budista.
-En el Vehículo Supremo no existen elementos doctrinales fundamentales, aunque todos esos conceptos han tenido su importancia.
-¿Qué diferencia hay entre explicar el proceso de manifestación fenoménica recurriendo a una ley basada en la noción de causalidad u otra basada en la idea de la probabilidad estadística?
-Causa-y-efecto resultan obvios y cualquiera puede constatar su acción. Es un hecho evidente.
Cuando nos acostumbramos a ella, la indeterminación o la probabilidad estadística también es muy obvia y tal vez, está más en concordancia con cierta comprensión metafísica que la inexorabilidad de la ley de causalidad.
Nagarjuna tuvo serios problemas cuando constató que la causalidad no resiste un análisis demasiado exhaustivo.
-Las consecuencias metafísicas de un cambio de paradigma podrían ser profundamente devastadoras.
-¿Qué importancia tiene la invención de leyes que tratan de explicar el mecanismo de la manifestación?
Esas leyes solo son estructuras conceptuales esquemáticas que cumplen con un mismo propósito y que no existen ni dejan de existir independientemente de la dimensión fenoménica.
Ninguna modalidad de objetivización posee existencia independiente.
Si nuestra voluntad no tiene lugar alguno en la causalidad, tampoco tiene lugar en la indeterminación.
¡Cualquiera de ambas hipótesis es adecuada puesto que son interdependientes!
Sin embargo la ley causa-y-efecto está limitada a los eventos – ya que no hay ninguna entidad que los experimente–  y en consecuencia parece privada de un factor fundamental.
Y algunos budistas han sucumbido a la idea de que sus yoes ilusorios están sometidos a la causalidad. 
La indeterminación, por su parte, excluye de entrada esa clase de opiniones.
-¿Puesto que es imposible determinar la existencia de una entidad sobre la base de la probabilidad estadística?
Efectivamente, la indeterminación elimina el suelo bajo los pies de quienes se sienten tentados de albergar ideas semejantes.
Cuando eliminamos la voluntad, que presupone una entidad y la causalidad que tampoco tiene incidencia alguna sin la presencia de una entidad, no puede seguir habiendo ningún problema que nos impida adaptar nuestro pensamiento a la nueva perspectiva.
Parece que la noción de indeterminación cuadra mucho mejor con la naturaleza de la realidad.

III En lo que a mi concierne, me resulta deprimente, escuchar a determinadas personas – que supuestamente saben– hablar de ellos mismos como si existiesen realmente.
-puede que sea un error juzgarlos de ese modo porque tal vez, sean honestos y no estén aparentando en absoluto.
-Me refiero a personas que supuestamente saben que no existe nada objetivo.
-Excepto la dimensión fenoménica…… lo que quiero decir es que  al ser conscientes de que todavía están profundamente identificados,  no quieren parecer unos hipócritas pretendiendo ser lo que no son.
-Sin embargo, si no viven a la altura de la comprensión de que no-son, ¿podrán alguna vez liberarse de su identificación, no es eso lo que se conoce como la práctica de la no-practica?
-Mientras sea un juego o una imitación, estamos hablando de práctica, no de no-practica.
-No me siento cómodo con la actitud de esas personas.
-¿Pero no está usted haciendo lo mismo en estos momentos?
-Posiblemente, pero no creo que sea recomendable.
-Hay que comprender que su actitud no es solo intelectualmente honesta sino también exacta de acuerdo con los hechos.
-¿Qué quiere decir?
-Después de todo, cabe la posibilidad de que existan “realmente”.
Ya que, en la medida que piensan que existen lo hacen, porque la existencia es completamente aparente, y objetiva, o sea conceptual. Y ellos sustentan ese concepto.
-¿Quiere decir que consideran que su concepto es real?
-No existe otra realidad en el cosmos.
-Ellos se aceptan a sí mismos como lo que, fenoménicamente, parecen ser para los demás, ¡a pesar de que son bien conscientes de que no son eso en absoluto!
-Ellos son eso no solo para los demás, sino también para sí mismos. En caso contrario, tampoco cabría la posibilidad de que los otros existiesen.
-De ese modo, ¿debemos esperar a apercibir la inexistencia de los “otros” antes de afirmar que no hay “yo”?
-No podemos afirmar que no hay yo pero hagámoslo, preferiblemente, en compañía de personas que ya conocen ese hecho y es entonces cuando todos estaremos en condiciones de afirmar simultáneamente que no hay yo ni tampoco otro.
-En ese caso, ¡no habría “otro” alguno al que poder dirigir esa afirmación!
-Efectivamente.
Si no existe “yo” del que pueda afirmarse tal cosa, tampoco hay “otro” ante el que pueda ser afirmado y en cualquier caso, no hay yo alguno que pueda efectuar tal afirmación.
-Dado que la afirmación del no-yo carece de sentido, ¿no es pues, una contradicción en los términos?
-¡El yo que habla no sabe, y el no-yo que sabe no habla!
-¿Por qué no hay yo ni no-yo, y, en consecuencia, nada puede ser dicho?
-No hay yo, pero no olvidemos que todo ser sintiente tiene derecho a decir “yo soy”.
-¿Pero eso es realmente así?
- Admitamos que la frase sería menos cuestionable si eliminásemos el verbo “soy”
-Aun así, ¿Quién es ese yo?
-No existe semejante entidad.
-En ese caso, ¿Quién “soy” yo?
-La palabra “quien” denota a un objeto y como tal, usted es una mera apariencia.
-Pero acaba de decir que todo ser sintiente tiene derecho a decir “yo”.
-Sí, así es. Nouménicamente, es posible afirmar “yo” sin añadir nada más porque cualquier enunciado adicional lo convertiría en un objeto, y por consiguiente, en lo que no es.
- Así pues, ¿usted existe?
-Con toda seguridad no. No existe ningún “usted”, sino tan solo yo.
-Pero yo también puedo decir eso…
-Por supuesto.
-Por un instante creo que he comprendido algo.
-usted comprende, pero el condicionamiento de su objetivización vuelve a cerrar la puerta tan pronto como ésta se abre.
-¿Se abrirá si vuelvo a llamar?
-Solo si llama el “yo” pero no si llama “otro”.
No, mientras mire hacia el exterior como si estuviese ubicado en un centro fenoménico imaginario o mientras su “yo” intente hacer una cosa u otra.
Recuerde, en tanto que “yo”, usted es el noúmeno.

IV El mono y la banana
“No existe diferencia alguna entre las personas ignorantes y las iluminadas “. Huang Po

-¿Cree que el sabio Kuan Yu está iluminado?
-Si usted también lo está, sí.
-¡Pero no tengo esa pretensión!
-Acaso la tiene él.
-No lo sé. ¿Por qué lo pregunta?
-Porque, en ese caso, existiría un yo que albergaría esa pretensión.
-¿Pero, en ese caso, él no podría saberlo?
-Si hay un yo que sabe, entonces no puede saber eso.
-¡Pero debe tener un yo para poder estar iluminado!
-Ningún yo alcanza nunca la iluminación.
-Eso equivale a decir que nunca nadie se ha iluminado.
-Por supuesto que no. ¿Cómo podría alguien alcanzar la iluminación?
Un fenómeno puede imaginar que está iluminado, de igual modo que hace un personaje onírico en el sueño donde está siendo soñado.
Pero, cuando el soñador despierta, los personajes oníricos simplemente se desvanecen.
-Pero todo el mundo se refiere a los sabios como si estuviesen iluminados.
¿Ni siquiera el Buda estaba iluminado?
Tal vez lo que el Buda negaba no era el estado iluminado, sino la noción de obtención.
-Eso también es cierto, pero representa un elemento secundario y expresado incorrectamente.
-¿porque es incorrecto?
-Porque esa interpretación da por sentado que hay un yo individual que puede obtener o dejar de obtener un determinado “estado mental”. 
La doctrina atribuida al Buda señala que no existe ningún “yo” separado ni ningún otro estado o condición conceptual.
-¿Quiere decir que, si no hay “yo” alguno que pueda alcanzar la iluminación, tampoco hay ningún fenómeno que esté iluminado?
¿Entonces no existe nada semejante al estado iluminado?
-¿Cómo podría existir?
-Entonces, ¿Qué es la iluminación?
-¿Nunca ha visto a un mono con una banana o a un perro con un hueso?
-Pero la iluminación es muy importante para los budistas.
-Ese es el objetivo de los pasatiempos, atraer nuestra atención e interés.
-Para ellos representa algo más que eso.
-Sí, también es un símbolo, de lo que somos y de lo que llegaremos a conocer cuando nos liberemos de nuestra dependencia imaginaria respecto de la dimensión externa.
-Pero si les privamos de ese ideal están perdidos.
-Al contrario, mientras se mantenga el ideal jamás se alcanza la meta.
Lo dijo, Hiu Hai, la Gran Perla,.
-¿Es entonces un obstáculo?
-El obstáculo absoluto.
-¿Y qué ocurre con lo que representa?
-Representa todo lo que somos cuando no queda nadie que pueda ser nada.
- ¿Entonces no es sino otro concepto engañoso?
-Tal vez el más engañoso. Si un fenómeno puede alcanzar la iluminación, entonces la iluminación se encuentra dentro del rango de los fenómenos.
Así pues, puesto que la iluminación no es un fenómeno – y el significado metafísico del término no nos permite concluir lo contrario –  no existe “yo” alguno capaz de experimentarla.
-¡De ese modo, toda la idea es pura fantasía!
-Los niños necesitan juguetes, los adolescentes tienen menos necesidad de ellos, pero las personas maduras no son tales si siguen teniendo necesidad de jugar.
-¿De modo que si oímos hablar sobre iluminación podemos romper a reír?
-Ellos pueden haber comprendido que la iluminación ni es ni no es y sin embargo, hablar de ello, porque se ha convertido en una convención social. Siendo así, quizá rían también. Tal vez pueda serles muy útil.
-¿Porque razón?
-¿Acaso pueden dejar de ver que la ausencia de un yo capaz de iluminarse es el modo idóneo de revelar el significado al que señala ese símbolo tan seductor?
-¿No es un buen símbolo?
-Si no lo comprendemos, puede convertirse en un desastre, pero correctamente entendido casi lo revela por si mismo.
-¿Entonces esa es la razón por la que Huang Po dijera que no hay diferencia entre iluminación e ignorancia?
-No son los conceptos objetivos de “ignorancia e iluminación” los que son o no son “diferentes” entre sí, los que existen o no existen.
No se trata de algo que pueda ser visto, sino de eso que ve y que está vacío de toda diferenciación o percepción discriminatoria.
-¿Ese era el modo en que Huang Po utilizaba los objetos para señalar a su fuente?
-Apuntar a los objetos externos equivale a señalar en la dirección contraria a la verdad.
En la actualidad es más complicado porque no hay maestros que nos golpeen de vez en cuando.
   Antes de que fuese distorsionado el mensaje fue muy claro.
-¿La manera en que se transmite el mensaje tiende a hacernos caer en la confusión?
-Aunque quizá tenga un propósito deliberado, muchas veces tiene que ver con los traductores  condicionados a expresar objetivamente cada concepto.
-¿Acaso no fue expresado en palabras para que las personas ignorantes lo pudiesen comprender? ¿Cómo podemos expresarlo?
-Preguntándonos a nosotros mismos si todavía estamos observando desde un centro fenoménico que solo tiene existencia imaginaria.
Si es así, entonces estamos confundidos, en caso contrario, alcanzaremos la comprensión de inmediato.

V Pasteles de Crema
-¿Significa que las personas solo son lo que percibo de ellas?
-Exactamente, solo son la percepción sensorial que tiene de ellas.
-¿De manera que lo percibido tan solo es el perceptor de la percepción?
-Cuanto menos un reflejo del perceptor.
¿Qué otra cosa hay que pueda ser percibida?
¿Acaso no son nuestros sentimientos el origen de lo que percibimos como “otro”?
En tanto que objetos respectivos los unos de los otros, ¿Cómo íbamos a tener una existencia independiente?
-¿Qué ocurre cuando somos nosotros mismos quienes nos convertimos en nuestros propios objetos?
-Que creemos que somos, para nosotros mismos, algo distinto de lo que somos como objetos de otras personas y por lo general, unos tipos más aceptables.
-¿Qué quiere decir cuando afirma que todo lo que percibimos no es sino un “reflejo del perceptor” o del “yo” del perceptor?
-¿Puede una entidad ser algo más que un artefacto fenoménico que se limita a reaccionar?,
Cualquier percepción es un reflejo de lo que aparece en eso que se denomina “mente pura” y que es comparable a un espejo ilimitado capaz de reflejarlo todo, aunque sin retener nada y sin tener una existencia cognoscible.
(Esta metáfora procede de Chuang Tzu).
Las percepciones son fenoménicas, y las categorías tan solo interpretaciones conceptuales hechas por un complejo psíquico.
“Yo y el otro” forman la más vieja y ubicua pareja de payasos que existen, el arquetipo de todos los payasos….. lanzando pasteles de crema…
Payasadas y payasos que se toman en serio a sí mismos.
-Pero la vida es tan triste como alegre.
-Los fenómenos soñados pueden experimentar pesadillas, así como sueños placentero.
-¿Realmente no somos más que objetos tanto para los demás como para nosotros mismos?
-En tanto que objetos, ¿Qué otra cosa podemos ser?
-¿Pero en tanto que sujeto de cada objeto?...
-Ese sujeto también es, a su vez, un objeto, y como tal, carece de ser propio.
-¿pero existe la subjetividad” en sí?
-Esa definición se ajusta a la lógica del pensamiento dualista.
La denominada “subjetividad” se transforma a sí misma en un objeto, es decir, en un objeto del pensamiento.
En tanto que no-objetividad  solo se puede avanzar un paso más, para señalar que solo puede ser captado de manera intuitiva.
Lo más aproximado que podemos decir es que se trata de “la ausencia tanto de objetividad como de no-objetividad”, lo cual no es ninguna cosa en absoluto.
-¿Y porque nos apegamos a esto?
-Nos apegamos porque seguimos insistiendo en objetivizarnos  a nosotros mismos como fenómenos y en mirar hacia el exterior como si fuésemos un sujeto a la busca de su objeto.
Nos apegamos porque no hay ningún objeto y tampoco  hay ningún sujeto.
¿Y la ausencia de ambos es?....
-¿Su unión nouménica?
-Dos ausencias no constituyen una presencia.
 El “no-dos” no hace al “uno”, ni si quiera nouménicamente.
-¿Entonces?
-lo buscado es el buscador, y eso no es una cosa.
La ausencia es presencia tanto de la no-ausencia como de la no-presencia.
Y aparte  de objetos recíprocos los unos para los otros, lo que somos es la ausencia  de todos los objetos,
 ¡Gracias a la cual todos los objetos pueden ser apariencias!
-¿Así pues lo que somos es la ausencia de objetividad?
-Como tales, también somos cada objeto que aparece, puesto que cualquier apariencia no es sino nuestra propia apariencia y nouménicamente, toda manifestación fenoménica nos pertenece.
-¡Experimento una íntima satisfacción al escuchar eso!
- Es absurdo ya que, no está limitándose a escuchar tan solo.
Usted experimenta una íntima satisfacción al decir eso porque, al participar en su formulación verbal, de algún modo también está sintiéndolo.
-¿Cómo es posible?
- ¿Tal vez ocurre porque usted abandona circunstancialmente ese centro fenoménico ficticio desde el que suele funcionar y al igual que  yo, es capaz de descansar en el centro nouménico al que se referían los maestros como “nuestra verdadera naturaleza”?

VI La pregunta
VII Los bodhisattvas
-Parece adecuado distinguir entre la verdad recogida en los Sutras y la transmisión de esos Sutras llevada a cabo por personas que no lo comprendían.
Esa es una de las razones por las que cierto maestro le dijo a un monje: “no te inquietes por el Sutra, al contrario se tú el que inquiete al Sutra”.
-¿Así que incluso en personas como nosotros, la transmisión del prajna es posible?
-No existe nada como la prajna que pueda ser transmitido.
 Eso que estamos definiendo como una función pura es algo que ya somos enteramente.
-¿Entonces algunas veces podemos actuar como bodhisattvas?
- No existe ningún bodhisattva, pero lo que nosotros objetivamos como tal puede operar a través del fenómeno al que nos referimos como “yo”….
-¿si queremos ayudar debemos, antes que nada, tratar de no-ayudar?
-incluso a pesar de nuestro intento de ayudar.
-¿Simplemente siendo...?
-No, al contrario simplemente no-siendo, porque “ser” significa estar determinado y, de ese modo, todos los seres sintientes estamos determinados y somos “vividos” por nuestro entorno, y los condicionamientos sociales.
-¿pero el “ser” implica al yo y a los otros?
-lo hace, pero sin ser ninguno de ambos.
-¿Si no hay “yo” podemos ayudar a los “otros”?
-En ausencia de yo tampoco puede haber   ”otros”.
Solo hay una pura relación no-objetiva.
-Que puede servir de ayuda entonces.
- La liberación.

VIII Visión
-Cada uno de sus juicios es, un ramo de flores o un coco, lanzados contra meras imágenes mentales que alimenta y construye y que no mantienen conexión alguna con los fenómenos con los que vincula dichas imágenes.
-¿Imágenes mentales?
- “Yo” y “otro” constituyen funciones de la discriminación dualista, precisamente el proceso condenado por los seguidores del advaita  y denominado en su lenguaje, “falso pensamiento”, discriminación,  es decir el mecanismo de esclavitud” del que debemos deshacernos,  si aspiramos a recobrar nuestra libertad intrínseca.
-O dicho en nuestro lenguaje, ¿la objetivización de un concepto subjetivo?
-¡La elaboración de un estereotipo sobre el que lanzar cosas y la construcción de un coco-arrojadizo de puro pensamiento!
-¿entonces que son las personas?.... sin discriminación, ni juicio
-“Sin pensar en el “bien y en el mal”, recuerda lo que eras antes de nacer”.
Eso es la verdadera visión, no-dual del advaita, la visión directa libre de inferencias e interpretaciones, capaz de abrir la puerta sin puerta.
Hui Neng, con esta afirmación hizo que dejase de objetivizar y de efectuar juicios conceptuales como si las cosas fueran objetos haciendo retornar la atención a su fuente  subjetiva.
De hecho, lo que dijo es: “¡Detén la conceptualización y sé lo que siempre fuiste!”
-¿y con eso basta?
- La percepción no-conceptual, la visión de la dimensión fenoménica tal como es, sin juicio alguno, es la percepción de la “talidad”, de la “asidad” donde el sujeto del objeto no es en sí mismo un objeto.
-¿la percepción no objetiva equivale a una objetivización no personal?
-También puede decirse de ese modo.
¡No preste atención a lo que dice porque basta con la visión desde la fuente!
-¿Pero qué es lo que uno ve?
-“Uno” no ve. No hay ni “uno” ni “dos”, ni “yo” ni “otro”, ni “sujeto, ni objeto”, sino tan solo la percepción de la talidad en sí.
-¿Sencillamente una visión que es tanto el vidente como lo visto?
-O que no es el vidente ni lo visto.
-¿Y que es…?
-Una pura relación no-objetiva.
-¿una relación no-objetiva entre qué?
- una “relación” entre fenómenos u objetos mutuamente soñados, pero cuya visión es nouménica.
-¿pero qué pueden hacer los objetos que se sueñan mutuamente?
- Nada, incluso su relación también es un sueño.
-¿entonces…?
- Por esa razón,  en la auténtica visión no hay sujeto ni objeto, ni yo ni otro.
-¿Quiere decir que la percepción falsa o deductiva queda excluida?
-la percepción deductiva no es sino un obstáculo conceptual.
Hablar– aunque sea posible–  solo impide la comprensión esencial.
-¿debido a que la visión interior es la comprensión esencial?
-La visión interior se halla eclipsada por la visión exterior y en consecuencia, solo está presente en ausencia de esta última.
-¿Pero qué es lo que está presente?
-La fuente de todas las visiones. Solamente eso es la verdadera presencia.
La visión interior no significa mirar en una dirección en lugar de la otra, es decir en vez, de mirar afuera, mirar hacia dentro, sino que la visión tiene lugar en el mismo centro, es decir, la visión que se produce desde la misma fuente que es el noúmeno y no desde la manifestación o el fenómeno.
Así pues no deberíamos hablar de visión hacia fuera o hacia dentro, sino de visión-exterior y de visión-interior.
Hay una visión total y otra parcial: esto es esencial porque la división espacial no es adecuada en este ámbito.
-¿Y eso es tan importante?
- ¿Cómo podría no serlo? La percepción lo es todo.
“Visión, visión, visión “…. Proclamaba Rumi, y no estaba refiriéndose a la observación fenoménica de los objetos por parte de los sujetos, sino a la genuina visión interior, nouménicamente fundamentada, ¡que está vacía de ambos!

IX La relación no-objetiva
-¿Qué quiere decir cuando utiliza la expresión “relación no-objetiva”?
-Significa dejar de verse a uno mismo como un objeto.
-¿A “uno mismo” como siendo un objeto visto por un sujeto?
-Si
-¿Pero acaso el objeto no debe someterse a un proceso reciproco donde deje de ver a su sujeto como si se tratase de un objeto?
-Así es, usted también es el sujeto del objeto que deja de verle como un objeto.
-¿Puede existir una relación no-objetiva unidireccional sin reciprocidad?
-En lo que respecta a los maestros sí, pero solo potencialmente ya que , si únicamente hay ausente un sujeto, solo puede haber ausencia de un objeto.
-¿Cómo lo hacen?
-No lo hacen, sucede.
Sucede porque la “relación “– que, fenoménicamente, ha dejado de ser tal – ya existe.
-¿Entonces cómo es que parece que sucede?
-Es lo que queda cuando desaparece la noción de identidad imperante.
-¿Desaparece el sujeto como tal?
- Efectivamente
-¿Y se lleva consigo al objeto?
-Cuando el fenómeno al que nos referimos como “otro” también experimenta su ausencia de identidad, entonces, la relación no-objetiva es completa.
-¿Si solo uno de los fenómenos se libera provisionalmente de su identidad ¿Qué se alcanza?
-No estoy en condiciones de responder a esa pregunta.
Posiblemente la identidad que no percibe su ausencia sigue permaneciendo presente en la mente total.
-¿Pero nos pasa inadvertida?
- Probablemente es registrada como embotamiento
-¿Aunque, de hecho, esa experiencia es totalmente clara?
-No fenoménicamente.
-¿Ocurre eso con frecuencia?
- Dudo que pierda su identidad cuando su objeto inmediato es incapaz de responder del mismo modo.
-¿Y aporta felicidad?
- Luminosidad.

X Palabras que significan lo que dicen
-¿Por qué suelen utilizarse los términos metafísicos de manera tan poco adecuada?
- Las palabras siempre son la objetivización del sujeto.
Y si la percepción dual del sujeto crea los objetos y las palabras que los describen, entonces, el sujeto siempre está equivocado.
-¿Parece que no existe cura posible excepto la percepción directa?
¿Pero puede lo que se percibe de ese modo ser expresado en palabras?
- Puede ser expresado, aunque no limitado.
La proyección del propio “ego” sobre los “otros” es uno de los principios elementales de la psicología. 
Se trata de una proyección.
-¿Cuál es la consecuencia de la mala utilización de las palabras?
- El resultado es la intensificación de la ignorancia. Lo que podemos hacer es utilizar las palabras correctamente en todos los ámbitos de nuestra vida.
-¿Si alguien concluye que no es una entidad, entonces, sigue siendo una entidad por el hecho de pensar eso?
-Evidentemente.
-¿Entonces qué es lo que puede conocer a ese respecto?
-Puede percibir que lo-que-es no es lo que parece ser fenoménicamente.
  La percepción no depende de la identidad. Solo el conocimiento está limitado de ese modo.
-¡La distinción de los términos parece muy sutil!
-Si, el idioma chino utiliza la negación, lo cual ofrece ciertas ventajas pero también podemos expresarlo en términos más positivos.
-¿Quiere decir “no-conocimiento”?
-No es ni conocimiento, ni no-conocimiento, sino la ausencia de ambos.
-¿Acaso no hay cosas que no pueden ser explicadas?
- Todo puede ser expresado, aunque no limitado.
-¿Hay cosas que no deben ser explicadas?
- No creo que exista ninguna. La comprensión ultima no puede ser transmitida oralmente, pero sí que podemos    explicar los elementos particulares que facilitan dicha comprensión, a las personas cuya nube de incomprensión es lo bastante delgada como para que la luz la atraviese.
-¿Por qué no explica cómo llegar a comprender que no soy lo que parezco ser fenoménicamente?
-Es mejor que lo diga usted mismo.
 Yo le formulo las preguntas que suele hacer la gente que habla sobre este tema, por ejemplo, ¿Por qué afirma que   yo no soy lo que parezco ser fenoménicamente?
-Pero, ¿Quién piensa que es?
- ¡Yo, por supuesto!
-¿Y qué quiere decir eso?
- ¿Yo? Este de aquí, lo que soy.
-¿Y qué le induce a pensar tal cosa?
-Todo el mundo puede verme y también yo me veo a mi mismo – al menos una parte de mí–  y toda mi persona si me miro en un espejo.
-Pero eso solo es un objeto, el objeto de otras personas –y el suyo propio–  tal como es percibido por los sentidos e interpretado por el mecanismo de la mente dependiente de las impresiones registradas en la memoria.
-¿Qué tiene de malo que yo sea un objeto?
- Nada excepto… que un objeto solo es una noción, una imagen mental.
-¿quiere decir que eso es todo lo que soy?
-En tanto que objeto, si, por eso es todo lo que usted es, es decir, una inferencia.
-Pero, en cualquier caso, todavía sigo siendo yo mismo.
-Supongo que así es, al menos en cierto modo.
-¿Por qué solo “en cierto modo”? ¡A lo grande  y de qué modo!
-Sí, de  un modo magnifico ciertamente, pero no, claro está, como un “yo”.
-¿quiere usted decir que ese “yo” parcial solo es lo que denominamos un objeto?
-Efectivamente. Eso es todo lo que es, sencillamente una noción, una idea, una imagen mental, una mera abstracción.
-¿pero yo soy yo?
-Sí, siempre yo. Como tal – igual que todo ser sintiente que pueda decir “yo”–, también soy conciencia.
-¿Así pues, en cierto modo, lo somos todo?
-Todo es el yo, pero no como ninguna clase de objeto.
-¿por qué razón?
-Cualquier objeto solo es algo percibido, es decir, ¡no es una cosa en si misma! Solo el “yo” puede ser eso: todo lo demás es pura percepción que no puede ser otra cosa salvo el yo.
-¿Incluyendo lo que usted parece ser como objeto?
-Si, por supuesto, incluyendo también eso.
-¿Cómo es posible?, ¿qué ocurre con el sujeto-objeto?
- ¡El sujeto-objeto solo es un objeto que no es sino su sujeto y un sujeto que no es sino su objeto!
-¿Así que lo que somos está más allá de sujeto y objeto?
-¡Por supuesto. Somos el puro noúmeno! Ninguna cosa en absoluto.
-¡Así que eso es lo que soy cuando comprendo que no soy lo que parezco ser fenoménicamente! 
  Habla con tanta claridad que casi me inclino a pensar que lo he comprendido.
-¡Si tiene la tendencia a pensar eso, entonces, carece de la comprensión necesaria porque no puede quedar ningún tipo de identidad!
-No soy una identidad que comprende algo, sino que comprender que no hay nadie que comprenda ni nada que comprender es la comprensión de lo que soy. Eso me hace sentir muy bien
-¿Yo? ¡Me había olvidado de mí mismo y que habíamos invertido los papeles! ¿Eso es todo? ¡Parece tan sencillo!
-Y obvio. Usted ya lo sabía pero no había reconocido.

XI ¿Quién fue el Buda?
-¿Cómo podemos saber quién fue el Buda? Tan solo es una tradición recibida de otros.
- ¿Acaso no es fiable?
-No más que cualquier otra de la misma antigüedad y categoría.
-¿quiere decir que se halla distorsionada por el mito y no se ajusta a la verdad?
-Inevitablemente. Las palabras del Buda no fueron recogidas por escrito hasta cuatro siglos después de su muerte y en una lengua distinta a la utilizada por él.
-¿De modo que nunca dijo las palabras que se le atribuyen? ¿Entonces cuáles son sus auténticas enseñanzas?.
- Se le atribuyen tantas enseñanzas, que no solo se contradicen entre sí, sino que algunas de ellas son fechadas en periodos muy posteriores, periodos en los que sí está probado que se desarrollaron esas doctrinas en cuestión.
-Entonces, ¿Quién cree que fue el Buda y que enseñó realmente?
-¿Aceptaría, por ejemplo, que el Buda no fue sino el último de una línea de seis o siete abades de la “iglesia” nepalí que se rebelaron contra la supremacía de los brahmanes.
-¿Y cuál fue su doctrina?
- la misma que fue recogida y madurada de manera brillante por Sakyamuni.
-Los sutras contienen doctrinas diferentes e incluso contradictorias, ¿No pudo ser parte de esos sutras predicados por sus predecesores?
-La propuesta de que las distintas categorías de Sutras representan aspectos diferentes de la doctrina elaborados y predicados por diferentes patriarcas o “budas”, aunque todas fueran atribuidas a Sakyamuni, es ciertamente digna de consideración.
- ¿De modo que todas las escrituras del Mahayana son una creación posterior?
¿Y que esos budas, se refieren, a una sucesión de diferentes abades?¿Hasta llegar a Sakyamuni ¿
-Creo que la sucesión llega hasta Maitreya, quien tal vez fue el Buda elegido, si bien no tuvo éxito en su empresa, y en consecuencia, quedó relegado al papel del Buda futuro.
-¿Mientras más creíble sea históricamente, mayor es la fuerza que tiene?
-El instinto histórico nos dice que ese relato acerca del origen del Budismo presenta ciertos visos de credibilidad.
-La única creencia admisible es el conocimiento porque esa creencia equivale a ser.

























 









































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